jueves, 27 de octubre de 2022

 

POR: René Cardoso Segarra

Publicado en la Revista El Observador (junio 2022, edición 129) 

 


Descaro
Una de las peores infamias de un ser humano es aprovecharse del dolor de las víctimas
para beneficios personales. Ya tuvimos el horror de los negociados por parte de personajes corruptos, miserables, en la venta de insumos médicos cuando la pandemia mataba diariamente a centenares de ciudadanos.

Cuando hace poco la naturaleza embraveció y ocasionó muertes y pérdidas de viviendas en el sector de Sayausí, los propios pobladores con la ayuda valerosa del cuerpo de bomberos, policía nacional, cruz roja y el ejército, tuvieron que enfrentar con estoicismo esa tragedia. Y claro, en medio de un paisaje desolado, apareció el alcalde de la ciudad para hacerse videos y fotografías, asumiendo en forma teatral conductas que inmediatamente evidenciaban su actitud postiza: abrazar perros, aparecer agitado y con el rostro enlodado, posar para sus equipos de comunicadores.

Hace algunas semanas tuvimos otro escenario de manipulación política de la situación de inseguridad que vive nuestra ciudad. Y en esta ocasión el mitin político se trasladó a un emblemático espacio ciudadano, el Salón de la Ciudad. El burgomaestre usó este auditorio como en casa propia. Arengó a sus súbditos, servidores municipales, dirigentes barriales y público en general, a echar la culpa a otros. Un auténtico y desvergonzado lavatorio de manos. ¿Acaso él como máxima autoridad no tiene las suficientes atribuciones para, en un trabajo armonioso junto a otras autoridades de la ciudad y provincia, liderar y ejecutar acciones concretas que contrarresten la inseguridad que sentimos los ciudadanos? ¿Qué ha hecho sobre este tema en los tres años y medio que se mantiene en el poder? ¿A qué se destinan los dineros recaudados por la tasa de seguridad ciudadana que todos pagamos anualmente, que son valores altos que se incluyen en el predio urbano? ¿Por qué a la conclusión de su mandato le aparece este cuadro febril?

El respeto a la seguridad de las personas, la no violencia, se debe comenzar practicando en casa. Recuerdo unas declaraciones del mismo alcalde cuando aseveraba que el mayor índice de agresiones se da al interior de las familias. No dudo que así mismo sea. Pero él debería dar ejemplo dentro del propio municipio, su casa. Pregunto: ¿Acaso no es una práctica sutil de violencia obligar a todo funcionario municipal, en especial a quienes dependen de su estabilidad laboral en la renovación de sus contratos, a replicar en sus redes y muros el proselitismo del alcalde? ¿Acaso no es violencia el acoso laboral a honestos funcionarios por el solo hecho de no participar en el servil rebaño de mansas ovejas, hasta cansarles y conseguir su salida?

Y lo que nos ha indignado a muchos es ver las terribles imágenes que circulan en las redes en la que una fuerza de choque manejada por el alcalde, mal llamada “guardia ciudadana”, agrede brutalmente a un humilde vendedor que se encontraba cruzando con su pequeña carretilla uno de los puentes de la ciudad. Simplemente constituyó un acto abusivo y cobarde, una escena muy dolorosa casi copiada de imágenes nefastas cuando violentos nazis les caían a palazos y puntapiés a personas por el solo hecho de ser judíos. Sin lugar a dudas es un municipio represor y que roba la mercancía de estos modestísimos vendedores ambulantes, mientras otros gordos negocios de comida se han apoderado del lugar más visible de la ciudad: el pórtico de la Catedral de la Inmaculada Concepción.

¿Qué autoridad moral tiene este personaje para convocar a una “marcha blanca” por la paz? Sí, nos queda claro que esta atropellada manifestación constituyó un acto desesperado de campaña política del burgomaestre y sus acólitos para tratar de blanquear sus imágenes, tan irremediablemente deterioradas, buscando su reelección; como lo acaba de realizar, en un acto también populista, la alcaldesa de Guayaquil con su “marcha negra” de camionetas y guardias municipales.

Cuenca necesita de urgencia el liderazgo municipal de personas capaces, honorables, con experiencia, con resultados más que con vacíos discursos, selfis y poses fingida que impulsen una administración municipal eficiente, transparente, democrática y respetuosa de la misma ciudad y de los derechos ciudadanos.


Y el Ministeri de Cultura?
CERO, sí, ésta es la nota que le pondría al gobierno del presidente Lasso y a su ministra de cultura en la evaluación del cumplimiento de sus obligaciones en un sector tan importante, delicado y estratégico para la buena marcha de un país rico en sus diversas culturas. El Presidente en su discurso de rendición de cuentas no dijo absolutamente nada sobre cultura. En el área de mi conocimiento, los museos locales, lo señalo con énfasis: el complejo cultural del Museo Pumapungo se encuentra en muy delicada situación, debe ser declarado en estado de emergencia. El ministerio mencionado en lugar de dar soluciones a graves problemas por los que atraviesa, ha causado irresponsable retroceso, ha sido negligente para acoger informes y recomendaciones. Es un Museo que mantiene complejos problemas en la conservación y documentación de sus colecciones, en los procesos de investigación, en sus contenedores y arquitecturas que se encuentran en muy precarias condiciones; solo para citar unos pocos. Me imagino que similar situación correrán los museos y archivos históricos de otras ciudades como Quito y Guayaquil. Personal valioso que prestaba sus servicios en Pumapungo , ha preferido renunciar. La politiquería lo ha invadido todo. Pumapungo se ha convertido, tristemente, es una simple sucursal de un lejano y centralista ministerio con una ministra a quien no le interesa los cambios profundos y que al contrario se encuentra cómoda con ordenar maquillar y esconder las críticas realidades del Museo, su Teatro, el parque arqueológico y el edificio del ex-colegio Borja. Seguramente le han ocultado al Presidente esta calamitosa situación. Y claro si el primer mandatario sigue preguntando a los gatos despenseros le dirán que nada pasa, tratarán apresuradamente de ocultar la basura bajo la alfombra. Espero en algún momento conversar con el Señor Presidente, mostrarle documentadamente -o incluso mejor “in situ”-los problemas y posibles soluciones.

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