jueves, 10 de agosto de 2023

Como el Cid Campeador: que les gane después de muerto La República, jueves 10 de agosto de 2023 Carlos Jijón Guayaquil, Ecuador Un par de días después que la Mafia asesinara a Carlos Luis Galán, el 18 de agosto de 1989, su jefe de campaña, César Gaviria tomó la bandera de la candidatura presidencial para continuar la lucha de su compañero y amigo. La violencia del narcotráfico era entonces el principal problema de Colombia. Y el Cartel de Medellín, liderado por el tenebroso Pablo Escobar, era el principal enemigo, al que el posteriormente elegido Presidente Gaviria tenía que desmontar si es que Colombia iba a tener algún futuro. La violenta muerte de Galán conmocionó a América Latina, como hoy ha sacudido al continente el asesinato vil de Fernando Villavicencio, el candidato que con mayor valentía enfrentaba no solo a los carteles sino a su entorno político, con tanto éxito que, según las encuestas, al menos disputaba el segundo lugar y se perfilaba como un probable contendor de segunda vuelta. El magnicidio de Villavicencio golpea hondamente a la democracia y pone en jaque a la Nación. No deja otro camino democrático, como en la Colombia de fines de los ochenta, la de Galán y Gaviria, si es que el Ecuador quiere tener algún futuro, que enfrentar a esa Mafia, y al menos ganarles las elecciones. Yo no sé qué están pensando en estas horas de dolor quienes acompañaban a Villavicencio en esta lucha. Pero creo que la onda expansiva del movimiento telúrico de su asesinato cobarde es lo suficientemente fuerte como para transformar el escenario político. Hasta la fatídica tarde de hoy teníamos una débil certeza de que iríamos a segunda vuelta, y que esta estaría encabezada por la candidata del correísmo, al que Villavicencio enfrentaba de manera decidida. Yo tengo la impresión de que este momento existen las condiciones para que ese escenario se derrumbe y el nombre de Fernando Villavicencio gane la Presidencia de la República en primera vuelta. Los porqué son simples. Porque no está bien que un país se deje vencer por una banda de asesinos. Porque si miramos hacia otro lado y votamos por otro candidato el sacrificio de Villavicencio será en vano. No hay otro como él que enfrente al correísmo. Otto Sonnenholzner, por ejemplo, sostiene públicamente que el correísmo no debe ser combatido. Pero no quiero perderme en esas disquisiciones. Creo que hay que mantener en alto la bandera de Villavicencio simplemente porque es una buena bandera y eso es suficiente. Creo que hay votar por él y por sus candidatos a asambleístas. Que no solo gane en primera vuelta sino que además tenga mayoría parlamentaria. Qué mayor homenaje a su vida, y a su muerte, que permitir que le arrebate el triunfo a quienes no solo lo persiguieron con saña, y ahora se pavonean ya con aire de triunfadores, sino que representan una amenaza a las libertades y a la democracia. Que su nombre no se retire de la papeleta (lo que a estas alturas, a diez días de las elecciones, luce materialmente imposible). Que si gana, su candidata a la Vicepresidencia, convertida en Vicepresidenta Electa, asuma las Presidencia de la República, y que entonces envíe una terna para que la Asamblea elija Vicepresidente. Que como el Cid Campeador, Fernando Villavicencio gane su última batalla después de muerto.

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