Por: Jeanette Hinostroza
Es increíble el nivel de cinismo al que hemos llegado. La semana pasada fuimos testigos del primer
caso de linchamiento mediático que cumple con todos los requisitos descritos en
la Ley de Comunicación y que fue puesto en práctica por dos medios gobiernistas.
Se utilizaron espacios periodísticos, no para revelar información de interés
público como ordena la ley, sino para dañar la imagen de Martha Roldós, una
política que ha criticado frontalmente al Gobierno y al presidente Rafael
Correa. En el supuesto reportaje de
investigación, ambos medios publican correos electrónicos que Martha Roldós
reclama que fueron robados de su cuenta personal.
Sin embargo en este
caso no hubo allanamientos, ni “acción
judicial urgente” que prevengan el delito; tampoco reacción alguna de parte del
aparato judicial y policial ecuatoriano frente al delito supuestamente
cometido. Como se trata de personas
críticas al Gobierno nadie hace nada.
Además de usar, según
señala Martha Rldós, información
robada, ambos medios publican
información falsa, como por ejemplo la referente a los sueldos que
supuestamente recibirían los periodistas que iban a participar en el proyecto
Tamia News o que estaban financiados por la CIA, argumento que luego sirvió
para tachar a Roldós de estar traicionando la memoria de sus padres. Afortunadamente los ecuatorianos sabemos
quién es Martha Roldós y cuál es el objetivo de los supuestos “patriotas” que
la critican.
Lo más sorprendente es que ante las evidencias el
Superintendente de Información siga callado, imagino que no considera que este caso amerita acción de
oficio alguna, pero sería bueno que nos explique por qué. Esperemos a ver cómo reacciona ante la denuncia
que Martha Roldós anunció que enviará a su despacho.
¿Quién robó los correos electrónicos de altos funcionarios
del Gobierno? ¿Quién hizo lo mismo con
la información privada de una política de oposición? ¿Quién posee la tecnología que supuestamente
se necesita para hacer este trabajo?.
¿Quién financia estas actividades?
Supongo que estas preguntas jamás tendrán una respuesta, mientras la
verdad posiblemente involucre a agentes del mismo Estado.
El problema es que en el Ecuador hay dos tipos de Assange:
los que están cercanos a los intereses del Gobierno, calificados de valientes
defensores de la libertad de expresión; y los que son calificados de vende
patrias por revelar supuestos casos de corrupción que involucrarían a
funcionarios del Gobierno. Ambos han
publicado “información robada”, pero al parecer solo el segundo grupo estaría
expuesto a ser castigado con todo el rigor de la ley. Si las instituciones creadas para controlar
la información que se publica en los medios no reaccionan en este caso se
podría demostrar que la Ley de Comunicación solo fue creada para sancionar a
los periodistas de los medios privados y mantenerlos callados; y que los
periodistas de medios públicos e incautados no corren peligro, pueden hacer lo
que quieran mientras sigan el libreto del Gobierno.
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