martes, 17 de julio de 2018

Balda tiene una idea bellaca de la política

  en La Info  por 
Es posible que Fernando Balda cumpla su sueño: pasar a la historia como el hombre que llevó a la cárcel a Rafael Correa. Ese caso ha suscitado, en Colombia y en Ecuador, procesos judiciales que relacionan al ex presidente con el secuestro de Balda el 13 de agosto de 2012, en el Norte de Bogotá. En esos procesos Correa puede terminar, en efecto, condenado con penas de cárcel.
Este sueño tiene el mérito de la perseverancia. Balda es un político oportunista que se ha dicho ex legislador de Sociedad Patriota –aunque nunca participó en la Asamblea– y ha portado media docena de camisetas políticas. Sin embargo, nunca desistió de que su caso fuera investigado por la Justicia y nunca perdió de vista el rédito electoral que podría sacar de él. Lo acaba de confesar a diario El Universo el domingo pasado. Y por lo que dijo no pasará a la historia –para seguir con su aspiración– por enaltecer la política.
Balda es un político secreto y oscuro. Y así se ha movido entre Ecuador y Colombia, donde se relacionó con Álvaro Uribe y gente, no menos siniestra de su círculo más estrecho como José Obdulio Gaviria. Según la revista Semana del 6 de junio pasado, fue Balda quien presentó, en una conferencia uribista, a Luis Chicaiza, el agente encubierto que luego organizó su secuestro. Lo hizo en el Hotel Las Lomas, cerca del aeropuerto de Rionegro, en Medellín.
En la nota de El Universo, Balda confiesa, con una naturalidad que se agradece, lo que él piensa que es un político. Un mantenido. El diario supo por boca suya que “le han financiado casi todo: comida, casa, contratos y vehículo de lujo en Bogotá. En Ecuador le proveen de abogados, logística, empleados… Y mariscos”. Negocio del cual dice vivir.
Los financistas de Balda, que él identifica en forma parcial, pagan dos asistentes, un chofer, tres guardaespaldas, un asesor de prensa, varios estrategas políticos. “Yo tengo mis amigos: al uno le digo ‘necesito dos carros’; al otro, ‘tantos pasajes de avión’; al otro, que mis abogados se muevan; al otro, que un abogado vaya con mi esposa a Colombia a ver cómo está el proceso… El liderazgo y la amistad con la gente que cree en ti son los que proporcionan los recursos”. Así es la política, dice a El Universo Fernando Balda. Lo cual demuestra que, su prototipo conceptual, lejos de haber cambiado, se deterioró en los diez años de correísmo. Balda, de 46 años, se describe como una buena inversión para empresarios privados que creen en él. Por supuesto no dice que quien invierte, espera un retorno. Y que ese retorno vendrá, precisamente, del Estado. Dicho de otra manera, Balda se ve como una inversión pero no llega a la única conclusión obvia a la cual conduce su razonamiento: políticos que hacen lo que él preconiza, aúpan o auparán en forma irremediable la corrupción. Balda dirá que no es así, que él no se prestará, que ese no es su estándar ético, que con él no cuenten… Esas coartadas ya se conocen.
La realidad es que el discurso de Balda y su actitud levantan todas las alertas sobre el peligro que personas que así hacen política, lleguen al poder. Es inverosímil que convierta al político en un ser mantenido, debe-favores y dedicado a vivir lujosamente de fortunas ajenas. Es inverosímil que crea que un político que saca dinero de su bolsillo para financiarse, no tiene liderazgo. Y que crea que el liderazgo se mide por la capacidad de un político para expoliar a los amigos. Y que piense que con ello no contrae compromiso alguno. Balda confiesa paladinamente que él, por el hecho de ser político y gozar (supone él) de posibilidades de ascender a algún alto cargo del Estado, tiene derecho a pedir a sus inversionistas favores que, en la realidad, darán lugar a un enorme tráfico de influencias. Lejos de clamar por la independencia absoluta que debe tener un político con fuentes de financiamiento (de las campañas), Balda alaba su dependencia total hasta para sus gastos personales y su estilo de vida.
Lo inaudito de esta confesión –hay que agradecer su sinceridad– es que Fernando Balda piense la política de una forma tan ruin. Y que lo haga tras una década (para no hurgar en casos anteriores que debe conocer como el de Jamil Mahuad), en la cual el abuso y el robo sobre los bienes públicos se le achacan principalmente a Correa, el expresidente al que sueña con meter a la cárcel.
La lucha de Balda para esclarecer su secuestro y para que se haga Justicia en ese caso es admirable. Pero ojalá los electores o los gobiernos futuros no lo premien con cargo público alguno. De lo contrario, (y si hace el favor de completar la lista de sus benefactores) se podría saber, desde ahora, para quiénes piensa trabajar con favores y dineros públicos.

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