martes, 7 de noviembre de 2017

El proceso
No habrá democracia, ni proceso, ni garantías si quienes están ahora en el poder son los mismos que callaron frente a los abusos, las violaciones y los atropellos durante la década correísta. Son los mismos que bailaron con Correa, que lo llenaron de adulos, de falsas lealtades y de reconocimientos públicos. Son los mismos que abrazaron la causa revolucionaria, que defendieron la reelección indefinida, la concentración del poder y al autoritarismo lo renombraron como liderazgo.
07 de noviembre del 2017
POR: Gabriel Hidalgo Andrade
Politólogo y abogado. Docente universitario.
A estos opor-tunistas solo les queda cambiar de caudillo, por aquel que ahora tiene el poder".
El proceso está en las barrigas y en los bolsillos. Nunca estuvo en las mentes. Ahora que Rafael Correa está fuera del poder y muchos de sus ministros están tras las rejas, nadie es defensor del correísmo, de la revolución ciudadana o de la década ganada. Todos son morenistas, dialogantes y defensores “del proceso”. ¿Qué proceso?
No habrá democracia, ni proceso, ni garantías si quienes están ahora en el poder son los mismos que callaron frente a los abusos, las violaciones y los atropellos durante la década correísta. Son los mismos que bailaron con Correa, que lo llenaron de adulos, de falsas lealtades y de reconocimientos públicos. Son los mismos que abrazaron la causa revolucionaria, que defendieron la reelección indefinida, la concentración del poder y al autoritarismo lo renombraron como liderazgo.
Son pocos los que hoy se hunden con el barco, los que mantienen su lealtad al ideario personalista y los que confirman su coherencia con el populismo arbitrario. Esos tendrán algo del respeto de todos, aun con sus posiciones retardatarias. Los demás ya empiezan a salir como roedores tras las balsas salvavidas. Hipócritas. La democracia electoral castiga con severidad a los desertores.
Un proceso es un conjunto de fases sucesivas. ¿Cuál es la fase sucesiva al correísmo? ¿Acaso es el morenismo? Ahora que se ausenta el gran caudillo de la revolución ciudadana y que han sido traicionados sus principios personalistas y autoritarios, a estos oportunistas solo les queda cambiar de caudillo, por aquel que ahora tiene el poder. Es lo mismo que cambiar de principios como mudarse de zapatos. Pero consiguen confirmar que el proceso, su proceso, no fue más que un engaño, escondido detrás de palabras bonitas y sofisticadas, dichas para apropiarse del poder y repartírselo entre ellos en forma de privilegios y recursos. Ellos son la nueva oligarquía. Hemos retrocedido, patria. No hemos avanzado.
Ya no son los principios revolucionarios los que defienden estos mantenidos por la política. Defienden su estabilidad profesional en los cargos que ocupan y su parcela de poder ganada con silencio y obediencia; defienden sus ingresos, privilegios y modo de vida. ¿Ideología? ¿Qué es eso? ¿Dirán ahora que es un invento burgués creado para mantener confundidas a las masas proletarias?
Se delatan de cuerpo entero: nunca hubo ninguna ideología izquierdista detrás de la revolución ciudadana, sino un proyecto personalista para la concentración del poder del que todos estos nuevos morenistas aprendieron y ahora ejecutan con experticia.  ¡Cuidado presidente Moreno, que los mismos que traicionan hoy a Correa podrían traicionarlo después a usted!
Pero con el hervor de una contagiosa epifanía, los mismos que justificaron durante diez años la prepotencia, el ostracismo y el abuso, ahora aparecen agarrados con henchido orgullo de la alternabilidad republicana, de la democracia dialogante y del respeto por los derechos de los demás. ¿Se olvidaron de su pasado correísta al que ahora desprecian, de sus lisonjas al padre de la patria y que prestaron sus honras para servirlas de alfombra cada vez que pasara el duche, altivo y majestuoso como el Ande?
Ahora que el máximo líder es nadie, que en sus carnes ya no resucita la patria, que perdió sus charreteras de generalísimo de la revolución, que se encuentra desnudo de poder; solo, en el autoexilio y sin su trono, parece un apestado para sus antiguos vasallos. Pocos con poder quieren defenderlo, los demás lo abandonan y traicionan. ¡Qué raro!
Pobre Correa, “el proceso” lo inmoló, diría él, como al mártir de El Ejido.
@ghidalgoandrade

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