lunes, 20 de noviembre de 2017

… Y ahora Glas quiere verle la cara a la CIDH

  en La Info  por 
“Ahí donde algunos ven un terreno, yo veo una refinería”: esta declaración de Jorge Glas, hecha sobre el peladero donde el gobierno botó, con coimas, $1200 millones para la refinería del Pacífico, es elocuente: si el Vicepresidente ve una cosa, es porque hay otra.
Quizá esa es la forma como el correísmo se relaciona con la realidad: ahí donde Rafael Correa veía una mesa servida, hay un pésimo manejo de la economía. Ahí donde René Ramírez veía a Tesla invirtiendo $3.000 millones en Yachay, hay un engaño monumental. Y ahí donde el país ve coimas por $13.5 millones de Odebrecht, Jorge Glas ve una venganza… La retahíla puede ser inmensa.
Nada extraño, en esas circunstancias, que el abogado de Glas, Eduardo Franco Loor, recurra a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para pedir medidas a favor de su cliente. Ni que Rosa Mireya Cárdenas, asambleísta correísta en el Parlamento Andino haya enviado un texto a la misma CIDH para respaldar las medidas cautelares pedidas por Franco Loor para Glas. Y no es extraño porque ahí donde  los ciudadanos veían un organismo del sistema interamericano de Derechos Humanos, el correísmo veía una empresa recolectora de basura: Rafael Correa la comparó con Vachagnon, la empresa que hacía esa tarea en Guayaquil.
Durante años, Correa maltrató la CIDH. La mostró como un instrumento de la política imperialista de Estados Unidos. Maltrató a sus funcionarios. Los mostró como viles burócratas reducidos a cumplir órdenes de Estados Unidos, que según decía, era el único país que financiaba su actividad. Y como su sede está en Washington quiso anclar la idea de que, por eso, carecía de independencia.


Correa se esforzó en equiparar la actividad de esa comisión con un brazo jurídico al servicio de la derecha reaccionaria contra los gobiernos supuestamente progresistas de la región. A su parecer, la CIDH no defendía los derechos humanos: se inmiscuía en los asuntos internos de los países soberanos pretendiendo dictar políticas públicas.
Correa y el correísmo (Jorge Glas incluido) nunca reconocieron que la CIDH tuviera atribución para dictar medidas cautelares. El caso más emblemático fue el de Cléver Jiménez, Fernando Villavicencio y Carlos Figueroa, perseguidos por Correa por haberlo supuestamente injuriado. Su aversión a la CIDH fue de tal magnitud que en enero de 2015, en Costa Rica, en la III Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) no dudó en llamar comisaría de quinta categoría al organismo al cual recurre hoy Jorge Glas. Sus críticas arreciaron tras la decisión de la CIDH, anunciada a finales de 2015, de admitir la demanda planteada por los directivos de El Universo. Esta se basó en el fallo de las cortes que ratificaron un pago de $40 millones y tres años de cárcel por un artículo de Emilio Palacio y la CIDH la aceptó de conformidad con el artículo 46 de la Convención Americana sobre Derechos humanos.
Ilegítima, mangoaneable, útil a los intereses del colonialismo… ¿Qué no dijo Correa sobre la CIDH? Su campaña llegó al punto de desconocer –y los jueces lo siguieron– las medidas cautelares que dictó esa comisión. Pues bien, ahí donde Correa, Glas y el correísmo en general vieron un agente del imperialismo al servicio de sus críticos, ahora Franco Loor y Rosa Mireya Cárdenas ven un digno tribunal susceptible de defender a… Jorge Glas. ¿Eso cómo se llama en español? Incoherencia y todos sus sinónimos: incongruencia, absurdo, contradicción, discordancia… En el lenguaje de Correa caretuquismo. Ramplón y rancio. Impresionante.
Glas, mediante su abogado, y Rosa Mireya Cárdenas no solo son desvergonzados: creen que la CIDH –quizá por estar en Washington al servicio del imperialismo, como decía Correa– no se entera de lo que pasa en Ecuador. Ni ha oído hablar del caso Odebrecht. Ni del proceso arbitral de Caminosca, que se llevó a cabo en EE.UU. Ni del juicio de divorcio de Tomislav Topic en el cual su ex esposa dijo, en una corte estadounidense, cosas poco dignas para un vicepresidente de la República.
Los dos hablan de que Glas es víctima en Ecuador de un encarcelamiento “ilegal e improcedente”. Y Mireya Cárdenas, en su escrito, explica el motivo: “una tenaz e injusta persecución política y judicial, que ha implicado la destrucción de su imagen pública, a través de un linchamiento mediático”. Un discurso bien rodado para decir que Glas es un político impoluto que un vil gobierno, de su mismo partido, persigue políticamente. En sus escritos no existe Odebrecht. Tampoco los sectores estratégicos. Ricardo Rivera, ¿quién es Ricardo Rivera? No hubo coimas de Odebrecht por $13,5 millones. Y si las hubo, esa empresa corruptora se las dio a Ricardo Rivera porque le cayó bien. ¿Y los $5,7 millones que Tomilas Topic dio a Rivera? Cierto, fue una cortesía. Rivera no tiene la culpa de caerle bien a tanto contratista. Y Glas no tiene la culpa de que sea su tío.
En el fondo, no es que Glas (mediante su abogado) y Rosa Mireya Cárdenas quieran verle la cara a los miembros de la CIDH. Lo que ocurre es que son correístas. Y ya se sabe lo que eso significa: ver una refinería donde solo hay un peladero.

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