miércoles, 30 de noviembre de 2022

 

POR: Armando Sacta Guamán

Publicado en la Revista El Observador. (edición 130, agosto de 2022)

 


Página literaria
Cómo pasa veloz el tiempo. Durante siete años, a través de esta página, hemos brindado creaciones literarias en verso clásico; con el anhelo de que su mensaje sea de fácil comprensión. Y seguiremos publicando si las circunstancias permiten, gracias al humanismo del señor Director de esta prestigiosa Revista, Licenciado Jaime Cedillo Feijóo; digno merecedor de los reconocimientos y las preseas que ha recibido, en los cuarenta años de ejercicio del auténtico periodismo profesional, siempre al lado de lo correcto y honesto, en contra de la corrupción y la impunidad, sin comprometer su conciencia al silencio que impone el dinero.

Y a continuación seguimos procurando recordar lo nuestro, lo propio de nuestra cultura, en el ámbito de la poesía y la música nacional.
 
LAURO AUGUSTO DÁVILA ECHEVERRÍA nació el 18 de agosto de 1885, en Pasaje, en ese entonces parroquia rural del cantón Machala, provincia de El Oro. Sus padres fueron el señor Benigno Dávila Romero y la señora Herlinda Echeverría. Fue el quinto hijo del matrimonio de sus padres, de los ocho hermanos de la familia.

 La educación primaria recibió en su lugar natal, con el maestro Avelino de Jesús Cordero. Después, para estudiar la secundaria, viajó a Cuenca, ingresando en el Instituto Pedagógico de Henry Compto y Modesto Santander. Y para terminar sus estudios se trasladó a Quito, matriculándose en el Instituto Normal “Juan Montalvo”, obteniendo el Título de Profesor Normalista, el 29 de julio de 1905.

Catorce años después de radicarse en Guayaquil, el 1923, a sus 38 años de edad, se casó con la señorita Rosa Amada Villegas Morán, de 18 años de edad. Dama que fue la musa y enamorada juvenil del poeta Medardo Ángel Silva Rodas. Procrearon dos hijos, una niña que nació muerta y el niño Roberto Dávila Villegas, que llegó a ser un prestigioso médico pediatra y catedrático de la Universidad de Guayaquil.

Desde su juventud, Lauro Dávila Echeverría, se dedicó a la actividad poética. Escribió en distintos géneros literarios. Su obra “El Diablo” es una comedia en tres actos. “Los Viriles” es un sainete cómico en dos actos. Y “21 Estampas de la Vida Real”, que era un acopio de sus poemas, muchos de los cuales fueron musicalizados en diversos ritmos nacionales, por grandes compositores del país.

Cuando estuvo por cumplir 44 años de edad, en la noche del 20 de Marzo de 1929, mientras paseaba por el malecón de la ciudad con su vecino y amigo Nicasio Safadi Emén, le propuso crear un recuerdo para Guayaquil y las guayaquileñas; él como poeta y Safadi como compositor musical. Y cuarenta y ocho horas después del acuerdo al que llegaron, Lauro Dávila entregó a Nicasio Safadi, el poema “Guayaquil de mis amores”. Y asimismo dos días después, Safadi en compañía de su guitarra melodiosa, cantó dicho poema en ritmo de pasillo. 

Así nació el himno popular de Guayaquil. El mismo que fue grabado por primera vez, el 19 de julio de 1930, en la ciudad de New York, en los estudios de Columbia Phomograph Company, con la voces de Dúo Ecuador, formado por Nicasio Safadi Emén y Enrique Ibáñez Mora.
Con el transcurso del tiempo, esta canción ha sido interpretada por solistas, dúos y conjuntos musicales; destacándose Julio Jaramillo Laurido, la cubana Wanda López Díaz, el Grupo Tradición de España, entre otros.

 Muchos de sus poemas fueron musicalizados por Nicasio Safadi, en diversos ritmos, especialmente pasillos; tales como “Suspiros del alma”, “Corazón llorando”, “Prisionero de tus pupilas”, “Pensamiento”, “Ilusiones del alma”, “Lágrimas del corazón” y otros más.
También Enrique Ibáñez Mora musicalizó sus poemas y compuso los siguientes pasillos: “Rosa de amor”, “Cruel mujer”, “Recordando tu olvido”, “Yo quisiera decirte”, etc.
El mismo Lauro Dávila, que además de poeta era de compositor musical, compuso los pasillos “Llora corazón”, “Tu amor”, “Te quiero”, “Recordando tu amor”, “Flor de Guayaquil”, “Muchachita pasajeña” y otros más.

Por su himno popular “Guayaquil de mis amores”, fue condecorado con la “Medalla de Oro”, por el Concejo Cantonal de Guayaquil, en la Sesión Solemne del 9 de Octubre de 1945. Y veintiún años después, en 1966, por su fructífera vida literaria, fue condecorado por el mismo Concejo Cantonal de Guayaquil, con la “Medalla de Oro al Mérito Literario”.
  Falleció en Guayaquil el 23 de diciembre de 1968, a los 83 años de edad. Pero su espíritu se mantiene vivo en esta ciudad que la amó tanto, dedicándola el mejor de sus poemas;
   
GUAYAQUIL DE MIS AMORES
 
Tú eres perla que surgiste
del más grande ignoto mar,
y si al son de su arrullar
en jardín te convertiste.
Soberano en sus empeños,
nuestro Dios formó un pensil,
con tus bellas Guayaquil,
Guayaquil de mis ensueños.
 Si a tus rubias y morenas
que enloquecen de pasión,
les palpita un corazón
que mitiga negras penas;
con sus ojos verdes mares
o de negro anochecer,
siempre imponen su querer,
Guayaquil de mis cantares.
 Porque tienes las princesas
que fascinan al mirar,
y que embriagan al besar
con sus labios de cerezas;
te reclamo las dulzuras
con que anhelo yo vivir,
para nunca más sufrir,
Guayaquil de mis ternuras.
 Y al mirar sus verdes ojos,
donde mi alma anhela estar,
prisionera cual el mar,
o al hundirme ya de hinojos;
en las noches con fulgores
que sus negros ojos son,
te dirá mi corazón:
Guayaquil de mis amores.

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