miércoles, 1 de febrero de 2023

 

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Primer round post-febrero5

  
LECTURA DE 5 MINUTOS

Normalmente los políticos esperan los resultados de una cita electoral para reformular sus estrategias. Más aún si hay, como este 5 de febrero, un doble escrutinio y se inaugura, aunque aún nadie lo diga, la campaña presidencial 2025.

Normalmente las estrategias se levantan en función del mapa político que dejen los resultados. El hecho curioso en el país, donde la normalidad no tiene cabida, es que el presidente de la República ya tiene acotada la cancha. Y sabe -o debe saber- que tras el 5 de febrero, no podrá evitar una decisión dramática. Por dos razones: el mapa político no lo diseña él y la estrategia de su gobierno es penosamente dependiente de la de sus adversarios (y enemigos).

El presidente, razonablemente, nada puede esperar de las elecciones seccionales: no tiene partido ni implantación electoral para aspirar competir con sus adversarios (y enemigos) en el reparto del poder local. ¿Puede ganar la consulta? Hasta ahora los sondeos en general dan por cierta esa posibilidad. Pero, incluso si la gana -lo cual mejora su situación- no se ve que el presidente pueda traducir ese triunfo en capital político. A menos que reaccione en forma inmediata, sume su acción a la reacción del electorado y genere una dinámica a su favor. Su dilema es siempre el mismo: ¿cómo hacerlo?

¿Podría tratar de presionar a la Asamblea con proyectos de ley; algunos derivados de la consulta popular? Cualquier intento en ese sentido puede ser analizado mirando por el retrovisor: ya lo hizo, incluso con show personal del presidente, en los predios de la Asamblea. Y ni siquiera con el tema neurálgico de la inseguridad esa presión surte efectos duraderos y sostenibles.

No hay, hasta ahora, en el libreto de Carondelet, una estrategia poderosa que resulte, al menos disuasiva ante una Asamblea que ni siente ni procesa el apremio de la realidad. Así, ante el peligro que la oposición active -ya lo hizo- los mecanismos habituales de otro intento de golpe, el presidente sigue dependiendo de su facultad de decretar la muerte cruzada. No la contempla por ahora, dijo en la entrevista con Milton Pérez. Es, sin embargo, la única arma -de última instancia y uso azaroso- con la que cuenta para parar a los golpistas y ganar iniciativa política.

Los opositores (y enemigos) de Lasso no esperarán hasta el 2025. Son expertos en fabricar incentivos para apurar los plazos. Desde el 5 de febrero podrán -empujando el corcho- promocionar las seccionales como un triunfo y el deseo mayoritario de cambio contra el gobierno. Podrán neutralizar la derrota de la Consulta -si el electorado ratifica los sondeos- y, conchabados con Leonidas Iza, concretar la amenaza de volver a las calles. Podrán usar políticamente el informe de la Comisión ocasional, que investiga el caso de posible corrupción en el sector eléctrico contra el presidente…

Habrá que ver si los resultados de la seccionales permite a los bloques opositores coincidir plenamente en una estrategia desestabilizadora. No hay cómo ignorar que las elecciones seccionales pueden ser leídas como un mano a mano entre el correísmo, el nebotismo, Iza e incluso entre las facciones internas a cada formación política. El hecho cierto es que las intentonas de golpe requieren conmoción social y votos en la Asamblea. El correísmo podría sumar la figura de una constituyente para limpiar de polvo y paja al prófugo.

Por ahora no se ven, en todo caso -en la lógica golpista y en la coyuntura- factores que incentiven un cambio de estrategia por parte de la oposición. No se siente responsable del rumbo de la economía ni del desempleo. La pobreza, la inseguridad y el flagelo del narcotráfico no la movilizan. Por el contrario: solapa, cuando no acoge, la nueva dinámica de la política (la narcopolítica) que es el resultado de ceguera y la corrupción de una sociedad política en franca descomposición.

Es ante ese escenario que el gobierno tendrá que armar su estrategia post-febrero 5. No ante sus deseos. Por eso, vuelve con fuerza la pregunta: si no es la muerte cruzada, ¿qué?
Presionar la Asamblea con proyectos de ley es tan utópico como creer que el gobierno tiene tiempo y vasto margen de maniobra por delante.

Foto: Presidencia de la República.

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