viernes, 10 de noviembre de 2017

¿En serio, usted le cree a María José Carrión?

  en La Info  por 
La Asambleísta sentada al lado del presidente Moreno es María José Carrión. Es la misma que en junio pasado tendía alfombra roja en la Asamblea para que Jorge Glas, en vez de comparecer, hiciera un verdadero show. Ahora seguramente es favorable a su enjuiciamiento.
Carrión no es la única que después de ser correísta, es candidata a ser morenista. Todo el mundo, como dicen los abuelos, tiene derecho a equivocarse y a enmendar. El problema no es ese. La duda que suscitan muchos dirigentes de políticos de Alianza País, como Carrión, Viviana Bonilla, Mauro Andino…, no tiene que ver con su maleabilidad política ni con su lealtad. Eso sería poca cosa. Tiene que ver con su capacidad, infinita e inextinguible, de desvergüenza. Caretucos dijo premonitoriamente Rafael Correa.
El gran problema para la democracia es que Alianza País formó una camada de políticos que fueron cínicos con Correa. Y que hoy, con el mismo cinismo e igual desparpajo, se dirán morenistas. Hoy queman lo que adoraron ayer. Así hacen política. Cualquiera dirá que los políticos que les precedieron eran igualmente cínicos. Muchos, posiblemente. Pero nunca hubo una escuela política en la que religiosamente, desde el jefe hacia abajo, se pregonó una cosa y se hizo otra. Nunca hubo una escuela en la que los productores de mentiras se encargaban de justificarlo todo bajo un manto espeso y repugnante de hojarasca ideológica destinada a moralizar a sus críticos.
Defender a Glas o enjuciarlo; proteger a Pedro Delgado o pedir su extradición; decir que la deuda externa es de $28 mil millones o de más de $60 mil millones; aceptar un sobreprecio por los terrenos de los Samanes o decir que fue un error de buena fe; convertir Yachay en una universidad de talla mundial o decir que fue un vil engaño… pues resulta que es lo mismo. Los que dijeron una cosa, pueden afirmar hoy lo contrario.
Y esos mismos personajes quieren hacer creer que su volte-face es una prueba más de su legítima preocupación por los grandes intereses del país. Basta con ver, para convencerse, las declaraciones de Viviana Bonilla o de María José Carrion. Hoy están con Moreno y contra Correa como ayer estuvieron con Correa alabándolo y a su servicio. Pero nada dijeron de los chalecos de Ricardo Anton, de las ambulancias de Carolina Chang, de Dayuma, de la valija diplomática, de los pativideos, del caso Duzac, de los radares chinos, de la refinería de esmeraldas y la del Pacífico, de la corte cervecera, del peculado en el Miduvi, de los elefantes blancos… que se regaron por el país.
Hoy se dirán morenistas. Y, copiándolo, podrán decir que respetan la libertad de expresión y la independencia de la Justicia. Pero nada dijeron de la sentencia contra diario El Universo, el exilio de Emilio Palacio, el hostigamiento a Jorge Ortiz, los atentados contra la prensa del impresentable Carlos Ochoa, los juicios contra los estudiantes del Mejía y los 10 de Luluncoto, la persecución contra la Comisión de la Verdad y la Comisión Anticorrupción…
Hoy pueden decirse morenistas y afirmar que en la Asamblea votarán según sus convicciones y no según las imposiciones que se dictan en Bruselas. No se puede olvidar que esa misma Asamblea (con pocas caras nuevas) nada investigó (30-S, muerte del general Gabela…), no censuró funcionarios del correísmo y mas bien se opuso a que comparecieran los responsables de la economía (para dar las verdaderas cifras), de la política petrolera, del caso Odebrecht… Hasta Augusto Espinosa, que debe responder por la violación de niñas y niños en las escuelas, fue debidamente protegido.
¿Qué valen los volte-face de políticos con esta hoja de vida? Ciertamente pesan dentro del juego de sumas y restas del juego político. Pero más allá de eso, ¿qué vale su palabra? ¿De qué ética pública nos entretienen? ¿Qué valores encarnan? ¿Acaso no creen que se nota su afán por seguir en lo mismo, con el mismo poder y las mismas canonjías diciendo, si les toca, otra cosa? El cambio que el país pidió (y que debe pesar en las cifras de popularidad de Lenín Moreno) es contra toda esa desvergüenza, ese doble discurso, esa caretucada. Contra ese cinismo hoy disfrazado en frases como “la lealtad no es con un líder sino con un proyecto”. Pues bien: en nombre de ese famoso proyecto se cometieron desafueros y atracos durante diez años recogidos en extensas listas, todas incompletas, porque la realidad del correísmo desbordó las más funestas expectativas. Eso es el proyecto.
María José Carrión, Viviana Bonilla, Mauro Andino y compañía pueden hoy decirse morenistas y hablar, con aire de que la opinión les crea, de los más altos intereses del país: la opinión hoy sabe que su palabra, sus valores y su sentido de la ética están al servicio del mandatario de turno.

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