sábado, 28 de abril de 2018

Cazando sombras

Alberto Ordóñez Ortiz
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En materia de confrontación con la narco-guerrilla, andamos en círculos. Desenrumbados. Sin Norte. Perdidos. No se trata tan sólo de aprehender a “Guacho” y ponerlo a órdenes de la justicia, como con justificada insistencia se pretende. No, porque Guacho no pasa de ser sino un simple número -importante por lo que representa para nosotros- entre un extenso conjunto de números establecidos posicionalmente o en rangos, a la manera de un ejército. Tenemos que comenzar por entender que su estructura o, dicho con más propiedad, su superestructura no depende tan sólo de una persona, sino de un vasto conjunto que, además se ha insertado en la propia organización del país, comenzando con los que viven en la frontera y escalando a niveles cada vez más altos que, eventualmente, -la experiencia de otros países lo dice- alcanza o podría alcanzar a las más altas jerarquías. Hay que también poner acento en el hecho de que si cualquiera de tales [números] desaparece, tienen en lista de espera no sólo uno, sino multiplicidad de posibles relevos. En suma, estamos frente a una superestructura que en la práctica resulta poco menos que invisible. Sus nichos de ocultamiento van de lo privado a lo público y viceversa, lo que en buen romance significa que habría elementos del propio Estado encargados de camuflarla y protegerla.
Entonces, sin que haya lugar para la duda: su organización es lo que más se aproxima a la perfección. Un conjunto de precisas y concordantes interrelaciones que no son estáticas y que pueden ser prontamente modificadas si las circunstancias lo exigen, son las que la conducen con un rigor de corte casi científico. No de otra manera se explica que ningún país del mundo haya podido impedir el ingreso de la droga, o la práctica del narco lavado, salvando desde luego, sus eventuales confiscaciones que, en algunos casos podrían ser intencionales -según se dice- para desviar la atención y permitir el ingreso de los más rentables cargamentos. Su poderío económico que rebasa a cualquier economía planetaria ha hecho que las soberanías sean de simple papel. Atravesarlas sin mayores sobresaltos, si pretendemos graficar su real poder, es su todopoderosa e inigualable y dominante soberanía.
Confrontarla es una de las tareas más complejas. Más todavía para un país que como el nuestro no dispone de ninguna preparación para enfrentarla. Se torna preciso, entonces, viabilizar la celebración de convenios o multiconvenios con los más países con mayor experiencia y por tanto dotados de los sistemas más avanzados en esa ardua materia. La capacitación en centros especializados internacionales a favor de quienes ostenten los más altos rangos en nuestras Fuerzas Armadas, en la Policía Nacional y en la Senain, principalmente, son tareas impostergables.
Me atrevo a creer que nuestra tarea fundamental -emprendida sin excepción por todos los países- es la de incautar la mayor cantidad de droga posible, porque esa es al momento la única forma de debilitarla. Estamos frente a un enemigo que a la vez -valga la metáfora- está en todas y en ninguna parte, lo cual nos lleva a concluir que estamos cazando sombras. (O)

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