Hombres y mujeres bailando de forma sexualizada con sus cuerpos mojados y cubiertos solo de espuma, realizando poses eróticas sin ropa, volcando un auto en una piscina o forzando las puertas de un complejo turístico público, son algunos de los excesos cometidos en ciudades como Salinas, Morona Santiago o Quito que se viralizaron en redes sociales, en el último feriado de Carnaval.

Los desafueros llegaron a la viralización, a tal punto que la frase Sodoma y Gomorra fue tendencia en varias plataformas digitales y se usaron para describir lo que pasaba. Posts reseñaron un “carnaval a lo Sodoma y Gomorra”. Esto como referencia a las ciudades que aparecen en el libro bíblico de Génesis y que fueron supuestamente calcinadas por castigo de Dios debido a la gravedad de los pecados que allí se cometieron. La historia de estas ciudades suele ser usada para hablar de la decadencia de la sociedad sumida en los excesos y prevenir sobre los castigos que conlleva la desobediencia.


Pero, ¿qué provocó estas acciones criticadas por varios segmentos de la sociedad ecuatoriana? Para Carlos Tutiven, sociólogo y docente de la Universidad Casa Grande, el feriado de Carnaval, históricamente, siempre ha puesto “en paréntesis” lo que es considerado como las “buenas costumbres” aunque los excesos no se pueden justificar.

En la edad media ya aparecieron las máscaras justamente para garantizar la reputación de la persona, su anonimato porque se comportaría de una forma liberada. El carnaval siempre se asoció con cierta permisión por parte de las autoridades a esta festividad, pero ahora ya no son rituales de la cosecha”, dice.

En la modernidad el Carnaval, indica el experto, pasó por una catarsis colectiva y ahora se asocia como un objeto del mercado turístico y esto “relativiza” la festividad: “Es allí que debemos analizar cuáles son las razones del desenfreno que ahora vimos y que también se ha repetido en años anteriores, aunque no en los mismos términos, cuando cualquiera era víctima de ser golpeado con un globo de agua”.

Para explicar lo sucedido en el feriado pasado Tutiven señala que el Ecuador de los últimos meses ha pasado por una gran crisis de represión de emociones debido a la violencia, el temor, la crisis económica, la teleducación generada por la pandemia o la crisis en el sector de salud y esto ha mantenido a los ecuatorianos “contenidos”.

Cuando ese dique se cae, cuando se encuentra la oportunidad, todo se desborda. A esto se le debe sumar el consumo de alcohol (y otras sustancias). En una festividad de masas, como es carnaval, se disuelve el ego individual para sumarse a una especie de ánimo colectivo. Si se mantiene la conciencia personal no se disfrutaría del momento, sería un observador de estos actos burdos, groseros y chabacanos”, afirma. La facilidad para conseguir estupefacientes en la actualidad aumenta la posibilidad de caos y excesos.

El problema también radica en no ubicar límites a ese paréntesis de las normas que se dan en fechas como Carnaval, ya que esto da paso al abuso y cometimiento de delitos. En ciudades como Salinas se observó personas abriendo autos para mojar a sus ocupantes o agrediendo al que no quería participar del festejo.

Jorge Escobar, de la Asociación Ecuatoriana de Psicólogos (AEP), concuerda con Tutiven en que los excesos son la consecuencia de un encierro y represión de emociones que a los tres años se mostraron colectiva y socialmente.


 

Este Carnaval permitió la efervescencia de muchas emociones y eso que se venía trabajando desde años antes de la pandemia de respetar a las personas en los juegos de esta festividad se rompió. Este tipo de desmanes es fruto del manejo inadecuado de las emociones, en este caso el miedo con placer. Todo esto fue una expresión desenfrenada hasta que se recuperen los caudales del equilibrio si así nos lo permitimos y aprendemos la lección no del por qué sucede sino el para qué”, afirma.

El experto indica que una de las formas de afrontar este tema y evitar que estas acciones se repitan es impulsar como sociedad la creación de una ley de educación emocional: “No hemos aprendido a manejarnos emocionalmente por más de tres generaciones porque creíamos que este tema era ingobernable, pero la neurociencia nos ha demostrado que la gestión emocional es posible y algo necesario”. La AEP propuso un borrador de ley para la educación emocional ante las Naciones Unidas.

Además, al momento de buscar culpables por este tipo de actos todos tenemos que cargar con parte de la culpa, anota Escobar. Estos problemas no son relativos a una generación específica, como se trató de posicionar en redes sociales, ya que los padres de muchos de los que participaron de estas celebraciones fallaron en la educación emocional de sus hijos.

No podemos seguir buscando culpables, ya es hora de desarrollar el sentido de responsabilidad frente a toda acción. Nadie puede tener un exceso y no hacerse responsable. Si en la casa veo que mamá y papá se pelean, yo aprenderé a pelearme. El que busca un culpable solo quiere sancionar, pero el que se hace responsable también busca aprender”, dice.

Actualmente la sociedad ecuatoriana, como todas a nivel mundial, está polarizada. Lo que se consideraba como “ético” o “correcto” es criticado y sancionado y, de hecho, se han buscado expandir los límites de estas clasificaciones para cobijar libertades que antes eran incorrectamente censuradas, pero todos los extremos son malos.

La flexibilización de una situación no necesariamente es evolución. La evolución no necesariamente debe ser en positivo. Todo el discurso lírico y romántico suena muy bien, pero es en la acción lo que se debe analizar. Aunque tenemos mejor elaboración en el criterio cognitivo, seguimos utilizando la violencia, la frustración y el miedo para coaccionar al otro para nuestros intereses. Los extremos siempre nos orillarán a estas situaciones”, asegura Escobar.


 

En la parte legal también se borró la línea del festejo para dar paso al cometimiento de delitos como el vandalismo y la agresión, dice Francisco Ycaza, abogado y CEO de SEJURIS (consultorio jurídico). Indica que sí se evidenció la falta de autoridades control, pero es imposible que se ubique a un policía a lado de cada ecuatoriano para que haga lo correcto: “Esto también se da porque hay una falta de respeto al Estado, a su institucionalidad por parte de la ciudadanía”.

Para el jurista también hay problemas en la crianza desde la infancia: “Algo que puede pasar desapercibido es el tema de la desnutrición crónica infantil. Estamos criando a generaciones con problemas nutricionales que a su vez afectan a la actividad cerebral y a la toma de sus decisiones. La desnutrición no es específica de las clases sociales bajas, ya que hay personas de clases altas que solo se alimentan y no se nutren”.

A esto añade que la ausencia de asignaturas como Cívica en las escuelas también ha ahondando al irrespesto de parámetros de conducta básicos: “Y no hablo de enseñar el Himno o los colores de la bandera sino el respeto al otro. Se nos dijo que quitar este tipo de conocimientos no afectaría, pero ahora vemos que fue así”, dice.

La difusión de estos comportamientos excesivos se ve repotenciada con las redes sociales. Una cadena de excesos puede iniciar o impulsar otros debido al carácter replicador de estas plataformas donde observamos que la mayoría de personas con tal de ser virales se suman a la “moda” u ola del momento y no se detienen a analizar la consecuencia de sus actos. Ya no importa que estas acciones se cometan adelante de niños, ya que lo “necesario” es ser viral.

Además, del otro lado de la pantalla hay espectadores que aunque critiquen estas acciones igual las replican y comparten sin importarles a quiénes les llega el contenido. (I)