martes, 27 de junio de 2017

POR: Edith Patiño

Publicado en la Revista El Observador, edición 99, junio del 2017 

“El fakir” a sus 50 años de su partida
¡Rostro de Faquir, corazón de canario!
Los faquires muy poco usan y gastan;
y los canarios solo necesitan de sus alas
y el impulso del viento para existir…
“La Danza de las horas”  de M.B.




CESAR DAVILA ANDRADE el más ilustre bardo cuencano, a medio siglo de su partida  está más vigente que nunca. Con su rostro único y su mirada profunda, diminuto, sencillo, que no exigía nada a nadie; pero gigante en su creación, profundamente humano y solidario, nació el 5 de octubre de 1918, fue el primogénito de un hogar de tradición intelectual, en las letras, la política, el derecho…con su hermano Olmedo “sensor de su poesía inicial” compartió su niñez y juventud con la fascinación de las letras mágicas de sueños y ensueños; apegado a su familia, a sus afectos, sobre todo a su madre Elisa, aquel manantial de ternura que inspiró la más sublime “Carta a la Madre” quien amó con el dolor de Cristo.
Escribió sin cesar, recibiendo la influencia de Rubén Darío,  Pablo Neruda, Jorge Carrera Andrade y César Vallejo, que inspiraron su lirismo bajo los soles y las lunas de Cuenca, Guayaquil  y Quito; acompañado de sus “Angeles sin misión transitó la ruta infinita de los pasos rotos”; se alejó de su ciudad sin ruido y sin rencor, pero abrazando la nostalgia y emprendiendo una dialéctica existencia  por sendas esotéricas de alquimia, fugas metafísicas y Budismo Zen, para encontrarse con su esencia en el fulgor de su espíritu. Esa lucha de contrastes entre lo real y lo surreal; lo místico y lo humano;  el ser y el no ser; el indio y el viracocha; el hombre y Pachacámac… dejando amigos por doquier conoció a su Isabelita: madre, mujer  y amiga, su amor sin ayer y sin mañana; que pone un poco de orden en sus laberintos, noches de bohemia y conflictos internos, para alejarse de su patria y asumir la similitud de un paisaje andino bolivariano, que lo acogió fervorosamente y así continuar con su caudal lírico que irrumpe en una elegía de la raza explotada; como diría María Rosa Crespo: “Boletín y Elegía de las Mitas” su poesía desnuda, libre de toda gala y artificio, se viste de cilicios y acompaña al indígena en su lacerante viacrucis. Una suerte de grito expiatorio, a través del cual un pueblo que viene de entre los muertos, lanza su grito de triunfo y resurrección en las apocalípticas  escenas finales”
Su narrativa y poesía son inconmensurables, cada verso un universo, cada personaje un mundo, cada historia un símbolo; es un estallido de expresiones que se sucede en el tiempo: desde lo cromático, a lo experimental-telúrico, para desembocar en lo hermético e inaccesible. Es el poeta incorruptible ¡El poeta inmortal de los sueños”
Un 2 de mayo de 1967 en Venezuela, el Arquitecto de las etéreas manos le respiró su gozo, su dolor, su aire y en la noche postrera le respiró su alma. Entonces su alma se verá mágicamente liberada, palpitando ya en una inefable edad intemporal, donde con certeza le fue concedida “una túnica de lino, una guía del cielo y una resplandeciente cítara bilingüe”

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