La correa de Moreno
Correa gobernó para las élites económicas y para las transnacionales; en términos políticos, excluyó a la sociedad y concentró las decisiones en Carondelet. Moreno, en su ambigüedad, le ha entregado el manejo de la economía a esas mismas élites empresariales, pero se ha visto obligado a devolverle la política a la sociedad. Las últimas decisiones judiciales a favor de los derechos comunitarios y ciudadanos –por citar algunos hechos– eran imposibles durante el correato.
07 de agosto del 2018
POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
La izquierda puede recom-ponerse, pero marcando dist-ancia con el popu-lismo verde-flex de cualquier laya".
El correazo de la campaña electoral de 2006 anticipaba el talante autoritario del gobierno de Alianza PAIS. Concebido como una magistral pieza de publicidad electoral, que combinaba la semántica con las pulsiones más retrógradas del ethos nacional, fue sacado del aire por las graves connotaciones que tenía. No obstante, el daño fue irreversible.
Lenín Moreno fue parte sustancial de esa campaña. Edulcoró con su bonachonería el mensaje punitivo que llevaba implícito el correazo. Castigo y perdón, agresividad y mansedumbre: con esa yunta pretendieron redimir al Ecuador de su prolongada crisis.
Pero la correa no tiene únicamente funciones correccionales. También transmite fuerza, como en los motores. Y, figurativamente, proyecta ideas. Como en la política. El modelo de acumulación capitalista inaugurado en el gobierno de Lucio Gutiérrez ha sido la correa de transmisión de la economía ecuatoriana durante los últimos cuatro gobiernos. Con matices, cada mandatario ha decorado con su propia retórica el cascarón político que aseguró a los grandes empresarios del país un período de enriquecimiento inédito en nuestra historia.
Solo así puede entenderse que tantos cuadros autodefinidos como de izquierda hayan sido parte de todos estos regímenes en forma indistinta; y que Alianza PAIS siga gobernando; y que Moreno profundice las reformas neoliberales que empezó Correa.
Por eso, el debate sobre la ruptura entre el actual y el anterior mandatario puede convertirse en el mayor sofisma de nuestra atribulada política. Por un lado, la derecha empresarial aplaude las recientes medidas económicas, como si durante los diez años de bonanza petrolera no se hubieran beneficiado ni un ápice. Por otro lado, los correístas destetados acusan a Moreno de traición, como si ellos no hubieran aprobado medidas similares y hasta más neoliberales, como el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea. Lo único real es que asistimos a un continuismo cínico y solapado, donde el costo de las medidas pasadas y presentes será endosado a los mismos pobres de siempre.
En términos económicos, Correa gobernó para las élites económicas y para las transnacionales; en términos políticos, excluyó a la sociedad y concentró las decisiones en Carondelet. Moreno, en su ambigüedad, le ha entregado el manejo de la economía a esas mismas élites empresariales, pero se ha visto obligado a devolverle la política a la sociedad. Las últimas decisiones judiciales a favor de los derechos comunitarios y ciudadanos –por citar algunos hechos– eran imposibles durante el correato.
¿Moreno lo hace por convicción, por necesidad o por simple debilidad? Difícil saberlo por ahora. Pero lo cierto es que se abre una puerta fundamental para la reactivación de las iniciativas y luchas sociales. En ese escenario, la izquierda puede recomponerse, pero marcando distancia con el populismo verde-flex de cualquier laya.
Lenín Moreno fue parte sustancial de esa campaña. Edulcoró con su bonachonería el mensaje punitivo que llevaba implícito el correazo. Castigo y perdón, agresividad y mansedumbre: con esa yunta pretendieron redimir al Ecuador de su prolongada crisis.
Pero la correa no tiene únicamente funciones correccionales. También transmite fuerza, como en los motores. Y, figurativamente, proyecta ideas. Como en la política. El modelo de acumulación capitalista inaugurado en el gobierno de Lucio Gutiérrez ha sido la correa de transmisión de la economía ecuatoriana durante los últimos cuatro gobiernos. Con matices, cada mandatario ha decorado con su propia retórica el cascarón político que aseguró a los grandes empresarios del país un período de enriquecimiento inédito en nuestra historia.
Solo así puede entenderse que tantos cuadros autodefinidos como de izquierda hayan sido parte de todos estos regímenes en forma indistinta; y que Alianza PAIS siga gobernando; y que Moreno profundice las reformas neoliberales que empezó Correa.
Por eso, el debate sobre la ruptura entre el actual y el anterior mandatario puede convertirse en el mayor sofisma de nuestra atribulada política. Por un lado, la derecha empresarial aplaude las recientes medidas económicas, como si durante los diez años de bonanza petrolera no se hubieran beneficiado ni un ápice. Por otro lado, los correístas destetados acusan a Moreno de traición, como si ellos no hubieran aprobado medidas similares y hasta más neoliberales, como el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea. Lo único real es que asistimos a un continuismo cínico y solapado, donde el costo de las medidas pasadas y presentes será endosado a los mismos pobres de siempre.
En términos económicos, Correa gobernó para las élites económicas y para las transnacionales; en términos políticos, excluyó a la sociedad y concentró las decisiones en Carondelet. Moreno, en su ambigüedad, le ha entregado el manejo de la economía a esas mismas élites empresariales, pero se ha visto obligado a devolverle la política a la sociedad. Las últimas decisiones judiciales a favor de los derechos comunitarios y ciudadanos –por citar algunos hechos– eran imposibles durante el correato.
¿Moreno lo hace por convicción, por necesidad o por simple debilidad? Difícil saberlo por ahora. Pero lo cierto es que se abre una puerta fundamental para la reactivación de las iniciativas y luchas sociales. En ese escenario, la izquierda puede recomponerse, pero marcando distancia con el populismo verde-flex de cualquier laya.
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