miércoles, 11 de febrero de 2015


Nelsa Curbelo

Caricaturas y discrimen

La caricatura de Bonil objeto de comparecencia en la Supercom me causó mucha sorpresa y más sorpresa me causaron los motivos de la demanda. Así que llevada por la curiosidad y para actualizarme, busqué en YouTube la intervención del asambleísta y mi sorpresa fue aún mayor.
¿Quién fue el asesor o asesora (hay que respetar la equidad de género, para no discriminar…) que deslizó en las manos de nuestro representante un texto engorroso que no tuvo tiempo de repasar? Que lo hizo tartamudear y sentirse incómodo frente a una redacción académica, alambicada, tortuosa, que, en lo que pude entender, pretendía defender justamente a los excluidos ahora invitados al buen vivir como derecho de todas y de todos. ¿Alguien le hizo una zancadilla, le preparó una carambola a varias bandas, como en el billar? A veces eso existe entre colegas asambleístas… A él o ella habría que demandar…
Todos sabemos que muchas intervenciones de nuestros representantes no son escritas por ellos, y a veces, solo a veces, no tienen tiempo de leerlas, de opinar y discutirlas, antes de solemnemente exponerlas en el pleno. Claramente este podría ser el caso.
Pero la demanda de las catorce asociaciones afroecuatorianas, que no pretenden, según las palabras de su representante, defender al legislador Agustín Delgado, sino “al pueblo afroecuatoriano”, ha producido un efecto bumerán: los que no estábamos muy enterados nos enteramos. Errar es humano, pero echarle la culpa a otro es más humano todavía, dicen les Luthiers…
Además, no me parecen justas ninguna de las dos demandas. Es obvio que no hay discrimen racista en la caricatura, no se hace alusión a la raza ni al color de quien fue una gloria del fútbol ecuatoriano.
Tampoco hay discriminación socioeconómica, pues Agustín Delgado goza de solvencia económica gracias a su talento en el fútbol y a los muchos años que brindó alegría con ese deporte a los aficionados al deporte rey.
La caricatura tiene eso. Escoge un momento, una situación, un dicho, una circunstancia y la expone desde su ángulo cómico. Creo que no hay que enojarse por eso. Solamente reírse a carcajadas, a veces de uno mismo. Agustín Delgado sonríe con mucha facilidad, tiene un rostro amable y pacificador. Si le hubiera agregado una carcajada al mal rato que él pasó, y de rebote nos hizo pasar, seguramente no estaríamos ahora hablando de consultar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre la caricatura, la libertad de expresión y la censura previa… Y repetir hasta el cansancio no la caricatura, sino la visualización del hecho que la originó. –Resultó peor la enmienda que el soneto–.

En medio de tantos problemas nacionales y mundiales nos hace falta una cura de risa. La respetabilidad no es sinónimo de seriedad; la seriedad se asemeja bastante a un tumor canceroso. Se expande sin control, crispa, enferma todo el cuerpo social y nos aleja unos de otros. La risa hermana, alivia, nos hace felices, y nos pone en nuestro lugar, bastante pequeño en el concierto de los seres vivos. Hacer de la caricatura una tragedia, ¡es una tragedia! Salirnos del pensamiento lineal lógico y permitirnos el giro inesperado de una broma nos puede hacer bien como sociedad y como país. ¡Más humor y menos tumor! (O)

No hay comentarios:

Publicar un comentario