viernes, 18 de agosto de 2023

 

Zurita presidente

Carlos Jijón

Guayaquil, Ecuador

El héroe de la tragedia griega es un hombre común al que el destino lo enfrenta a circunstancias inesperadas que él no buscó y que son superiores a sus fuerzas, pero contra las que, por el puro sentido del deber, o la lealtad, decide enfrentar teniendo claro que puede morir.

Antígona sabe que será enterrada viva si da sepultura a su querido hermano Polinices, a quien su tío, Creonte, rey de Tebas, ha condenado a que su cadáver permanezca insepulto, como pasto de las aves de rapiña, por el delito de unirse a los enemigos de la ciudad para que estos la arrasen y lo coronen rey a él. Antígona tiene terror, duda, siente angustia, pero entiende que no podrá vivir con la conciencia de haberle fallado a su hermano.

Edipo es advertido que si se empeña en buscar al asesino de su antecesor, el rey Layo, puede encontrar una verdad que destruya su vida. Pero los augures le han dicho que es necesario para que se detenga la epidemia que está diezmando Tebas, y Edipo cree que tiene el deber moral de buscar la verdad para salvar a su pueblo.

Christian Zurita entendió que los sicarios que asesinaron a su amigo, el candidato presidencial Fernando Villavicencio, podían regresar a por él, y que la mafia que ordenó el asesinato  podía ordenar también el suyo. Pero entendió también, como Antígona, como Edipo, que no podría vivir con la culpa de dejar tirada la bandera de su amigo en medio del charco de sangre de su asesinato. Y que debía recogerla, enarbolarla y hacer lo posible por vengarlo, triunfando en las elecciones que Villavicencio no podía ya correr.

Como Antígona, como Edipo, Zurita sabe el riesgo que corre. Ha calculado perfectamente la inmensidad de la tarea. Pero no tiene más opción que el cumplimiento del deber o la deshonra de la culpa. Y ahí está, enfundado en el chaleco antibalas, con un casco de soldado en la cabeza, rodeado de una guardia pretoriana: una imagen icónica de en lo que se ha convertido el Ecuador de estos días.

Conoce y podrá enfrentar, porque es un periodista laureado, en el país y en el extranjero, de las dificultades del déficit, la necesidad del crecimiento del PIB, el control de la inflación. Pero tiene claro que, este momento, el reto urgente a enfrentar, el enemigo de la democracia y la libertad, es la mafia, que ha provocado el reguero de sangre que vivimos desde hace dos años, y que según sostenía Villavicencio, ha forjado una alianza con un sector del poder político con el que convive en simbiosis.

Y su voz ha sonado clara y contundente. Tiene, de lejos, una estatura moral de la que carecen la mayoría de sus adversarios. Creo que es más capaz que Xavier Hervas, que Bolívar Armijos, que Yaku Pérez, que Luisa González. Y que con sus dos reportajes más importantes («El Gran Hermano», de 2008, en coautoría con Juan Carlos Calderón, sobre los contratos de Fabricio Correa; y «Arroz Verde», de 2020, en coautoría con Fernando Villavicencio, que terminó en la condena de Rafael Correa) ha servido a la nación mucho más que Otto Sonnenholzner, Jan Topić, o Daniel Noboa, en toda su vida.

En «Edipo rey«, Sófocles, acaso el más célebre autor de la tragedia griega, postula un héroe consciente de sus flaquezas, y cegado por la necesidad compulsiva de hacer lo que considera correcto. «Zurita presidente», una obra similar que he imaginado, muestra a un periodista de oficio, de esos que nunca han buscado el protagonismo, lanzado de pronto, violentamente, al borde del abismo de la Historia.

El candidato presidencial Christian Zurita, en la misa campal en honor a Fernando Villavicencio, asesinado el 9 de agosto de 2023. La misa, que sirvió de cierre de campaña, ha tenido lugar en la avenida Los Shyris, frente al parque de La Carolina, en Quito, el 17 de agosto de 2023. Fotos: Rolando Enríquez/API

No hay comentarios:

Publicar un comentario