viernes, 17 de febrero de 2017

Los empresarios enchufados del correísmo

  en La Info  por 
Hay empresarios y empresarios. Hay los enchufados y los otros entre los cuales están los perseguidos o acosados por el correísmo. Ahora, no todos los enchufados son iguales. Algunos no aparecen. Dan plata para la campaña y no piden ni recibo. Otros prestan aviones o pagan el alquiler de aquellos que transportan al candidato. Otros hacen cenas en sus casas en las que los invitados tendrán como plato fuerte un encuentro cercano con el candidato. O recogen plata que hacen llegar en efectivo. Pablo Campana, famoso como empresario por ser el yerno de Isabel Noboa, es de otro tipo: se promociona como cercano a Lenín Moreno (su suegra lo hizo con Rafael Correa) y pone su cuenta de Twitter al servicio de la revolución ciudadana. Él es lo que se puede llamar un empresario enchufado y orgulloso de serlo.
Pablo Campana es un empresario “con conciencia social”: así se describe en el video en el cual invitó a los empresarios a un encuentro, el pasado 10 de febrero, con Lenín Moreno. ¿Objetivo? Firmar, en Milagro, en la planta de Adelca, “el pacto empresarial y acuerdo por la inversión, producción y empleo”. La invitación en sí misma da una idea de lo que Campana entiende por política pública: una promesa hecha por un candidato, en plena campaña electoral, en un planta de una empresa privada, con los invitados que asistan al mítin. Campana hace campaña por Lenín Moreno. Y hace méritos ante él, que va primero en los sondeos, con la idea obvia de que todo ello redunde en sus negocios. De hecho, él ya tiene contratos con el Estado y lo contó, al diario gobiernista El Telégrafo, en junio del año pasado. Entonces habló de proyecto icónico en Manta que estaba trabajando con el Estado en los dos últimos años. Su suegra también se apuntó a los proyectos a dedo entregados a dedo por el gobierno y vendidos a la opinión bajo la denominación “Alianzas público-privadas”. El puerto de Posorja es uno de ellos y su participación con la empresa dubaití DP World se firmó en Carondelet en junio pasado.
Ser un empresario enchufado es eso: gozar de privilegiados ante la autoridad política de turno. En este gobierno, hay grupos económicos conocidos por haber reforzado su posición de predominio, o abierto monopolio, en el mercado: Wright, Eljuri, Nobis, Herdoiza Crespo, Hidalgo Hidalgo, Grupo Ortiz, Avellan, Deller, Familia Jácome, Grupo Pharmacys… O grupos mucho menores como Marcovici y Abedrabbo, los hermanos Correa-Delgado…
Sus representantes se defienden pero la realidad es que el correísmo, lejos de democratizar el capitalismo en el país, lo han concentrado. No hay evolución mayor en el empresariado que, mirando lo que hacen los grandes grupos económicos, no piensan en reglas y en condiciones favorables a la competencia sino en buenas relaciones con el poder de turno. Ese es el ejercicio al que invitó Pablo Campana a los empresarios. A apoyar a Moreno, a hacer méritos políticos y económicos durante su campaña, para que él los tenga en cuenta si llega a ser gobierno. En esa visión, el empresario está convidado a hacer una inversión que cualquier neófito en finanzas calificaría de rentable. Campana conoce la fórmula de Nobis donde trabajó con su suegra.
Las elites empresariales (con las debidas y escasas excepciones) tenían enormes deudas con el país antes del correísmo. Se entiende que tras una década, casi por entero de bonanza por los precios de los commodities, pero una década de un gobierno autoritario y concentrador, esas elites iban a reconciliarse -en algún grado y de alguna manera- con las políticas públicas. Con los valores democráticos. Con la escuálida democracia tan tradicional en el país. Se pensó que se iban a reconciliar sobre todo con su rol de elites que no han entendido y que no han practicado. No: en la mayoría de casos se dedicaron a hacer dinero y cerraron los ojos ante las infamias que cometió el régimen incluso contra empresarios, amigos suyos, que no plegaron ante la aplanadora oficial. Esos empresarios dedicados a hacer dinero siguen hablando, como Campana, de tener conciencia social porque apoyan programas caritativos o dan cursos a sus empleados. Y si se les pregunta por su responsabilidad política (de políticas públicas no de proselitismo) ante la sociedad, siguen diciendo que su papel se limita a dar empleo.
Parece obvio que un candidato deba tener planes para atraer inversión, proteger e incentivar la producción y generar empleo. Pero no puede negociarlos solamente con los empresarios y, peor, en la explanada de una empresa. Campana promocionó precisamente el mecanismo que cualquier ciudadano demócrata, del bando político que sea, debe rechazar. Porque ese mecanismo perpetúa este tipo de empresariado que solo aspira a capturar el Estado para sus beneficios particulares.
Diez años de correísmo debió mover a los empresarios a sacar conclusiones. ¿A qué tipo de Estado se enfrentaron? ¿Con qué reglas jugaron? ¿Qué entorno tuvieron? ¿Qué pasó con la sociedad? ¿El sistema político favoreció o no su integración en el mundo contemporáneo? ¿Qué ocurre a una sociedad sin libertad de expresión? ¿Cómo concilian mayor crecimiento empresarial y responsabilidades sociales? Etc… No se ve ese trabajo y, peor aún, no se ve que esas inquietudes sean reales problemas para el empresariado en general y sus gremios. Hay un vacío conceptual que se tapa con diagnósticos, encuestas y gráficos macroeconómicos.
En ese vacío -que concierne el rol fundamental que tiene el empresario en una sociedad contemporánea- navegan cómodos y orondos los empresarios enchufados. Su única desazón es olvidarse de la sociedad que los rodea y, de paso, afinar la estrategia para que el poder político los tenga bien presentes… en los contratos y en los beneficios para su grupos. Los verdaderos empresarios tienen problemas en sus presupuestos y están defendiéndose ante las cortes correístas.

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