miércoles, 29 de noviembre de 2017

¿Por qué nadie toca a Correa, el jefe de la corrupción?

  en La Info  por 
Jorge Glas, preso y procesado. Richard Espinosa, destituido. Ex ministros suyos, presos. Ex funcionarios presos, investigados o glosados. La Contraloría desborda de informes sobre su administración opaca. Y Rafael Correa, nada.
Correa ha vuelto enfundado el traje de eterno justiciero. Vino a acusar de traidor a Moreno por no obedecerle. A manipular la Corte Constitucional para evitar su muerte política. A complotar contra el actual gobierno y restregarle que no haya hecho casas ni repartido bonos, cuando él dejó sobre endeudado al país y quebrada su economía. Vino a imputar y empapelar a los otros cuando, en realidad, es él el responsable de diez años de atropello a los derechos humanos, despilfarro ruin en un país pobre, elefantes blancos en todo el territorio, contratos secretos y corrupción desaforada.
Él cree que sigue bañado en teflón. Nada le afecta, nada le concierne, de nada es responsable. ¿No dijo que el jefe del Estado no era solo jefe del poder Ejecutivo sino jefe de todos los demás poderes, los organismos de control, Superintendencias, Procuraduría y Contraloría? Huelga preguntar, entonces, si intervenía en la designación de esos funcionarios. Huelga demandar, entonces, si sabía lo que ocurría en su gobierno y en la administración. A sus ojos, él es autor de las bondades de su gobierno, pero ajeno a los desafueros y a los actos de corrupción.
¿A cuántos metros de su oficina trabajaba Jorge Glas? ¿Quién le otorgó el poder que le permitió intervenir como director de orquesta en los sectores estratégicos? ¿Quién lo facultó, en nombre del gobierno nacional, a negociar contratos? ¿Quién autorizó a que pactara corruptamente el retorno de Odebrecht? ¿Esa autoridad delegada no involucra responsabilidad alguna de parte del ex presidente? Como Glas, también él cree no ser políticamente responsable de nada. Ni siquiera de lo que hizo Glas que trabajaba a decenas de metros de su oficina.
Abdalá Bucaram pasó 20 años fuera del país por haber firmado un decreto que exoneró de procedimientos precontractuales la compra de mochilas escolares. ¿Cuántos decretos de emergencia firmó Correa? Alrededor de un centenar. Al haberlo hecho, es corresponsable de los ilícitos y los sobreprecios que, en ese campo, en su gobierno fueron la regla; no la excepción.
Correa es responsable de los contratos reservados que, sin derecho alguno y a espaldas del país, negoció con la China. Esa responsabilidad se extiende al manejo antojadizo de los campos petroleros, los contratos lesivos y amarrados que impidieron que el petróleo saliera al mercado y la entrega de campos a Venezuela o a la empresa Schulemberger. Es responsable del asalto que se cometió en la Refinería de Esmeraldas. Repotenciarla costó casi lo mismo que instalar una nueva y el resultado es un frankenstein a punto de colapsar. Es responsable de haber botado $1200 millones en la Refinería del Pacífico porque no oyó a aquellos que recomendaron no emprender ese proyecto y tampoco oyó a los militares que desaconsejaron emprenderlo en ese sitio. Es responsable del engaño a la fe pública que se montó, por ejemplo, en Yachay.
Es responsable de haber manipulado las cifras de la deuda del país y de haber pactado préstamos a altas tasas de interés con la China, cuando podía obtenerlos, en mejores condiciones, con los organismos multilaterales. Es responsable del despilfarro miserable; característica de casi todos los entes de su gobierno durante años y que ahora salta como canguil en los informes de la Contraloría. Es responsable de la ola de corrupción desenfrenada que se instaló en el país. Esa es la consecuencia directa de haber cooptado todos los organismos de control para que nada se supiera. Fue él quien puso y defendió a un fiscal ciego y corrupto, a un contralor avivato y corrupto y a un grupo parlamentario zalamero que encubrió todo, hasta la náusea.
Que Correa venga orondo a pesar de la eterna lista de actos de corrupción, abusos de poder y atentados a los derechos humanos; que esté manipulando la Corte Constitucional y no aparezca mencionado en ninguna investigación, prueba en especial tres cosas: el miedo que instaló, su capacidad de intimidación y el vacío institucional (basado precisamente en esos funcionarios y esas cortes que puede manosear) siguen intactos.
Que nadie lo toque a sabiendas de que fue el jefe-macho-alfa de toda esta década de corrupción, mientras todos sus funcionarios  están bajo sospecha, investigados o presos, muestra que, a pesar de su debilidad política, Correa sigue secuestrando la institucionalidad que implantó. ¿Quién apuesta, en esas circunstancias, que la consulta no corre peligro?
Foto: Vista

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