miércoles, 11 de febrero de 2015


León Roldós

¿Será posible razonar?

Entre humanos, como que la pregunta no debería darse, pero en los hechos es necesaria, por la irracionalidad que lleva a que cualquier contradicción genere expresiones de agravio, acusación, sospecha o amenaza.
En lo político, lo social y lo económico, más que principios hay intereses, supuestas conveniencias y afanes de sindicar y perseguir.
La priorización del proyecto
Es cierto que en muchas áreas del pensamiento y de gestión puede haber diferentes visiones sobre los mismos hechos.
En democracia se supone que aquello se concreta en opciones no en imposición de una sola visión.
Por ello, también debe haber real división de funciones del Estado y en sus competencias, la legislativa –en que las diferentes corrientes confluyan respetando las diferencias, pero en lo trascendente tendiendo puentes para mejores resultados–, la ejecutiva, la judicial, la de justicia constitucional y la electoral.
Más aún, deben respetarse los espacios de control de las entidades del Estado y de otros sectores públicos y privados: Contraloría y superintendencias, que no deben subordinarse a proyecto político alguno, ni a gobernantes, ni a la oposición, en que deben primar los principios y los procesos jurídicos, siempre con la mayor transparencia.
Ocultar lo público, peor si los hechos ya se dieron, es lo más próximo a la corrupción.
Contra los principios democráticos está el sometimiento obligado a un proyecto, aun cuando se pase por elecciones y consultas populares, si la percepción es que no hay idoneidad en estas porque no hay reglas confiables –en su texto se las reforma y en su aplicación se las ajusta a las conveniencias de a quien se quiere favorecer–.
A ningún gobierno de líder totalitario o mesiánico le ha faltado votos –porque se abusa de su poder de comunicación y del control de los procesos de votación–, y eso puede evidenciarse a través de la historia.
…Un solo Dios verdadero
En el primer Concilio de Constantinopla (381), se proclamó el dogma que las tres personas de la Trinidad son realmente distintas, pero hay un solo Dios verdadero.
En democracia, ese dogma no puede ni debe trasladarse a una nación ni a un estado.
No debe haber la percepción de que todas las funciones y las entidades del Estado responden a una sola voluntad o a un solo proyecto.
¿Eso querrá la mayoría de ciudadanos?, ¿cuál es esa mayoría?, ¿con qué reglas?, ¿con qué confiabilidad?, ¿no es que siempre debe haber espacios para las minorías?, ¿no será que quienes dictan las reglas y designan a los escrutadores son los que imponen los resultados con tufo de fraude real, aun cuando haya aparentes resultados numéricos que permitan proclamar resultados?
“Sufragio efectivo, no reelección”
La proclama en México fue de Francisco Madero, San Luis Potosí, octubre 5 de 1910, contra el presidente Porfirio Díaz, en el inicio del proceso conocido como la Revolución Mexicana.
Díaz fue un militar que se hizo mito desde cuando era estudiante del seminario de Oaxaca, de 17 años de edad, ante la invasión yanqui a México, para imponer el despojo de Texas, Nuevo México y Alta California, y la toma de la ciudad de México –enfrentando a los cadetes heroicos del Colegio Militar de Chapultepec, en septiembre de 1837–, se alistó en el Batallón San Clemente, aun cuando no llegó a combatir. Asumió ser liberal y tomó las armas cuando la confrontación liberal-conservadora se convirtió en guerra civil, periodo anticlerical conocido como la guerra de Reforma (diciembre de 1857-enero de 1861), siendo recompensado con el grado de general.
Su gloria llegó cuando fue militar heroico frente a la invasión francesa (1862-1867) hasta su expulsión del suelo mexicano, invasión propiciada por los acreedores de la deuda externa de México a los que se les habían suspendido los pagos.
Con su prestigio militar y su formación marcada por la influencia del positivismo, teoría política desarrollada en base del pensamiento de Augusto Comte, llegó al poder por sufragio en mayo de 1877.
A partir de entonces hasta el año 1911, treinta y cuatro años imperó la llamada “paz porfiriana”, con elecciones sucesivas en que Díaz era “invencible”, bajo los principios del “orden, paz y progreso”, dejando atrás cuatro décadas anteriores de conflictos armados, con estímulos al desarrollo material, la inversión interna y externa y el inicio de la explotación petrolera, así como también se impulsó un importante desarrollo cultural y científico.
En un gobierno intermedio del porfiriato, de su compadre, el general Manuel González, pero bajo su entorno, se dictó la ley mordaza –1882– contra la prensa crítica, supuestamente la de derecha, porque Díaz proclamaba su fe liberal, pero también le sirvió para perseguir a quienes desde la prensa distorsionaban el pensamiento liberal.
En 1908 Díaz explicó el porqué de sus reelecciones sucesivas, porque el pueblo mexicano no había “estado preparado para seleccionar y cambiar su gobierno, sin el peligro de revoluciones armadas y sin estorbar el progreso del país”. Su última candidatura fue el año 1910, en que su triunfo fue cuestionado, antecedente inmediato del proceso de la Revolución Mexicana. Díaz abandonó el poder el 25 de mayo de 1911.
De héroe de México, de conductor de un proceso de más de tres décadas de progreso material y cultural, pero sin respeto alguno al pensamiento diferente, ni a sus libertades, Porfirio Díaz terminó siendo un villano de la historia de ese gran país.
¿Y se cumplió en México aquello de “sufragio efectivo, no reelección”? No, bajo el imperio del PRI –con complicidades de otros sectores políticos y económicos– aun cuando hayan cambiado los presidentes, el sistema se corrompió.
En la historia y los años que se viven, solo cambian los actores, los entornos son muy parecidos.(O)

A ningún gobierno de líder totalitario o mesiánico le ha faltado votos –porque se abusa de su poder de comunicación y del control de los procesos de votación–.

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