Correa ridiculiza desde Rusia a su tropa de fieles
Pocas cosas deben ser más degradantes para un líder autoritario que ser ridiculizado, y pocas cosas deben ser más desmotivantes y desmoralizadoras para sus seguidores que aquello ocurra justo cuando están haciendo un operativo en las calles para poner a salvo su liderazgo. Todo eso se agrava si aquello ocurre en tiempo real y lo ven cientos de miles de personas.
Pues esto es lo que le ocurrió a Rafael Correa y a sus más radicales seguidores el día de la convocatoria para presionar a la Asamblea para que no diga a la jueza de la Corte Nacional de Justicia que no necesita su autorización para vincular a Correa al juicio en su contra que, por autoría de secuestro, le ha planteado Fernando Balda.
Ese jueves 14 de junio, los seguidores más acérrimos de Correa habían montado toda una logística para impedir que la Asamblea resuelva declararse incompetente para autorizar a la Corte Nacional que inicie el juicio en contra de su caudillo, lo que a la postre terminó ocurriendo. Habían llegado a las inmediaciones del recinto legislativo alrededor de 150 personas que, bajo el liderazgo de Ricardo Patiño, Gabriela Ribadeneira, Pabel Muñoz, Edwin Jarrín y algunos otros, tenían como meta irrumpir en la Asamblea y armar un petardo capaz de interrumpir la sesión y evitar la votación.
Como antecedente, el día anterior, el troll center del correísmo se había encargado de inundar las redes con mensajes amenazantes y agresivos que trataban de crear la sensación de que había la fuerza suficiente para quebrar la seguridad de la Asamblea. Los mensajes incluían amenazas de ataques a medios de comunicación, periodistas, asambleístas de la oposición y al propio presidente Lenín Moreno. La idea era crear la ficción de una fuerza arrolladora.
Pero el jueves todo le salió salió mal a los correístas. Para colmo de males, su caudillo jugó un papel fundamental para que la atmósfera por la que se había trabajado se desinflara. En efecto, mientras sus seguidores trataban de ingresar a la Asamblea, se quejaban de maltrato policial y se esforzaban por aparecer en las fotografías como víctimas de la represión, Correa era entrevistado por un canal argentino al ingreso al estadio donde se jugaba el partido inaugural entre Rusia y Arabia Saudita. Un tuit de ese canal argentino mostrando la declaración de Correa se convirtió en todo un fenómeno viral. Ahí, el ex presidente aparecía negando que estuviera entrando al estadio y afirmando que estaba trabajando. El lenguaje corporal, su forma de vestir y su presencia a escasos metros del estadio hacía muy poco verosímil su versión.
El efecto del mensaje fue devastador: los críticos empezaron a burlarse despiadadamente de Correa mientras que muchos de sus seguidores que estaban en las inmediaciones de la Asamblea debieron haberse desmoralizado al ver a su líder tan despreocupado, casual y evidentemente mintiendo en las inmediaciones del estadio. No era para menos: mientras ellos se exponían a la acción de la Policía y trataban de victimizarse, el ex presidente aparecía ingresando al estadio como si nada. Poco después de aquello, Correa colocaba en su cuenta de Twitter un mensaje en el que decía que, por las circunstancias que estaban atravesando sus compañeros en Quito, había decidido “finalmente” no usar los boletos al partido que le habían entregado por trabajar en el canal ruso Russia Today. En ese mensaje incluía un link a una noticia de Metro Ecuador donde se decía que cuando fue entrevistado estaba yendo a trabajar. Si lo que trataba era de atenuar su embarrada, el resultado fue peor.
La versión de Correa fue tan inverosímil y ridícula que, a los pocos minutos, las redes sociales se llenaron de chistes y memes burlándose de él. Lo retrataban como mentiroso y fanfarrón; un ser incapaz de solidarizarse por lo que ocurría con sus partidarios que se esforzaban por aparecer como víctimas de la represión. El video en el que Correa aparecía sorprendido de que lo hayan pillado al ingreso del estadio y el tuit en el que afirmaba que no había entrado al estadio por solidaridad con sus compañeros se convirtieron en el hazmerreír de las redes. Hubo incluso quienes asociaron la respuesta de Correa con la que alguna vez dijo el ex fiscal Galo Chiriboga cuando fue retenido por la policía en el aeropuerto tratando de salir del país. “El que aparezca en el registro mi pasaje y el de mi esposa, no quiere decir que vaya a viajar, es más habíamos cancelado el viaje”, dijo entonces Chiriboga lo que produjo que se creara en redes la etiqueta #ChiribogaStyle.
El efecto debe haber sido tan contundente que ni los más activos e incondicionales defensores de Correa en redes se esforzaron por salir en su defensa. La etiqueta #ConCorreaNoTeMetas , que los activistas digitales de Correa habían logrado imponer como una tendencia, perdió sentido y se convertió en un enunciado absurdo.
La entrevista de Correa al ingreso del estadio en Rusia fue quizá el punto más alto de una jornada que, para el corrreísmo, fue una auténtica pesadilla. Esa tarde no solo que la Asamblea pudo decir a la jueza que no necesitaba su autorización para enjuiciar a Correa, porque él ya no es Presidente –y hacerlo a pesar del operativo montado por Patiño y los suyos– sino que la operación sicológica que montaron con el fin de amedrentar a las fuerzas anti correístas se desinfló por completo. Si la idea era crear temor y respeto, lo que terminó por producirse fueron burlas, chistes y ridiculizaciones.
El correísmo había previsto que el jueves en la Asamblea sería la batalla definitiva en defensa de su líder. La necesitaban porque las evidencias que han aparecido en el proceso del caso Balda son tan sólidas que hace muy difícil prever una defensa convincente en los tribunales. Evitar la vinculación a ese juicio era, entonces, la mejor jugada. Pero todo quedó reducido a un chiste. Y cuando una batalla se pierde así, la desmoralización es mucho más devastadora.
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