La Casa de la Cultura Ecuatoriana, ilustre institución cultural fundada por el Dr. Benjamín Carrión, vive tiempos difíciles en varios de sus núcleos, y en la Matriz tampoco puede decirse que todo marcha viento en popa.
¿Cuáles son
los principales problemas que afectan a la prestigiosa Institución?
Consideramos que en los últimos años arraigaron y coparon en los procesos de
gestión los métodos burocráticos, se perdieron las iniciativas para llevar a
cabo una buena administración, porque quienes han venido “rotando” en las
funciones principales, cobijados por la sacrosanta autonomía, rodeados de
parientes y amigos, convirtieron las gestiones culturales en rutinas
oficinescas al servicio de dichos grupos. En la integración de algunos núcleos
–no en todos, ventajosamente-, han primado los parentescos, los amiguismos, los
compadrazgos, y eso ha significado una desvalorización de elementos culturales,
porque los “marginados” han trabajado para la cultura desde otras instancias y
lo han hecho auspiciosamente. La producción literaria de calidad, con las
conocidas excepciones, ha sufrido grave quebranto y las publicaciones en las
que la “palanca” ha jugado un papel preponderante, ha conducido a la edición de
obras sin mayor trascendencia.
Lo expuesto
es muy preocupante, si se considera el hecho de que el Presidente Nacional de
la CCE, el escritor Raúl Pérez Torres, en una de las entrevistas que brindó en
el desaparecido programa “Letras del Ecuador”, manifestaba preocupado que
habían arrumados en bodega algunos miles de libros –me parece que mencionó una
elevada cifra: ¡50.000 ejemplares, de diferentes temas!-, que ni siquiera se
habían distribuido en los núcleos, lo que significa un enorme gasto inútil, un
trabajo mal aprovechado del personal de imprentas y despilfarros para la
Institución.
En ciertos
núcleos igualmente se “instituyeron” elecciones con una sola lista, que tenía
el apoyo de 40 o 50 noveles personajes
del mundo de la cultura, las artes y las ciencias: supuestamente poetas,
ensayistas, historiadores, arqueólogos, sociólogos, antropólogos, artistas,
bailarines, músicos, etc., etc., quienes eran incorporados al seno de la
Institución a la velocidad de un rayo, por supuesto ¡con la correspondiente
aquiescencia del Presidente Nacional de la Institución!, cada vez que se
aproximaba el proceso de renovación de autoridades. Entonces, el “gran jefe” se
convertía en vitalicio, como ese monarca español experto en matar elefantes, o
el mandatario de Corea del Norte, el tercero en la sucesión y quien declara no
temerle al imperio; en otros casos le “heredaba” el puesto a su amigazo,
“ínclito nepote” o contertulio, mientras crecía incesantemente el número de
ilustres incorporados, como los ríos después de un torrencial aguacero, pero,
curiosa y paradójicamente, la producción cultural sufría mengua. En el Núcleo
del Azuay conocemos, por el detallado reportaje del diario público “El
Telégrafo”, de unos días atrás, que los problemas son de otra índole, pero no
por ello menos preocupantes: procesos juridiciales en marcha, perdones de
última hora a los sentenciados, cuitas y escalofríos de los otros candidatos al
“cadalso” jurídico-intelectual, que aguardan aterrorizados la fatídica
sentencia.
En estas condiciones, ¿qué puede hacer el
Presidente Nacional de la Casa, Raúl Pérez Torres, quien incluso en una
lacrimosa epístola al respetado Señor de Carondelet, que nos recuerda las
“Lamentaciones de Jeremías”, angustiosamente
le pedía auxilio? Los males que aquejan a la Institución son de
diferente naturaleza e indudablemente preocupantes. Nos preguntamos: ¿podrá
ayudar a la “nave que hace agua” el Sr. Don. Paco Velasco, flamante Ministro de
Cultura, quien, en ese cuerpo político y deliberante que es la Asamblea, con su
fogoso e inspirado verbo galvanizaba a los tribunos de su partido y también a
los íngrimos y dispersos asambleístas de la oposición? Nadie puede decirlo,
porque si no acierta en su difícil gestión, le cantarán la conocida “oración
sacramental”: “Hasta aquí llegaste Paco-paquete. ¡Que te vaya
bonito!”.
Mientras tanto la Casa de la Cultura, estancada en sus proyectos culturales,
abandonada a su suerte, con la bandera a media asta, solamente cuenta con algún
diagnóstico sobre sus males, no con la salvadora terapia.
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