martes, 14 de febrero de 2017

El tío de Jorge Glas es un ‘Special one’

  en La Info  por 
¿Quién es Ricardo Rivera Arauz? El tío en segundo grado del vicepresidente Jorge Glas es una incógnita para el país. Así lo quiere él. A tal extremo que, si no fuera por una copia de su pasaporte, ni siquiera conoceríamos su rostro. Ingeniero eléctrico por la Espol, empresario de telecomunicaciones y, por un tiempo, funcionario público en esa misma área, su hoja de vida está repleta de irregularidades, para usar un término suave y generoso. Su historial como empresario no es limpio. Y varios documentos lo vinculan con casos de corrupción escandalosa. Él mantiene su perfil bajo, sus buenas relaciones con el poder y su vocación por los negocios. Pero ¿qué clase de negocios son esos que requieren tanto secreto? Su historia conocida justifica cualquier sospecha.
Ricardo Rivera no sólo es tío de Jorge Glas sino que ha tenido relaciones de negocios con él. Fue, según información de la Superintendencia de Compañías, su socio en varias empresas de comunicación: TV Satelital, con la que el gobierno contrató durante varios años los servicios de antena satelital para las sabatinas; Trasmidatos, una proveedora de las Fuerzas Armadas según diario El Universo; Raloin; I.P. Telecomunicaciones; Tesat; Ingelectra… Él dejó de figurar como accionista de esas empresas antes de que empezara el gobierno de Rafael Correa pero en el pequeño mundo de las telecomunicaciones del país, donde todos se conocen, se sabe que sigue jugando un papel importante en ellas. En 2007, por ejemplo, cuando TV Satelital obtuvo la autorización para instalar una repetidora en el sur de Quito,  apareció como representante de ese canal, según la información oficial del Conartel.
Como empresario de las telecomunicaciones, Ricardo Rivera no tiene una hoja de vida muy inmaculada que se diga. De hecho no pasaba un año sin que incurriera en irregularidades, algunas de las cuales fueron sancionadas por las autoridades del sector. En 2002 TV Satelital fue sorprendido transmitiendo sin autorización una señal al satélite Satmex V. En 2003 la Intendencia de Telecomunicaciones reportó que su canal operaba con características técnicas no autorizadas. En 2004 fue sancionado con una multa de diez salarios mínimos. En 2005 la Superintendencia de Telecomunicaciones denunció que sus estaciones en Guayaquil estaban operando sin permiso. En 2006 los técnicos de ese organismo se dieron cuenta de que continuaba haciéndolo y lo trataba de disimular apagando las portadoras no autorizadas cuando notaban su presencia…
Suficientes méritos para convertir a TV Satelital, en 2007, en proveedor de servicios para las sabatinas. Y a él mismo, Ricardo Rivera, en… ¡Intendente de Telecomunicaciones!  Para ese entonces ya era vocal principal en el directorio de la Asociación Ecuatoriana de Canales de TV (AECTV). Y su sobrino, Jorge Glas, presidía el Fondo de Solidaridad y había sido encargado por decreto para poner en marcha la compañía Televisión Nacional del Ecuador.
En la función pública Ricardo Rivera se comportó a la altura de sus antecedentes. Fue el hombre del conflicto de intereses en la Superintendencia de Telecomunicaciones. Era, al mismo tiempo, concesionario de frecuencias para televisión como representante de TV Satelital, y alto funcionario de la entidad que otorga las concesiones.
A la Suptel lo llevó Paúl Rojas, un nombre que tiene su propia historia. Rojas fue nombrado Superintendente en 2007 y lo primero que hizo tras llegar al cargo fue subirse el sueldo, de 4.150 a 7.990 dólares. Más de lo que gana el presidente de la República. Lo segundo, nombrar a Rivera como asesor. Uno importante, pues lo delegó para representarlo en reuniones clave del Consejo Nacional de Radio y Televisión (Conartel). Por ejemplo en aquella en que se decidió la devolución de dos frecuencias a la compañía Almorán, Radio Morena, de quien fuera diputado por Sociedad Patriótica Luis Almeida. Se las habían retirado por incumplimiento de requisitos y se las reintegró pese a que los informes técnicos recomendaban lo contrario. La decisión fue peleada. El voto decisivo lo dio Rivera.
De asesor con poderes de representación del superintendente pasó a intendente general de telecomunicaciones. Dejó el cargo en marzo de 2008, cuando una investigación de diario El Universo reveló el conflicto de intereses. Conflicto de intereses que Paúl Rojas negó contra toda evidencia. Que no había ninguno, dijo. El caso es que él tenía el suyo propio: aparte de superintendente de telecomunicaciones tenía participación en la firma Advicom, que brinda asesoría técnica y vende equipos de telecomunicaciones a clientes varios, entre los que se cuentan canales de televisión. Canales como Ecuador TV, la Televisión Nacional del Ecuador de cuya constitución estuvo a cargo Jorge Glas. También Rojas es cuñado de Marcelo Vélez, uno de los jefes técnicos de ese canal.
Rojas vuelve a aparecer en escena en junio de este año, integrando la única comisión de veedores del proceso de adjudicación de frecuencias que fue aprobada por el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS). Una comisión integrada básicamente por amigos, colaboradores y ex funcionarios del gobierno y que tuvo una vida efímera: tanto era el descaro que no se sostenía. Rojas era el vocero de esa comisión que habría tenido que observar el espinoso caso de corrupción descubierto en el concurso de frecuencias, donde andaba pidiendo coimas un asesor de Jorge Glas. ¿Por qué será que la sombra del vicepresidente aparece atrás de todas estas historias?
¿Y el tío? También vuelve a aparecer. Varias veces. Y en cosas cada vez más gruesas. En julio de 2010 lo tenemos protagonizando una comedia de enredos: su viaje a China en representación oficial (pero clandestina, si se entienden bien los documentos) del entonces ministro de Sectores Estratégicos, su sobrino, y del Estado ecuatoriano. Un viaje que deja una montaña de preguntas. A China lo envió Glas. ¿Para qué? Para hacer lobby. Algo relacionado con la Refinería del Pacífico, pero el contacto era Gyver Yuk Kuen, gerente de Genesis Systems International, una compañía especializada en la fabricación de satélites. Sí, todo es muy confuso. Una complicada trama de relaciones políticas que incluye el paso por varios intermediarios que habrían de guiarlo en el laberinto cultural de los negocios chinos. ¿Qué clase de representación pública autorizaba a Rivera a hablar en nombre del Estado? Ninguna. Tío del ministro debiera bastar, quizás pensó. Eso no convenció a muchos por allá. Le pidieron papeles que lo certificaran. No los tenía. Se presentó como el Special One y dijo que viajaba “de incógnito”. En serio, eso dijo. Se rehusó a que le sacaran fotos. Se rehusó a presentar documentos de identificación. Se rehusó a presentar siquiera una tarjeta de visita y exigió ser tratado como un funcionario gubernamental de alto nivel sin aportar evidencia. Los chinos, simplemente, tenían que confiar en que el Special One era, en realidad, special.
No lo hicieron. Y como el Special One, aparte de misterioso, era un arrogante insufrible (así lo describen los intermediarios en la intensa correspondencia que mantuvieron con funcionarios del Estado ecuatoriano); como aparte de misterioso y arrogante arrancó declarando a los ejecutivos de las empresas chinas que el Ecuador no tenía ni plata ni petróleo para pagarles nada (lo cual era mentira en 2010, y sus interlocutores lo sabían); como ni siquiera estaban seguros de con quién diantres estaban hablando, Ricardo Rivera cayó pésimo. Y la negociación quedó arruinada. Gyver Yuk Kuen se sintió insultado. Sentía que el Special One, a quien tenía que introducir en los círculos financieros y de poder donde él mismo había tardado años en ser aceptado, estaba arruinando su reputación. “Tomará un largo camino deshacer el daño causado por Ricardo”, dijo en una carta.
Esta es una historia documentada. ¿Cómo se explica? ¿Por qué el pariente de un ministro, sin ninguna acreditación oficial ni cargo público, viaja en representación del Ecuador a negociar asuntos relacionados con los sectores estratégicos, con negocios que involucran millones de dólares? ¿Por qué viaja de incógnito? ¿Por qué tanto secreto? ¿Qué iba a negociar Ricardo Rivera? ¿A nombre del país? ¿Por qué nunca se supo nada de todo esto hasta que Fernando Villavicencio hizo pública la alucinante carpeta de documentos que contiene toda la información del caso? En fin, ¿qué se traen entre manos Jorge Glas y su tío?
Cinco años más tarde, lo que Ricardo Rivera tenía entre las manos era una bomba: de las transferencias sospechosas por 22,8 millones denunciadas en enero de 2015 por Andrés Páez en una carta dirigida al presidente Rafael Correa, 17,4 millones constaban a su nombre. Esas transferencias fueron hechas a cuentas de compañías domiciliadas en paraísos fiscales o empresas de papel como la Glory International, una empersa con el mismo nombre que aquella que el zar de la fibra óptica en el Ecuador, Tomislav Topic, admitió bajo juramento haber incorporado en el estado de Florida para “no hacer negocios”. Ni más ni menos. De hecho sólo la abrió -lo dijo en la declaración jurada por su juicio de divorcio en Miami- “para manejar transacciones con China, para traer traer cosas de China y embarcarlas hacia el Ecuador”. ¿No es lindo? De China al Ecuador vía Florida. El caso es que Topic es amigo cercano de Rivera, se hospeda en su casa cuando va a Miami y usó la dirección de esa misma casa para abrir otra de sus empresas de papel. En cuanto a la denuncia de Páez, no ocurrió nada. Glas se la sacó de encima con una carta intimidatoria y una bravata de sabatina.
Hasta aquí la historia conocida de Ricardo Rivera. Los documentos son públicos. ¿Hay algún juez en este país, uno solo, dispuesto a investigar a este personaje?

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