Alberto Ordóñez Ortiz
Por BLL -16 junio, 20181
Toda decisión trae consecuencias. Es inevitable. Está en su esencia. En el mundo político las consecuencias suelen ser mucho más graves y ruidosas, porque su zona de expansión es la amplitud sonora y convocante de la opinión pública. Su impetuoso ritmo invade y ocupa la cúspide de los acontecimientos. De allí que una opinión equivocada puede ser un salto en la oscuridad y, a veces, sin regreso. El rigor en el empleo del lenguaje, tiene que ser impecable, so pena de ser descubierto en actos de demagogia, antesala de la muerte de toda carrera pública. A los políticos les compete, pues, emplear palabras que acusen precisión, minuciosidad y altura, si no quieren que terminen como enemigas y que, a la manera de las cobras letales, puedan, -valga el símil-, responderles con su insalvable picadura. Entonces, compostura, ecuanimidad y veracidad son en materia política, exigencias permanentes.
Hay que admitir que la política se ve constantemente amenazada por los tornados inherentes a las polémicas, por la estridencia de los juicios políticos y penales, por sus encuentros y desencuentros que a la postre pueden ser una fiebre y un tormento continuos, (como el que debe padecer el ex-Vicepresidente y sus compinches de cárcel-). En su entorno, la respiración a catástrofe ya no es una posibilidad sino la piedra de molino de su abrumadora e insoportable realidad. Y digo lo que digo porque en estos mismos días acaba de ser vinculado penalmente el Economista Rafael Correa Delgado como posible autor intelectual del acosamiento y torpe secuestro de Fernando Balda -el cometido en Colombia, quien fue víctima de la brutal emboscada y persecución cerril por el solo [delito] de haber tenido la firme entereza de combatirlo con la única arma infalible: La verdad. La que ilumina, señala y marca con su fuego acusador. Las versiones de los propios ex-funcionarios de Correa le condenan y establecen de manera concluyente la “cadena de mando” que comenzaría en él. Lo ocurrido pone de relieve que ser honesto es peligroso: ¿Verdad Fernando?
Cuando ocurren cosas como las que subrayo, uno da por sentado que los políticos deberían saber que el poder no es eterno; cuestión que, por cierto, en el caso Correa, no ocurrió, sin duda porque la prepotencia desbordó su razón de corto alcance -proclamada en esta Columna en innúmeras ocasiones- hoy comprobada a plenitud y que evidenciaría la condición de ruin energúmeno en que terminó su ruidosa y hoy ruinosa carrera.
Por coincidencia extraña, en estos mismos días, también empieza a tomar forma el hecho de que la trasnochada rebelión del 30/S fue obra de su megalomanía delirante por emular al Gran Alfaro y ser un mártir histórico. En esas circunstancias la pretensión de que la Asamblea autorice -en acción inconstitucional e ilegal- la continuación de la vinculación penal contra Correa, podría convertirse en la gota que derramaría el vaso de la paciencia pública. Así las cosas, lo más probable es que los desbordes sociales no se harían esperar. Si bien sus resultados no son mensurables al momento, serían graves, extremadamente graves. (O)
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