lunes, 7 de octubre de 2013

El Yasuní ITT no muere para salvar a los pobres

Por: Andrés Vallejo

El gobierno nos plantea una disyuntiva: o explotamos el campo ITT o renunciamos al desarrollo del país. La imagen mental que invoca este discurso es la de la necesidad de sacrificar un pedacito insignificante de selva a cambio de la consecución del paraíso: un Ecuador sin pobreza –"salir de la miseria", fueron las dramáticas palabras utilizadas en el anuncio oficial.
Esta disyuntiva es falsa. No entraremos a discutir las premisas desarrollistas que sustentan el accionar de la "revolución ciudadana". Incluso desde esa visión reduccionista que nada más contempla lo económico y, a veces, solo lo contable, la disyuntiva es falsa.
El propio gobierno estima que obtendrá 18 mil millones de dólares del ITT. Pero esos ingresos estarán repartidos a lo largo de 23 años, por lo que se recibirán –siempre y cuando el precio del petróleo se mantenga– menos de 800 millones de dólares al año.

Comparemos este monto con el presupuesto general del estado. El presupuesto aprobado para 2013 fue de 32 mil millones de dólares. Es decir, el ITT, salvación de la patria, contribuirá cada año con el 2,5% del presupuesto en el mejor de los casos. Para ponerlo en perspectiva, desde 2006 el presupuesto se ha multiplicado por tres, ¡y creció casi un 8% desde 2012!
¿Se está destinando ese aumento a temas fundamentales? Si el gasto militar sirve de muestra, es claro que no. Entre 2007 y 2011, el Ecuador gastó más de 9 mil millones de dólares en este rubro, el mayor gasto militar relativo en América del Sur (2,74% del PIB en 2012, mientras que el del segundo, Colombia, un país en guerra, fue de 1,89%).
Otro gasto infame es el del subsidio a la gasolina. De los 4 500 millones de dólares anuales que el estado destina a subsidiar combustibles, 1 760 millones son para la gasolina de autos particulares (más del doble de lo que aportará el ITT). Hace poco, el presidente Correa mencionó que su gobierno entrega un bono de la riqueza de mil dólares anuales a quien pueda sufragar un carro grande (lo que hay que multiplicar por el número de carros, si el beneficiario posee más de uno).
Esto no lo descubrió ayer, el presidente. Un estudio del ministerio coordinador de la Producción en 2010 concluye lo siguiente: "85% de la gasolina subsidiada beneficia al quintil más rico (…). Es claro que los subsidios a los combustibles no cumplen una función social, más bien son un incentivo para generar consumo suntuario (…). Dadas las distorsiones que genera esta política de precios de combustibles en el aparato productivo y a que los subsidios son regresivos, no se justifica que el Estado gaste ingentes recursos en mantener esos precios (…). El principal impacto de [fijar el precio de la gasolina a precios internacionales] se daría en los hogares, cuyos gastos totales subirían en 1,6%. Los hogares más pobres no se verían afectados porque no consumen estos combustibles; la mayor carga la llevarían los hogares del quintil [más rico], que deberían gastar 42 dólares adicionales en gasolina al mes (2,9% de su ingreso)." Sin embargo, recién se tantea la revisión de este despilfarro nefasto para 2016, seis años después de constatadas estas enfáticas conclusiones.
Se nos quiere hacer creer que la contaminación, extinción de especies y genocidio que ocurrirán en el Yasuní –solo una fe ciega en quienes han dado muestras de no ser fiables nos puede llevar a creer que no ocurrirán– será en beneficio de los pobres del país, cuando será para alimentar la industria de la guerra y subsidiar la proliferación de todos los problemas sociales que trae el uso suntuario del automóvil
† Existen cuestionamientos a los cálculos de esta cifra, como los de Roque Sevilla, ex presidente de la comisión negociadora de la iniciativa Yasuní ITT, quien sostiene que estaría seriamente inflada.

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