domingo, 13 de noviembre de 2022

 

La policía correísta del lenguaje ataca de nuevo

   en Conexiones4P/Elenfoque/Info  por 

“Quedó como el puerco”: es una expresión castiza, popular y clara. Significa quedar mal. Pésimamente. ¿Qué pasa si alguien, por mérito propio, queda como el puerco en la Asamblea? No hay cómo decirlo. Es motivo de máxima sanción. Fernando Villavicencio acaba de ser sancionado 31 días por haber usado esa expresión en un tuit en dirección de la asambleísta correísta Silvia Patricia Núñez.

El correísmo repite el guion utilizado contra Diego Ordóñez. Se erige en policía del lenguaje, ayudado esta vez por el PSC y Virgilio Saquicela, presidente de la Asamblea. El libreto está rodado: una de sus asambleístas se dice violentada por una expresión o un tuit, se victimiza y aplica el discurso de género. El CAL se reúne, suma votos y lo sanciona: legitima la construcción discursiva que sirve a sus intereses políticos. Y viola su derecho de expresión porque regula hasta lo que dice en redes sociales…

El correísmo ya entrenó contra la prensa. La persiguió y cuando no hallaba hechos fácticos que podía manipular, recurría a unos expertos miserables que, pretextando análisis semióticos, hicieron decir a las palabras y a las imágenes lo que su deseo de persecución dictaba.

La policía del pensamiento se desdobló así en policía del lenguaje. Y está haciendo su trabajo en la Asamblea. Ahora acompaña su coartada con lo que Camille Paglia llamó “feminismo de enfermería” en el cual, entre otras cosas, subordina la palabra al uso político que necesita. Se invoca lo “políticamente correcto” como si no fuera un lenguaje mentiroso e hipócrita. Una forma de ocultar realidades simplemente porque se nombran de otra manera.

La nueva mayoría política, que es correísta o pliega a su lógica, llega así a dicotomías impensables. Una: reclamar asepsia en el lenguaje, mientras solapa casos de corrupción. O salva asambleístas denunciados por corruptos, como sucedió con Eckenner Recalde, expulsado de la ID. Otra: pedir la sanción contra asambleístas hombres, mientras las involucradas o sus colegas de bancada llenan de epítetos y acusaciones sin pruebas al inculpado, o a quien se les antoje. Mónica Palacios pedía sanciones contra Ordóñez mientras llamaba ladrón y delincuente al presidente Lasso.

Igual hicieron Paola Cabezas, correísta, y Patricia Sánchez, disidente de PK: insultaron a Patricio Carrillo, cuando compareció, a inicios de agosto, como ministro del Interior. Lo responsabilizaron, entre otras cosas, de la muerte de policías y de haber ordenado matar en octubre-2019 y junio-2022. Ordenado matar. ¿Esto sí lo pueden decir y quedar impunes solo porque son asambleístas mujeres?

¿Y qué hicieron esos asambleístas (hombres y mujeres) que ahora sancionan a Villavicencio sobre la fotografía de Ronny Aleaga, metido en una piscina en Miami con presuntos o seguros delincuentes? ¿Alguno se pellizcó al verlo presidir dos veces la Asamblea? ¿Saben si Mario Ruiz está o no vinculado con la minería ilegal? ¿Les interesa al menos averiguarlo?

La lista de corruptos, diezmeros, traficantes de influencias es larga en la Asamblea. Nada de todo eso importa. Esa mayoría política, que fue la policía del pensamiento, quiere convertirse en la policía del lenguaje y policía de la moral pública. Pregonan una cosa y son otra. Exigen una cosa y hacen otra. La asepsia verbal que quieren imponen hace parte de ese puritanismo (manos limpias) que se endosan desde el inicio del gobierno, mientras lo convertían en cueva de ladrones. Separan a Villavicencio de la Asamblea por haber dicho a Silvia Patricia Núñez que “quedó como puerco”, mientras Pareja Yannuzzelli perfila el mecanismo corrupto en que Correa convirtió el Estado. Menuda diferencia. Y mientras él usaba la expresión popular, ella lo trataba de corrupto.

Esa asambleísta habla de violencia verbal, mientras defiende al macho alfa que enseñó a Ecuador a odiar y convirtió lo público en un escenario agresivo, paranoico e intolerante. Nadie ha insultado en el país, de manera tan impune, como Rafael Correa. A las mujeres con particular agresividad.

El correísmo pugna por ser la policía del lenguaje porque tiene pánico de que sus opositores llamen las cosas por su nombre. Por ejemplo, decir que el correísmo es una organización criminal. Lo dijeron la Fiscal General y jueces de la Corte Nacional, por si acaso…

Foto: Patricia Núñez/Asamblea Nacional 

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