jueves, 25 de marzo de 2021

 

El Defensor del Pueblo hace activismo con el coronavirus

   en Conexiones4P/Elenfoque/Lainfo  por 

La crisis del coronavirus ha terminado de destruir la economía del país; pero, al mismo tiempo, ha servido para que ciertos funcionarios apuntalen una imagen política basándose en fotos y videos en los que aparecen como proto héroes repartiendo alimentos, mascarillas y guantes o lanzando, en medios y redes, llamados populistas para que el Gobierno financie determinadas actividades con un dinero que, en realidad, solo existe en su imaginación.

Entre esos casos está el de Freddy Carrión, Defensor del Pueblo. Si no fuera porque todavía no es candidato a nada, cualquier inocente observador podría pensar que está corriendo en una agitada campaña electoral. No hay causa que luzca popular a la que no se adhiera Carrión, ya sea directamente o haciendo eco, en sus redes, a determinados sectores políticos. No se le escapa la oportunidad de hacerse fotos en cualquier escena en la que pueda aparecer en persona entregando ayuda a sectores vulnerables, visitando remotos lugares o haciendo llamados al gobierno para que entregue recursos.

Carrión con la crisis del coronavirus, evidentemente, está replicando lo que hizo en octubre cuando, aprovechándose de sus funciones y del aparato burocrático de la Defensoría, promocionó su imagen tratando de proyectarse como simpatizante de protestantes y golpistas, así como enemigo del Gobierno ya sea distorsionando hechos o inflando cifras de supuestas muertes que luego se descubrió no habían ocurrido o no tenían relación con la represión oficial.

En los mensajes y las actividades de Carrión abundan los gestos más obvios y fútiles, como los exhortos que formula, a nombre de la Defensoría, para que el gobierno haga cosas obvias pero que, dada la realidad por la que atraviesa el país, solo son enunciados quiméricos y demagógicos: que no se recorte el presupuesto de las universidades públicas por el prurito de respetar la Constitución cuando en realidad no hay dinero para ello. Que el Gobierno no despida funcionarios públicos. Que los empresarios no liquiden a sus empleados, asumiendo que sus ingresos son los mismos que los que tenían antes de la crisis. El 1 de mayo la Defensoría publicó una larga proclama de dos páginas en la cual exigió al gobierno intervenir en la decisión de los dueños de determinadas empresas obligadas a despedir empleados e impedir que los empleadores carguen a las vacaciones de sus empleados los días que por obligación pararon sus actividades. La Defensoría exhortó, incluso, al Gobierno a que «cumpla su deber de garantizar el derecho al trabajo como uno de los sustentos del Buen Vivir»; revelándose así incapaz de observar el evidente entorno donde es físicamente imposible cumplir con los supuestos de felicidad y armonía que imponía el espíritu de abundancia y eterna prosperidad en el que se parió la Constitución de Montecristi.

Pero quizá lo más llamativo de Carrión es su activismo en redes sociales donde sirve como caja de resonancia a mensajes de actores partidarios que hacen política acusando al gobierno de todos los desastres imaginables. Hay que verlo retuiteando mensajes de conocidos operadores del correísmo como Hernán Reyes, ex miembro de la Cordicom, en los que el panegirista del ex presidente Correa y declarado enemigo de la prensa independiente exige juicio político al Ministro de Finanzas por haber recortado el presupuesto a las universidades públicas. O al prefecto del Azuay, Carlos Pérez Guartambel, acusando al gobierno de haberse «lavado las manos» al entregar a los gobiernos locales la decisión de levantar o no la cuarentena. Incluso replica tuits de Ruta Krítica, pieza neurálgica del sistema de agresivo activismo mediático del correísmo golpista. O mensajes del ex presidente del Banco Central, Diego Borja y de la ex ministra de Finanzas María Elsa Viteri cuando afirma que hay que construir una nueva prensa porque la actual está «pautada».

Si se observa el activismo en redes del defensor Freddy Carrión, es imposible no percatarse de su agudo interés por la polémica entrevista que Fernando Rincón, de CNN, hizo al secretario de la Presidencia, Juan Sebastián Roldán.  Carrión replicó varios tuits señalando que Roldán hizo una pésima presentación. Curioso, sin duda, que entre tanta crítica a Roldán, Carrión se haya quedado únicamente con las que venían del correísmo.

La aparente fascinación de Carrión con el programa de Fernando del Rincón se nota, además, en el particular interés que el departamento de Comunicación de la Defensoría puso en promocionar una supuesta entrevista que le iba a hacer Del Rincón. Primero la anunciaron para el lunes, luego dijeron que sería el martes. Hay incluso un tuit de la Defensoría con una fotografía de Carrión en la que aparece con su computador preparándose para la entrevista. «Durante su visita a #Puyo, se prepara entrevista con @CNNEE. No te la pierdas…», dice el mensaje puesto en la cuenta de la Defensoría.

La Defensoría del Pueblo debe ser uno de los organismos estatales más costosos en la estructura montada por los arquitectos de Montecristi: tiene a 1 093 funcionarios y su presupuesto del año pasado fue de alrededor de 12  millones 500 mil dólares. Hasta ahora, lo más visible de su trabajo ha sido su entusiasta adhesión a favor de los protestantes de octubre y ahora, con la pandemia, haberse convertido en la plataforma de promoción de la figura de Carrión. Sus exhortos y comunicados son tan predecibles, tan llenos de obviedades sobre la necesidad de que se respeten los derechos humanos de los ecuatorianos que resulta inevitable preguntarse si en un escenario de escasez vale la pena mantener esa Defensoría como está concebida. Una Defensoría del Pueblo sin duda es pieza importante en cualquier estructura democrática moderna pero ¿ vale la pena tener una así de costosa, politizada y proclive al correísmo como la que dirige Freddy Carrión?

Foto: Defensoría del Pueblo

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