jueves, 26 de mayo de 2016

Yachay: la costosa promesa redentora
Cuánto y en qué se gasta no importa; lo importante es mantener la promesa redentora de un buen vivir “a la vuelta de la esquina” y para ello hay que fabricar costosos imaginarios que mantengan viva la llama del entusiasmo en una revolución ciudadana empeñada en sumir al país en una de las mayores crisis de su historia. Todo esto ocurre en medio de una penuria creciente de la universidad pública cada vez con menos recursos para solventar sus gastos en laboratorios y bibliotecas.
25 de mayo del 2016
ARTURO VILLAVICENCIO
Decía José Hernández hace ya algunos meses (Sentido Común, 22/7/2015) que en mayo del 2017, cuando el Ecuador despierte, se encontrará convertido en un país inmanejable. “Endeudado, petróleo hipotecado, decenas de miles de burócratas improductivos, un presupuesto insostenible, subsidios impagables”. En este despertar, como lo sugiere Roberto Aguilar (Estado de Propaganda, 20/7/2015), habrá que echar un vistazo al Ecuador desde un satélite : “aeropuertos inservibles; grandes terrenos desbrozados, aplanados y listos para nada; modernas autopistas que conducen a esos terrenos; gigantescas plataformas en proceso de hundimiento; carreteras de caprichoso trazado; pasos laterales de ocho carriles para conectar dos tramos de una vía que solo tiene cuatro…”.
A este listado habría que añadir: grandes centrales hidroeléctricas semi- paralizadas porque no habrá quien consuma la electricidad y que tendrán que ser pagadas por los próximos gobiernos; una caricatura de polo científico-tecnológico al que resultará difícil imaginar alguna utilidad; hospitales con equipos nuevos arrumados y pronto obsoletos; cuatro universidades emblemáticas y de categoría mundial que a duras penas tendrán recursos para pagar sueldos a sus docentes. La lista de inversiones eficientes y eficaces, como califica el Presidente de la Republica la obra pública de su gobierno, no se agota.
Un ejemplo emblemático de eficiencia y eficacia
El contrato de prestación de servicios para Innopolis 2015
El Convenio de Pago.
Quizá la obra eficiente y eficaz del gobierno de la revolución ciudadana encuentra su expresión más genuina en el proyecto Yachay. Hace ya algún tiempo constatábamos (La nano-alfalfa y el cambio de la matriz productiva; Plan V, 24/09/2015) que la euforia casi caricaturesca de promesas de cambio resulta insuficiente para apuntalar el imaginario construido alrededor de este mega-proyecto. Además de la propaganda (ya en el 2014 Yachay gastó 1.6 millones de dólares en publicidad) hay que dar la impresión de que en Yachay la cultura de la investigación, el emprendimiento y la innovación son una realidad. De ahí  el entusiasmo en la organización de eventos de tinte académico, acompañados de ferias y exposiciones que tratan de impresionar a la juventud y a la sociedad con la exhibición de dispositivos ingeniosos (ninguno desarrollado en Yachay) de escasa utilidad y aplicación en nuestro medio (en el año 2015 se gasto 1.5 millones de dólares en concursos, simposios, ferias, además del costo del evento referido a continuación).
Poco importa la orientación y contenido de estos eventos. Lo importante es impresionar. Así por ejemplo, en el evento pomposamente llamado Innopolis 2015, como en una verdadera feria de baratijas, se ofrecían conferencias magistrales para todos los gustos, desde charlas  sobre creatividad y emprendimiento hasta conferencias científicas sobre el cambio referencial geodésico del Ecuador, pasando, por supuesto, por otros temas de alto interés para los “miles de visitantes” como Simulation and moddelling diabetic retinopathy from image analysis o presentaciones sobre temas relevantes para el cambio de la matriz productiva como nuevos usos de la totora. Para darle sabor a esta fanesca científica había que sazonarla con atractivos condimentos  como “talleres de fabricación digital para niños”, talleres de circo y talleres de danza. Como no podía ser de otra manera en el estilo de la revolución ciudadana, este bazar científico-tecnológico tuvo lugar en el marco de organización logística deslumbrante y de fanfarria cuyo costo sobrepasa los limites de la racionalidad.
En efecto, la organización de la feria mencionada significó para el país un costo cercano a los 2.8 millones de dólares en “gastos de promoción”. El contrato inicial con la empresa de publicidad proveedora de la logística para el evento fue de USD 2.13 millones (IVA incluido) para 3 días de feria (ver: Contrato de Prestación de Servicios). Seguramente, en el fragor de la fiesta, los organizadores decidieron prolongarla un día mas, con un costo adicional de 650 mil dólares, gasto solventado mediante la subscripción de un Convenio de Pago, sustentado en el sagrado principio constitucional según el cual “nadie será obligado a realizar un trabajo gratuito” (ver: Convenio de Pago). El convenio fue acordado ocho meses después de la realización del evento  y probablemente el organismo de control luego del examen respectivo nuevamente concluirá que “no se trata de mayor cosa”.

Inauguración del evento en Yachay, en el cual se gastaron más de 2,6 millones de dólares en promoción, publicidad y logística.
En principio parecería difícil gastar en el arreglo logístico para un evento una suma semejante; pero si se exige instalar carpas para los invitados especiales (“lounges VIP”) con una “decoración tecnológica e innovadora”, con recubrimiento de cuerina en colores, alfombra y calefacción; o se dilapida alrededor de 13 mil dólares en “jabón y papel toalla para manos” para un evento de tres días de duración o  simplemente cuando se despilfarra mas de doscientos mil dólares en luces, sonido, pirotecnia y “confeti y globos para cerrar la fiesta”, entonces se entiende el gasto “eficiente y eficaz”  sobre el que insiste el Presidente de la Republica.
Para los burócratas el costo  de construcción de estas falacias sofisticadas es irrelevante; al fin y al cabo la plata no es de ellos. Y esto ya no debería sorprendernos. Con la misma generosidad se premió a una empresa con 1.7 millones para cazar talentos, se destina alrededor de un millón de dólares anuales para cubrir los sueldos de cuatro sabios, o se invierte en un año mas de cien mil dólares en pasajes y viáticos de estos gestores del conocimiento nacional. Cuánto y en qué se gasta no importa; lo importante es mantener la promesa redentora de un buen vivir “a la vuelta de la esquina” y para ello hay que fabricar costosos imaginarios que mantengan viva la llama del entusiasmo en una revolución ciudadana empeñada en sumir al país en  una de las mayores crisis de su historia. Todo esto ocurre en medio de una penuria creciente de la universidad pública cada vez con menos recursos para solventar sus gastos en laboratorios y bibliotecas.
Las promesas
Con una desfachatez propia de la prepotencia o quizá con una audacia explicada por la ignorancia, la burocracia no escatima argumentos y promesas para crear expectativas fuera de sentido común que justifiquen un derroche escandalosos de recursos en este elefante blanco. Así, un burócrata afirmaba que el “país ganará 10 dólares por cada dólar invertido en la ciudad del conocimiento” (El Universo, 11/8/2015). Con el mismo tono y en momentos en que el Gobierno hacía malabarismos para poder pagar los sueldos a los servidores públicos y tratar de cerrar un enorme déficit fiscal, una funcionaria declaraba candorosamente que se invertirán “500 millones de dólares para actividades de ciencia, tecnología e innovación” (El Comercio, 21/12/2015).
Nn ningún momento se explica a la sociedad cómo se van a multiplicar los dólares invertidos; en qué y cómo se prevé gastar  500 millones en ciencia y tecnología en un plazo menor de dos años.
En la misma línea de desfachatez y audacia, otro burócrata declaraba  que “aspiramos que a 2016 el parque tecnológico en su área operativa tenga un nivel de autosustentabilidad. Que la venta de servicios que demandan tecnología o los arriendos a empresas que aterricen en este espacio o las tecnologías que se puedan comercializar servirán de ingresos a la empresa pública para mantener este espacio” (Diario Hoy, 6/4/2014). En otras palabras, ya para el presente año, Yachay tendría que generar recursos para cubrir un nivel de gasto de alrededor de 10 millones de dólares anuales que representa el rol de pago de su frondosa burocracia que alrededor de 700 empleados.
Por supuesto, que en ningún momento se explica a la sociedad cómo se van a multiplicar los dólares invertidos; en qué y cómo se prevé gastar  500 millones en ciencia y tecnología en un plazo menor de dos años  o se hacen públicos los contratos y acuerdos con las empresas de alta tecnología que permitirán generar los recursos para la gestión y mantenimiento de la inmensa burocracia montada alrededor de este proyecto. Todo este proyecto milagroso esta planteado como una meta difusa, un mejoramiento vago y continuo, sin un punto de llegada concreto. La generación de empleo, la instalación de empresas con tecnologías de punta, los descubrimientos e innovaciones que cambiaran la matriz productiva, todas estas promesas de un de un porvenir deslumbrador no son sino eso, promesas que se proyectan indefinidamente en el tiempo, tratando de convencer al país que la utopía de hoy ineluctablemente se convierte en la realidad del mañana.
Del suma kawsay al resta-que-nuay
En un inicio, un burócrata de turno anunciaba que este mega-proyecto,  con una inversión de alrededor de 20 mil millones de dólares, “estará concluido dentro de los próximos 15 o 16 años, cuando empiecen a funcionar 18 institutos y centros de investigación [estatales]; además empresas de alta tecnología, colegios, hoteles, hospitales, áreas verdes y zonas de recreación” (El Telégrafo 1/10/2012). Posteriormente se dio a conocer que “en la primera fase del proyecto se invertirá 1.040 millones hasta el 2017”; cantidad casi muy modesta si se tiene en cuenta las ambiciones faraónicas del proyecto.
La cruda realidad es diferente. La inversión total del proyecto (hasta abril 2016) alcanza la suma de 136.4 millones de dólares (Cuadro 2); es decir únicamente el 13 % de la inversión prevista hasta el año 2017 (ver:www.yachay.gob.ec/transparencia). Esto quiere decir que, en principio, el Gobierno debería invertir en los próximos 12 meses más de 900 millones de dólares  si desea alcanzar la meta de “albergar 10.000 personas” (Vistazo, 10/04/2014) en el año 2017. Todo esto en un entorno macroeconómico en el que se prevé una contracción del PIB superior al 4% anual en los próximos años.
 
Los ingresos petroleros se han esfumado, la deuda hay que empezar a pagarla, los impuestos son insuficientes para cubrir el gasto público. La burbuja de bonanza y bienestar creada alrededor de un gasto público irresponsable e irracional  ha llegado a su fin y ello obliga a pasar del suma kawsay al resta que-nuay.  Simplemente no hay recursos para financiar los centenares de millones de dólares que demanda una inversión mínima de este proyecto. Ya en el año 2015 la inversión no alcanzó el 20% del gasto programado; en el presente año, con el ritmo de inversión hasta la fecha, en el mejor de los casos, no superará el 10% de lo planificado. Lo sorprendente radica en la obstinación del gobierno en reconocer la gravedad de la crisis y replantear los objetivos, prioridades y programa de inversiones. Por el contrario, el Gobierno, inmune al descalabro económico,  ha optado por la más irresponsable de las soluciones: el endeudamiento externo.
Un dato adicional: la empresa contratada, Gezhouba Group, consta en el listado de empresas con prácticas corruptas y fraudulentas sancionadas por el Banco Mundial.
Pocas semanas atrás el Gobierno suscribió un contrato de crédito con el Eximbank de China por 198 millones de dólares para financiar “la ejecución de infraestructura, equipamiento urbano y electricidad” de la Ciudad del Conocimiento. Como es costumbre en este tipo de negociaciones, el crédito viene atado a la contratación de una empresa china (Gezhouba Group) que será la firma responsable de los estudios, diseño y construcción de los sistemas de abastecimiento de agua, alcantarillado, vías y distribución de electricidad. Es decir, obras de ingeniería menores que podrían ser solventadas por empresas de consultoría e ingeniería nacionales son adjudicadas a una empresa extranjera. Es así como la ciudad del conocimiento promueve y apoya el desarrollo tecnológico nacional. Por supuesto que los criterios de selección y las condiciones de contratación de la empresa, como es ya costumbre en el Gobierno de la revolución ciudadana, es un secreto celosamente guardado.   Un dato adicional: la empresa contratada consta en el listado de empresas con prácticas corruptas y fraudulentas sancionadas por el Banco Mundial  (ver: World Bank Listing of Ineligible Firms & Individuals).
¿Qué hacer?
Pero, aparte de lo casi anecdótico del despilfarro de los fondos públicos y de una crisis económica que empieza a asfixiar al país, el problema que se plantea en un futuro muy cercano es el de la continuidad de un proyecto con pretensiones mesiánicas sin que existan ahora y en el futuro las condiciones para que se haga realidad. No se trata solamente de condiciones económicas sino, ante todo, de un proyecto errado en su concepción misma, sin ninguna viabilidad, como lo han advertido decenas, centenares de economistas, académicos de prestigio y renombre mundial y de una pluralidad de tendencias de pensamiento, al analizar este tipo de pretensiones, que no son exclusivas del Ecuador. 
Ha llegado el momento de empezar por desmontar  aquellas expectativas fuera de sentido común que la maquinaria publicitaria gubernamental  ha ido creando en sectores de la población (sorprendentemente, aun segmentos universitarios) y que, con una lógica de sabatina han sido presentadas como la solución milagrosa para  problemas que van desde la transformación del sistema universitario hasta el motor de un modelo de desarrollo post-extractivista. Esta tarea resulta imprescindible. Es muy probable que cuando el país tenga que soportar (2017, 2018, …?) la fase más dolorosa de una crisis  provocada por la ineptitud y el despilfarro se hagan presentes los burócratas de hoy para responsabilizar del descalabro a quienes no continuaron con las sabias soluciones que irresponsablemente dejaron a medio comenzar. 

También es el momento de regresar a la sensatez y empezar un debate, especialmente en la academia, sobre una política coherente de ciencia y tecnología y sobre el papel de la universidad como uno de los clave de un proceso de reconversión productiva. Lógicamente, en el marco de ese debate tendrá que encontrarse una función a los recursos ya invertidos. Mientras tanto, el complejo petroquímico proyectado en El Aromo y la ciudad del conocimiento en Urcuquí quedaran como el símbolo del despilfarro, la ignorancia y la irresponsabilidad: el primero un ejemplo de cómo invertir 1200 millones de dólares en nivelar un terreno y el segundo de cómo invertir centenares de millones de dólares en encementar un valle agrícola privilegiado.

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