¿Prófugo?
El correísmo busca la constante victimización a través de la creación artificial de conflictos y en la interpelación a los calificativos que mantengan encendida la bronca publicitaria. Da igual si ellos reciben todos los epítetos, lo importante es mantenerse vigentes. Ya lo intentaron con Jorge Glas. Creyeron que su encierro provocaría una gran conmoción y marchas multitudinarias. Se equivocaron. Con Rafael Correa podría ser distinto.
03 de julio del 2018
POR: Gabriel Hidalgo Andrade
Politólogo y abogado. Docente universitario.
Nuestro perverso genio de la moderna propa-ganda de masas se coló en las mentes del gran público consu-midor y puede pensar en su siguiente paso".
La ausencia del expresidente Rafael Correa responde a un espectáculo bien montado. La finalidad es exacerbar la conmiseración de los más ingenuos a través de la victimización periódica. Se trata de prolongar la narración del lawfare, la persecución política y la conspiración de la derecha internacional en contra de los líderes progresistas de la región. Todos caímos en el juego. Pero esto debe detenerse.
Tropezamos cada vez con este juego si empapelamos al exmandatario de adjetivos inapropiables. Se debe evitar el uso de términos que sean imposibles de atribuir antes de que la justicia se pronuncie sobre esas causas. Cada vez que usamos estos calificativos alimentamos de rencor al mismo monstruo que defiende a los furiosos huérfanos del poder. Por eso “el amado líder” debe, periódicamente, agitar al avispero e insultar hasta la vulnerabilidad de personas, para que la gente común reaccione indignada y se pueda crear en ese lugar de rechazo un espacio de disputa en el que reaparezca toda la rabia de las falanges revolucionarias en reposo. Lo adecuado es ignorar estás provocaciones.
El correísmo busca la constante victimización a través de la creación artificial de conflictos y en la interpelación a los calificativos que mantengan encendida la bronca publicitaria. Da igual si ellos reciben todos los epítetos, lo importante es mantenerse vigentes. Ya lo intentaron con Jorge Glas. Creyeron que su encierro provocaría una gran conmoción y marchas multitudinarias. Se equivocaron. Con Rafael Correa podría ser distinto.
Un prófugo es aquel que huye de la justicia y Correa quiere ser llamado así para victimizarse. El exmandatario sabe que un consulado no es un juzgado, así como un cónsul no es un juez, pero desde este momento de rebeldía tiene a toda la opinión pública discutiendo sobre su estatus judicial. Y voilà, nuestro perverso genio de la moderna propaganda de masas se coló en las mentes del gran público consumidor y puede pensar en su siguiente paso. La estrategia consiste siempre en confundir a los espectadores de este circo.
Cuando el expresidente aseguró que el secuestro por el que es investigado no era tal sino que era una deportación ya había una seria tergiversación de los conceptos. ¿Cómo es que el presidente de un país cree que su autoridad rebasa las fronteras territoriales del lugar donde se radica su gobierno, cree que puede enviar a policías a un país ajeno, que puede contratar a secuestradores extranjeros y calificar a eso como una deportación? Para que la deportación a la que se refiere fuera tal debía suceder por iniciativa del país que la ejerce, no por un país extranjero. Colombia debía ejercer la deportación, no Ecuador en suelo colombiano.
Tal vez el exmandatario se refería a la extradición, pero aun así necesitaban de una orden judicial de las autoridades colombianas y la participación de la policía de esa jurisdicción. Todo sirve para enredar a los públicos, victimizarse y preparar el retorno del mesías redimido.
El expresidente busca convertirse en un fugitivo de la justicia precisamente para que esa imagen encaje con el delito político de tal manera que se le permita declararse como un “objetor de conciencia”. Luego de pedir asilo político y de justificar un exilio ficticio recorrerá el mundo para buscar aliados internacionales que quieran boicotear al Ecuador. Hoy ejerce ese oficio bajo el disfraz de un programa de entrevistas. Ser un prófugo y huir de la justicia es parte del mismo libreto.
@ghidalgoandrade
Tropezamos cada vez con este juego si empapelamos al exmandatario de adjetivos inapropiables. Se debe evitar el uso de términos que sean imposibles de atribuir antes de que la justicia se pronuncie sobre esas causas. Cada vez que usamos estos calificativos alimentamos de rencor al mismo monstruo que defiende a los furiosos huérfanos del poder. Por eso “el amado líder” debe, periódicamente, agitar al avispero e insultar hasta la vulnerabilidad de personas, para que la gente común reaccione indignada y se pueda crear en ese lugar de rechazo un espacio de disputa en el que reaparezca toda la rabia de las falanges revolucionarias en reposo. Lo adecuado es ignorar estás provocaciones.
El correísmo busca la constante victimización a través de la creación artificial de conflictos y en la interpelación a los calificativos que mantengan encendida la bronca publicitaria. Da igual si ellos reciben todos los epítetos, lo importante es mantenerse vigentes. Ya lo intentaron con Jorge Glas. Creyeron que su encierro provocaría una gran conmoción y marchas multitudinarias. Se equivocaron. Con Rafael Correa podría ser distinto.
Un prófugo es aquel que huye de la justicia y Correa quiere ser llamado así para victimizarse. El exmandatario sabe que un consulado no es un juzgado, así como un cónsul no es un juez, pero desde este momento de rebeldía tiene a toda la opinión pública discutiendo sobre su estatus judicial. Y voilà, nuestro perverso genio de la moderna propaganda de masas se coló en las mentes del gran público consumidor y puede pensar en su siguiente paso. La estrategia consiste siempre en confundir a los espectadores de este circo.
Cuando el expresidente aseguró que el secuestro por el que es investigado no era tal sino que era una deportación ya había una seria tergiversación de los conceptos. ¿Cómo es que el presidente de un país cree que su autoridad rebasa las fronteras territoriales del lugar donde se radica su gobierno, cree que puede enviar a policías a un país ajeno, que puede contratar a secuestradores extranjeros y calificar a eso como una deportación? Para que la deportación a la que se refiere fuera tal debía suceder por iniciativa del país que la ejerce, no por un país extranjero. Colombia debía ejercer la deportación, no Ecuador en suelo colombiano.
Tal vez el exmandatario se refería a la extradición, pero aun así necesitaban de una orden judicial de las autoridades colombianas y la participación de la policía de esa jurisdicción. Todo sirve para enredar a los públicos, victimizarse y preparar el retorno del mesías redimido.
El expresidente busca convertirse en un fugitivo de la justicia precisamente para que esa imagen encaje con el delito político de tal manera que se le permita declararse como un “objetor de conciencia”. Luego de pedir asilo político y de justificar un exilio ficticio recorrerá el mundo para buscar aliados internacionales que quieran boicotear al Ecuador. Hoy ejerce ese oficio bajo el disfraz de un programa de entrevistas. Ser un prófugo y huir de la justicia es parte del mismo libreto.
@ghidalgoandrade
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