lunes, 11 de febrero de 2019

Cómo hacer del delito un acto de honor
En el caso de la ex legisladora Galarza, la conclusión es por demás simple: su defensa se centró en la conservación de su chamba. Maximiliano de Habsburgo, en cambio, estaba convencido en parte de su misión disciplinaria, aunque sabía que por detrás el Imperio francés se jugaba grandes intereses económicos y comerciales. En el caso de los correístas obtusos, algunos pueden estar todavía convencidos de que estaban transformando al país, aunque sabían perfectamente que una cúpula corrupta hacía los negocios de su vida.
07 de febrero del 2019
POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
La ex asam-bleísta Ana Galarza argu-menta que los enormes aportes que ha hecho a la patria son sufi-cientes para eximirle de las irregula-ridades adminis-trativas come-tidas en sus funciones".
Noticias del Imperio es una voluminosa novela escrita por el recientemente fallecido Fernando del Paso. Narra la historia de la aventura imperial francesa en México, a mediados del siglo XIX.
Uno de los episodios más dramáticos del relato es el sitio de Querétaro a manos de las tropas juaristas. Acorralado y sin opciones, Maximiliano se niega a aceptar la propuesta de escapar del asedio al amparo de la noche y disfrazado. Esa opción –dice– no es digna de un Habsburgo.
Uno de sus más cercanos acompañantes intenta persuadirlo con el argumento de que no es lo mismo huir de la justicia que huir de la injusticia. En otras palabras, no es lo mismo que a uno lo quieran capturar por ladrón o asesino a que lo hagan por ser un emperador derrotado. Para el primer caso se aplica una justicia formal; para el segundo hay a una justica política. Huir de la justicia es una vergüenza; hacerlo de la injusticia es un honor.
Desde la visión colonialista de Maximiliano, era una injusticia que los mexicanos no reconocieran su sacrificio por intentar poner orden y gobernar un país de indios ignorantes y atrasados. La ingratitud de los dominados era equiparada con una injusticia.
Al final se negó a escapar y fue ejecutado luego de un juicio en el que a la justicia política se le añadió la justicia formal: Maximiliano era un monarca extranjero que había usurpado el cargo de gobernante de México, que había invadido el país con tropas extranjeras y que había propiciado una serie interminable de atrocidades para ejercer su poder. Suficientes razones, en aquellos tiempos, para llevarlo al paredón.
La referencia al libro de Del Paso viene a colación a propósito de la relativización jurídica con la que muchos políticos pretenden justificar actos a todas luces irregulares. Ideologizar la justicia es una táctica muy hábil para promover la impunidad.
Empecemos por un caso menor. La ex asambleísta Ana Galarza argumenta que los enormes aportes que ha hecho a la patria son suficientes para eximirle de las irregularidades administrativas cometidas en sus funciones. Su inmenso amor por el país compensa largamente la violación de ciertas normas. Sería una injusticia que la destituyan, afirma.
Más grave es el caso de los correístas obtusos. Según ellos, sería una injusticia que se condene a los responsables de la monumental obra pública realizada durante el anterior gobierno, aunque esté plagada de sobreprecios, coimas y negligencia. Desde esta perspectiva, los actos de corrupción resultan insignificantes frente a la supuesta trascendencia histórica de dicha obra. Fiscalizarles es una suerte de ingratitud; y la ingratitud, como en el caso de Maximiliano, es una injusticia. Al huir supuestamente de la injusticia, reemplazan el delito por el honor.
¿Cuánto de esta visión corresponde al convencimiento y cuánto al interés? Difícil saberlo. En el caso de la ex legisladora Galarza, la conclusión es por demás simple: su defensa se centró en la conservación de su chamba. Maximiliano de Habsburgo, en cambio, estaba convencido en parte de su misión disciplinaria, aunque sabía que por detrás el Imperio francés se jugaba grandes intereses económicos y comerciales. En el caso de los correístas obtusos, algunos pueden estar todavía convencidos de que estaban transformando al país, aunque sabían perfectamente que una cúpula corrupta hacía los negocios de su vida.

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