jueves, 24 de noviembre de 2022

 

POR: Florencia Neira Alvarado

Publicado en la Revista El Observador (edición 130, agosto de 2022) 

 


“El poder de la verdad es invencible”
En el desarrollo de los grupos humanos y en la interacción social es frecuente la observación, el compartir ideas, opiniones, criterios que permiten al individuo irse ubicando en determinadas posiciones las cuales, respaldadas por acciones concretas, evidencian la coherencia o la incoherencia entre el hablar y el actuar, que en el fondo y en último término, se enfocan en la deontología del propio ser.

Y una de las importantísimas formas de expresarse es obviamente la Comunicación, el Periodismo, el llevar a la colectividad la noticia, desnuda en sí misma y en su esencia pura, no maquillada de acuerdo a los intereses de “los que sabemos”.

La Universidad Estatal de Cuenca, con su Escuela de Periodismo adscrita a la Facultad de Filosofía hace algunos años, durante el Decanato del ilustre maestro Francisco Olmedo Llorente, me  honró para que  dictase clases en aquélla y pude conocer, entre otros, a talentosos estudiantes cuya pasión por la carrera que habían elegido, era posible leerlo en los ojos atentos y soñadores en unos, más que en otros, y entre ellos llamó siempre mi atención la perspicacia y claridad de conceptos que tenía el joven Cedillo Feijóo, a quien no se le escapaba ni una sola clase, sin haberla saboreado hasta la médula, en el conocimiento impartido.  En las aulas universitarias, ya se perfilaba como un auténtico “Observador”.

Dentro de la didáctica que utilizaba en las clases, como eje transversal de mi cátedra manejaba conceptos de moral y ética, de la necesidad de informar siempre a la ciudadanía la exactitud de los hechos desde cualquier espacio, sin encubrir acciones ni prestar la capacitación recibida en la Universidad –que conlleva una enorme responsabilidad social-  ni la profesión, al servicio de intereses sesgados o torcidos.

Y compartí con los estudiantes sus anhelos y deseos, sus expectativas; a veces vislumbré sus perfiles en el desenvolvimiento de la vida profesional.   Dictar con amor la cátedra era construir la esperanza en el interior del educando, permitirle a cada uno percibirse como un elemento positivo dentro de la edificación social y verse como sujeto activo de un rol protagónico en la formación de la opinión pública a través de la entrega de una información veraz y auténtica.

Largas conversaciones con algunos estudiantes nos permitían compartir sus aspiraciones de mejores días para la ciudad, para el país, para la gente, creyendo que “el poder de la verdad es invencible”.  Así, Jaime Cedillo siempre demostró una especial vocación por la verdad ante todo, sobre todo; se enfocó con claridad en el deber-ser de su profesión.  En este contexto, al concebir la revista “El Observador”, me pidió que escribiera en su primer número, en abril de 1998, un artículo sobre “La Corrupción”, entonces había tomado forma el periodista comprometido a fondo con los problemas sociales, a quien le visualicé como tal, en las aulas de periodismo.

Fiel al descubrimiento de sus hondas inclinaciones identificadas plenamente con la verdad como sólido fundamento de su quehacer, siempre lo he visto como un valiente guerrero forjado a la luz de sus sueños, convirtiéndose en un verdadero luchador, como respuesta a la descomposición que hemos venido afrontando en el país y en el mundo entero, por la injerencia de malévolas manipulaciones de los poderes de ciertos actores políticos, culturales, económicos o de cualquier otra índole que dominan las ambiciones escondidas en sus sótanos interiores.

Frente de ataque, de crítica, de juicios y pretendidos perjuicios, el Lcdo. Cedillo, no ha claudicado jamás; en su trayectoria profesional ha demostrado total coherencia sin importar los nombres de los sujetos de corrupción, falsedad o mentira.

Y es este perfil de periodista auténtico, el que le ha hecho merecedor del premio otorgado por la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina (CES-AL), en el presente 2022 con el Galardón Estatuilla “La Guacamaya” en la modalidad de Medios de Comunicación, Editorial digital dirigida por el visionario Dr. José Manuel Castellano, quien considera que realmente “honrar, honra”, cuando en efecto el reconocimiento nace de la admiración a las acciones ejecutadas por un galardonado, y no como un mecanismo de lisonja vana; conocidos son los risibles homenajes y condecoraciones nacidos de la vanagloria y hasta del “palanqueo” de los mismos homenajeados y condecorados en una suerte de cadena de halagos y adulos para engrandecer algunos egos enfermos de vanidad, soberbia  y orgullo como pálido reflejo de la propia pequeñez y miopía interior generadora de tan censurables acciones.

Condecoraciones como la realizada por el Dr. Castellano encarnan el pensamiento de Juan XIII  relacionado con la necesidad de:
“Honrar la verdad e invitación a servir de ejemplo luminoso en todos los sectores de la vida individual, familiar, profesional y social.  La verdad nos hace libres; ennoblece a quien la profesa, abiertamente y sin respeto humano…
Decir la verdad…
Y por fin obrar la verdad.  Ella es luz en la que todo debe sumergirse”, porque como dice el proverbio francés “La verdad flota por encima de la mentira, como el aceite sobre el agua”.
Con la condecoración otorgada por el Dr. José Manuel Castellano, podemos claramente conocer cuáles son las motivaciones que impulsan a su creativo y valioso trabajo frente a la Editorial y a la cultura en nuestra ciudad.

Quienes amamos la Verdad como valor supremo, nos congratulamos por tan valioso reconocimiento al Lcdo. Jaime Cedillo Feijóo,  por la coherencia entre su pensamiento y su trabajo profesional así como por la presencia de personas como el Dr. Castellano, objetivo e imparcial en su gestión, que recoge el sentir de muchos ciudadanos, actuando en la justa medida que devuelve la esperanza a quienes han palpado de cerca las maniobras encubiertas de aquéllos que tienen como único medio de sobrevivencia, por carencias obvias, adular, aprovecharse, engañar y proyectarse con rostros que no corresponden a la realidad guardada detrás de sus máscaras escondidas.

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