lunes, 3 de febrero de 2020

JUAN CUVI
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Alexis Mera y el diablo
Alexis Mera acaba de protagonizar el acto de cinismo más espectacular de nuestra historia reciente: se declara víctima de una administración de justicia parcializada. Como si no fuera la misma justicia diseñada y organizada por él para perseguir a los opositores y críticos del correato.
Mera pasará a la historia como uno de los personajes más siniestros de la política nacional. Durante una década manejó a su antojo el sistema judicial del país. Y lo hizo hasta en los más mínimos detalles, a tal extremo que bien le cabría la frase de que en la justicia ecuatoriana no se movía una hoja sin su consentimiento. Juicios, nombramientos y hasta sentencias pasaban por su ojo vigilante.
Hoy, cuando se destapan las interminables arbitrariedades jurídicas cometidas durante el anterior gobierno, se confirma lo que era un secreto a voces.  La absolución de varios inocentes implicados en el 30-S, por ejemplo, pone en evidencia un perverso mecanismo de denegación de justicia con fines políticos. Y así seguirán saliendo a la luz más casos.
Como aplicado discípulo de León Febres Cordero, Mera entendió la conveniencia de controlar el aparato judicial como un recurso para apuntalar el poder. Al final, resultó ser un émulo corregido y aumentado del expresidente. En menos tiempo consiguió lo que los socialcristianos no lograron en décadas: una refinada combinación de cooptación y amenazas para montar un aparato que aseguraba simultáneamente venalidad e impunidad.
LA RECUPERACIÓN DE LA JUSTICIA PROMOVIDA POR MORENO NO HA SIDO, EN LA PRÁCTICA, MÁS QUE UNA REPROGRAMACIÓN DEL DISCO DURO. HAY QUE RECONOCERLO. LOS MISMOS OPERADORES CON LOS MISMOS VICIOS, PERO RESPONDIENDO A OTRO PATRÓN.
Pero el cálculo la falló. Como viejo abogado, Mera estaba perfectamente consciente de que los operadores judiciales navegan con el viento del poder. La continuidad de Alianza PAIS en el gobierno auguraba la perpetuación del mismo modelito afinado, aceitado y consolidado durante diez años. Pero jamás imaginó que el huaracazo saldría de sus propias filas.
La recuperación de la justicia promovida por Moreno no ha sido, en la práctica, más que una reprogramación del disco duro. Hay que reconocerlo. Los mismos operadores con los mismos vicios, pero respondiendo a otro patrón. En ese sentido, a Alexis Mera le están purgando con su propia medicina. Lo gracioso –porque no cabe otro calificativo para tanto cinismo– es que el gran inquisidor ahora declara paladinamente que está "moralmente destruido". ¿Qué opinarán las miles de víctimas de la persecución correísta?
El caso que nos ocupa tiene relevancia porque simboliza la quintaesencia de los abusos del poder. Es la muestra palmaria de la instrumentalización institucional y del relativismo jurídico. Es la arbitrariedad lleva al extremo del capricho: Correa disponía los atropellos y su secretario jurídico los ejecutaba.
Mera encarna el drama, la angustia y la desesperación de la horda de correístas corruptos hoy sentados en el banquillo de los acusados, víctimas de su propio invento. Sintetiza la vieja parábola de la reversión del crimen. Como católico confeso y practicante, ¿interiorizará algún arrepentimiento? ¿O, como acucioso devoto del diablo del poder, simplemente se jalará de los pelos por la mala paga recibida?

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