Jalkh, el gran farsante de la justicia
Rafael Correa reconoció hoy, explícitamente, que los correos electrónicos revelados por Patricia Poleo una periodista venezolana, son verdaderos.
De paso, el ex presidente agrega otra cualidad al perfil de Gustavo Jalkh: una sinuosidad galopante. Hay que ver al Presidente del Consejo de la Judicatura explicando los correos filtrados que muestran dos realidades ingratas para él. Una: como administrador de la Justicia fue un subordinado de Rafael Correa. Dos: la Justicia, lejos de ser modernizada, fue manoseada –sistemáticamente manoseada– por el poder político y puesta a su servicio.
Jalhk también construyó un relato favorable a la gestión que desarrolla en la Judicatura desde 2013. No solo habla de las instalaciones remodeladas. Habla de los salarios, de los concursos técnicos y transparentes, del establecimiento de una carrera entre los jueces, de las evaluaciones, de los estándares éticos que hoy, según dice, hay en la función judicial.
Es evidente que miente. Los correos muestran al gobierno metiendo mano en la justicia y orientando los fallos; muestran a Alexis Mera, secretario jurídico de la Presidencia de Correa, disponiendo y mandando callar incluso al defensor del pueblo; muestran a Correa ordenando y pidiendo cuentas al propio Jalkh. Es evidente que esos correos revelan cómo él y ciertos jueces fueron usados por Alianza País para fines estrictamente políticos. Pero, ante las evidencias, Jalkh asume el viejo estratagema de negar y sembrar las dudas. Lo hace de dos formas. La primera es portarse garante de la independencia, la autonomía y los valores éticos de la función judicial. Como si su palabra tuviera valor y él no estuviera cuestionado por haber sido exactamente lo contrario de lo que dice ser. La segunda –apta para especialistas en eslalon– es hacer creer que esos correos son falsos. No se atreve a decir que lo son. Pero, sinuoso y retorcido, dice que pudieron ser alterados, que pudieron ser modificados… que quizá no son lo que son.
En la entrevista con Carlos Rabascall, Jalkh estira las sábanas. Dice que no es malo que un presidente de una función tenga una conversación con un presidente de otra función. Es deseable, dice, para construir políticas públicas. ¿Quién pudiera contradecir aquello? Pero eso no es lo que enseñan los correos. Esos textos lo muestran rindiendo cuentas a Correa. Lo pone al tanto sobre la jueza que destituyó por haber otorgado un habeas corpus a Álvaro Noboa, sobre quien pesaba una orden de arraigo. Recibe copia del mensaje enviado por Correa a Alexis Mera sobre una jueza que admitió a trámite una demanda de Fundamedios sobre la prohibición de Correa a sus ministros de dar entrevistas a los medios no contralados por el gobierno…
Ese mismo Jalkh, que dice que solo conversaba con el presidente de otra función, mezcla asuntos de Estado con chacota de panas. “La próxima me uno en el aeromodelismo” dice a Correa en uno de sus mails supuestamente institucionales. Por supuesto, Jalkh sostiene que el intercambio de comunicaciones se realizó siempre “en el ámbito de nuestra competencia”. Y cuando le preguntan sobre las consecuencias que tiene haber sido Secretario Particular del Presidente, él –sinuoso y retorcido– elude la pregunta y responde que todo eso ha servido en su experiencia pública. Nada extraña a Jalkh. Nada sabe sobre la utilización de un juez en el escándalo –paradigmático en el correísmo–de diario El Universo. No fue, dice, en su gestión en el Consejo de la Judicatura. Claro que no fue. Pero ese juicio se entabló, se desarrolló y el gobierno lo ganó, con juez de bolsillo, durante su gestión como Secretario Particular del Presidente. Es decir, él seguramente tuvo que ver con ese escándalo y participó en el montaje desvergonzado en el cual el juez Paredes recibió, ya escrita, la sentencia. Y si nada sabe del juez Juan Paredes, nada debe saber de Lucy Blacio, Patricio Pazmiño y otros jueces de igual calaña usados descaradamente por el correísmo.
¿Qué podría sorprender a Gustavo Jalkh en esas circunstancias? ¿Qué idea de independencia de funciones puede tener él que, además de ministro y secretario de Correa, fue su anfitrión en largas veladas con guitarreadas, en su antiguo domicilio en la zona La Paz en Quito?
Jalkh no se asombra de lo que hizo y dejó hacer al Ejecutivo con la justicia. Se altera de que ahora se sepa por la publicación de correos electrónicos. Y en vez de renunciar porque su conducta es indigna de un cargo donde se requiere independencia, autonomía y ética, copia la retórica de Correa: la divulgación de esos correos, dice, es un acción ilegal y orquestada por fuerzas oscuras para atacar la función judicial. Fuerzas políticas que seguramente quieren “tomarse la justicia”… que, con su concurso, pasó a pertenecer a Alianza País. En este punto, Jalkh y Correa, untados por los mismos secretos, dicen lo mismo y defienden lo mismo.
Algunos todavía se preguntan si este Jalkh es el mismo que, en 2007, era director de Projusticia. Sí, es el mismo: otro milagro del correísmo.
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