lunes, 28 de marzo de 2016

Tiempos

Simón Pachano
spachano@yahoo.com
Lunes, 28 de marzo, 2016 - 00h07


El viaje oficial de Barack Obama a Cuba abre muchas interrogantes sobre las relaciones entre los dos países. Lo que suceda en términos comerciales, diplomáticos y políticos tendrá un antes y un después de la visita. Sin exageración, se puede afirmar que esta pone punto final a una situación que ha durado casi seis décadas. A partir de este momento pueden colocarse sobre la mesa, como asuntos concretos por resolver, el embargo, la base de Guantánamo, el comercio y el libre tránsito de personas. Hasta ahora estos eran soslayados por los gobiernos de los Estados Unidos y, más allá de su condición de reivindicaciones legítimas, eran utilizados como elementos movilizadores por las autoridades cubanas. Eso ya no podrá ocurrir porque están sujetos a tratamiento inmediato.
También surgen preguntas con respecto al conjunto del continente. Aunque Cuba abandonó hace mucho tiempo su papel de locomotora de la revolución latinoamericana, nunca dejó de ser uno de los factores centrales en la definición de la política exterior de cada uno de los países. Su peso político y simbólico la convirtió en una piedra de toque en la definición de las relaciones entre el norte y el sur. De manera especial, pesó en las decisiones de los países dentro de los organismos internacionales. El derrotero de la OEA, para poner el caso más notorio, fue marcado en gran medida por la exclusión cubana. Asimismo, su presencia fue decisiva para la constitución de nuevas iniciativas como ALBA o Celac. Todo eso entrará en una nueva fase, cuyas características son aún difusas y pueden traer más de una sorpresa.
Lo que viene plantea un problema de tiempos. Cada paso estará cronometrado al segundo, como estuvieron todos los que se dieron desde que comenzaron las negociaciones diplomáticas. Pero no será solamente un asunto de timing (valga el anglicismo), en el sentido de escoger el momento oportuno para cada acción, sino también de tiempo político y tiempo biológico. El primero alude a lo que puede ocurrir en Estados Unidos y es básicamente de corto plazo, porque depende en gran medida de la elección presidencial. Un posible triunfo de Trump (siempre es conveniente considerar el peor escenario) haría retroceder años o décadas lo avanzado. Esto quiere decir que, para asegurar la irreversibilidad de lo hecho hasta ahora, será necesario apuntalarlo con medidas de fondo que vayan más allá de las actitudes encaminadas a derretir los últimos hielos de la Guerra Fría.
El otro tiempo es el que se marca por el relevo político que inevitablemente sucederá en Cuba en un plazo no determinado. Es probable que Raúl Castro se retire del cargo, como lo anunció, pero seguramente continuará influyendo sobre el proceso político general y en particular sobre el tema de las relaciones con Estados Unidos. Por tanto, la incógnita está en lo que sucederá cuando ya no estén físicamente los hermanos Castro. Como corresponde a un régimen cerrado, es imposible conocer los detalles de los procedimientos de sucesión. Por el momento, la longevidad de Raúl es la garantía para consolidar lo avanzado.(O)

No hay comentarios:

Publicar un comentario