Análisis de Hoy
El superávit es total. Superávit de cifras, de rankings, de
instituciones, de buenas intenciones, de formas... Ecuador, para más muestras
de buena predisposición, cuenta incluso con un cómic -Los superéticos- para
luchar, desde la imaginación y la tinta, contra el azote de la corrupción. Y si
bien los indicadores internacionales destacan los avances del país en la
materia, resta todavía un oportuno camino de sinergias institucionales para la
prevención y la sanción de los delitos contra los recursos públicos.
De los propios balances de la Contraloría se desprende, por
ejemplo, que entre el 2009 y el año que concluye se realizaron 8 213 informes y
de ellos 925 arrojan indicios de responsabilidad penal. Además, de todo lo
analizado, se imponen $24 millones de sanción por responsabilidades
administrativas y $301 millones por
glosas. Por ello, la Fiscalía, de oficio, puede conocer los casos y disponer el
proceso correspondiente. No obstante, en el camino de la Contraloría al
Ministerio Público, separados apenas por el quiteño parque El Arbolito, algo
pareciera extraviarse a la sombra de las araucarias, pues el promedio histórico
señala que de todos los casos investigados apenas el 2% concluye en la
justicia.
Si se repasan las estadísticas de otras entidades, se activa
otro tanto de impotencia. La Subsecretaría Técnica de Transparencia y Lucha
contra la Corrupción, adscrita a la Secretaría de la Administración, indicó que
en 2013 fueron abiertos 220 expedientes, por denuncias ciudadanas contra
funcionarios, y de ellos 81 casos corresponden a hechos de presunta corrupción.
La buena noticia, desde la versión oficial, es que en 2017 ya no habrá
corrupción...
Todos estos son apenas subregistros, en función de lo
denunciado por la gente o lo investigado por los organismos de control, en un
contexto paradójico de opacidad informativa. Paradójico, pues pese a que el
país cuenta con el V Poder, el de Transparencia y Control Social, la mayoría de
entidades públicas no se apropian, aún, de ese valor. El Consejo de
Participación Ciudadana conoce, por ejemplo, que cerca del 90% de entidades no
cumple exhaustivamente con sus informes de transparencia.
Cifras más, cifras menos, la ONU sostiene que América Latina
pierde, cada año, hasta $40 mil millones por la corrupción. ¿Cómo se
cuantifica, entonces, todo lo que se pierde por falta de confianza social en
los organismos estatales de control? ¿Cuánto crece esa factura cuando, a la
par, la impunidad aumenta? ¿Para qué
denunciar después, si sobre los denunciantes puede revertirse el curso de la
justicia? Ecuador despide así un 2013 con casos poco esclarecidos y con la
sensación de enredarse entre instituciones sin sanciones claras a las dinámicas
de corrupción en el Estado.
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