lunes, 22 de diciembre de 2014


Mauricio Gándara Gallegos
Jueves, 18 de diciembre, 2014
Madame Déficit
El pavoroso déficit fiscal de la Francia de fines del siglo dieciocho, que obligó al rey a convocar a los Estados Generales –al cabo de doscientos años–, el pueblo se lo atribuyó a la reina María Antonieta, que construía palacios privados, alejados de Versalles, donde recibía exclusivamente a sus favoritos y favoritas, a los que concedía cargos, pensiones y prebendas, y la motejó –a la reina– como “Madame Déficit”. Cuando la reina se dio cuenta de sus errores, cortó gastos, detuvo la ampliación del Palacio de Saint Cloud, se alejó de sus favoritos, pero ya era tarde. Los Estados Generales se convirtieron en Asamblea Nacional, expidieron una Constitución, dieron al traste con la monarquía, guillotinaron a los reyes, y a otros, en el Régimen del Terror. Así ocurrió en la Revolución Francesa.
Esto es lo que ocurre cuando los Gobiernos entran en un frenesí de gasto, de construcción de obras, palacios, sin hacerlo con modestia, sin relumbrón, pensando solamente en la utilidad general que pueden generar. Las cosas van mal cuando para ejecutar sus planes faraónicos, multiplican los gastos ordinarios permanentes; crean cargos innecesarios, crean ministerios donde acomodar a partidarios, amigos y parientes. Y la situación se agrava, cuando, para cubrir las necesidades de Madame Déficit, se recurre a empréstitos que cada vez hunden más al país; el próximo déficit es financiado con nuevos empréstitos que lo agrandan todavía más y obligan, en el año siguiente, a nuevos empréstitos que cubran el anterior y el nuevo déficit. La situación se torna insostenible cuando el Estado ve reducidos sus ingresos extraordinarios con los que antes financió sus derroches.

Una situación como la que empieza a vivir el Ecuador por el inmenso gasto público, el demencial déficit presupuestario, combinado con el desplome de los precios del petróleo, no admite medidas tibias; una situación extraordinaria necesita de medidas extraordinarias. La primera de ellas será la del recorte sustancial del Presupuesto, calculado con un precio del petróleo a $ 79,80, cuando el precio del ecuatoriano ronda, actualmente, los $ 50. La recomendación internacional es la de que el déficit fiscal no debe rebasar el 3% del Producto Nacional Bruto, y el actual es de doble dígito. Si el Gobierno proyecta crear impuestos, elevar los actuales, deberá empezar dando muestras de su voluntad de suprimir los gastos innecesarios. Deberá reducir el número de ministerios y entidades públicas a los niveles con los que inició su actuación. Nada hacen ministerios de fantasía: de la felicidad, de la meritocracia, etcétera. El propio presidente deberá dar ejemplo de austeridad: podría reducir a uno solo sus aviones, suprimir los viajes internacionales superfluos, como aquellos de asistir en Buenos Aires a una convención de boy scouts, o a recibir en otros países los manoseados doctorados honoris causa, que poco significan; recordemos que Evo Morales cuenta con más de veinte, aunque confiesa no haber leído un solo libro. Deberá renunciar a construir un nuevo Palacio Presidencial en el cuartel Epiclachima. Madame Déficit y la salud del pueblo ecuatoriano se lo demandan, se lo exigen. Deberá concentrarse en todo esto y renunciar a su reelección indefinida.(O)

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