sábado, 2 de junio de 2018

Mucha Valentía



Marco Antonio Piedra Aguilera
Por AGN -1 junio, 201818
Retomar un tema comentado hace un par de semanas es procedente cuando las condiciones circundantes ameritan, y más aún cuando de a poco van saliendo verdades que permanecieron ocultas bajo toneladas de tierra de olvido (si es que se pudo olvidar), miedo o vergüenza; lo cierto es que nuevos valientes van apareciendo de a poco con sus versiones y testimonios de abusos recibidos por partes de miembros del cuerpo clerical.
Lo curioso del caso es que estos hechos ya se conocían desde mucho tiempo atrás, podremos revisar las denuncias y pronunciamientos realizados y que han sido expresados incluso por los mismos actores que hoy en día dan su cara al mundo, las cuales no tuvieron eco en la sociedad y dieron paso a que se siga alimentando esa bestia insaciable de la depravación mental disfrazada con una sotana e indulgencias.
Son varios los criterios que se manifiestan, inclusive defensores del sector acusado, los cuales hasta cierto punto podrían a llegar a entenderse en un primer análisis superficial pues, de pronto un gran conglomerado de creyentes son testigos vivenciales de cómo se va desmoronando de a poco una institución que pregonaba moral, ofrecía perdón y concedía bendiciones, claro está, el desprestigio es ocasionado por sus miembros mas no del organismo como tal, no obstante es conocido por todos que la cara de una entidad es la representada por sus actores. De otro lado vienen los alegatos de las personas que en primera instancia sufrieron ataques a su integridad, seguida por los allegados a ellos o simplemente quienes con el caminar del tiempo de a poco han ido abriendo los ojos, desarrollando un criterio que los ha situado en un bando contrario al religioso.
Dentro de todo el escándalo que incluye remoción de estatuas rellenas de ego, camuflaje a nombres de paraninfos, retiro de mega retratos de instituciones educativas, marchas multitudinarias, entre otros, nos hemos encontrado con un manifiesto proveniente de la máxima autoridad clerical cuencana en el cual se emiten ciertas recomendaciones que desde todo punto de vista son concebidas como laxas ante la magnitud de los daños ocasionados a los miembros de una sociedad. Claro está, peor es no hacer nada. Sin embargo, cualquier pronunciamiento y pedida de perdón no puede eximir ni peor aún pretender que se olvide que es la Justicia civil la que debe intervenir con todo su peso e imparcialidad, llegando a condenar con toda la severidad del caso a los responsables directos, encubridores que de seguro existen y también a quienes tiempo atrás se encargaron de refundir en los archivos cuando se desestimaron las denuncias recibidas.
No nos queda más que enviar todo respaldo y aliento a quienes hoy en día enarbolan una incansable lucha por la justicia y la verdad, pretendiendo resarcir lo ocurrido décadas atrás con criaturas que muy probablemente ni siquiera comprendían lo que sucedía. (O)

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