CIUDAD DE BAMBALINAS Y DEL SINSENTIDO
Es irresponsable y grotesco disponer la iluminación de la ciudad por Navidad en esta dramática crisis energética que vivimos. Han dicho que será con generadores del Municipio, lo cual no cambia la realidad: contribuir a la preocupante contaminación y enviar un negativo mensaje a la ciudadanía, en tiempos en que las instituciones deberían dar el ejemplo de ahorro energético. Ya lo hizo el año anterior; igualmente, en tiempo de sequía y apagones. Lo vuelve a hacer.
El alcalde se ha empecinado en que el turismo es la panacea a los graves problemas de la ciudad y se ha empecinado también en construir una ciudad de pastillaje y bambalinas. Grotesco, mientras los niños hacen sus tareas escolares en la penumbra, los artistas están precarizados y los pequeños comerciantes ven quebrar sus negocios. Antes que el turismo, la ciudad, sus habitantes y, en momentos como el actual, un mínimo de sentido común.
Hace un año, escribía en este espacio mi impresión al salir del Teatro Sucre, mirando la conmovedora cinta Tres Minutos de Bianca Stigter, y encontrarme con el centro histórico iluminado a no más poder. Me refería al "extravagante derroche de luces en medio de una crisis energética y de una larga sequía; en medio de un mundo que arde y nos desgarra". Escribía que es una enorme paradoja: tanta luz y, sin embargo, tanta obscuridad. Me refería también al consumo de fantasía y me preguntaba: ¿Es la memoria frágil, o la gente buscando en esas luces una ilusión para olvidar? ¿Es acaso posible reconstruir la esperanza desde el olvido? ¿Puede, acaso, el olvido iluminar? Y afirmaba que yo, al menos en ese día, hace un año, me negaba a contemplar la ciudad artificialmente iluminada, me reusaba a la fantasía y al maquillaje de la realidad.
Ahora funcionarios municipales han anunciado nuevamente el maquillaje de la realidad, con el objetivo de hacer de Cuenca un "destino turístico navideño", justificados por datos irreales e incompletos. ¡Qué indolencia, qué barbaridad, qué falta de sentido común! En nombre del turismo, no se puede aguantar tanto sinsentido. Entre las urgencias de la ciudad, no es el "turismo navideño" lo que nos va a salvar. Qué triste vivir en una ciudad y en un país donde los políticos lo único que piensan es en la foto y los votos de las próximas elecciones.
Quizá alguien de su equipo le haga ver al alcalde la enorme irresponsabilidad y sin sentido de iluminar innecesariamente la ciudad, en medio de una grave crisis energética y ambiental.
Gabriela Eljuri