viernes, 28 de abril de 2017

Jaime Guevara despide a Correa con un yucazo para toda la vida

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Los yucazos, por lo general, duran instantes. Solo los necesarios para doblar el brazo a la altura del codo y apuntar al cielo con el dedo intermedio.
Pero hay yucazos que pueden durar toda una vida, y esos son los que más duelen. Precisamente es uno de esos el que le ha dedicado el cantautor Jaime Guevara, como despedida, a Rafael Correa. El yucazo de marras viene en formato de corrido mexicano y ya vuela como video, producido por Pocho Álvarez, en Youtube y las redes sociales.
El video y el corrido se llaman “Yucazo del adiós” y es mucho más que un video y una canción cualquiera. Se trata de una obra en la que Guevara logra perennizar aquel gesto que en septiembre del 2013 dedicó a Correa, quien no solo que ordenó que lo encarcelen sino que luego trató de humillarlo públicamente.

Guevara consigue perennizar su yucazo por al menos dos razones. Primero, ha compuesto una canción que sin duda sobrevivirá a sus protagonistas, en la que recrea lo ocurrido el día aquel, cuando Correa se bajó de su carro, lo desafió a golpes y ordenó que lo detuvieran porque consideró que había sido ofendido por la seña que le hizo el músico. Segundo, porque en su video utiliza recursos visuales que registran con lucidez, como antídoto contra el olvido, cómo Correa abusó de su poder para acosarlo, humillarlo e insultarlo durante una sabatina.
El video arranca con unas imágenes en negativo en las que se ve a Correa, durante uno de sus enlaces mal llamados ciudadanos, dar su versión del encuentro con Guevara. “No sé si canta o escribe. Canta horrible y toca peor la guitarra”, se ve decir a Correa escondiendo su pequeñez en esa risita nerviosa que lo ha acompañado cada vez que habla de un tema que le molesta. “Jaime Guevara, como es un macho, le hace una mala seña al Presidente y yo me le bajo”, se le ve decir a Correa anticipando su actuación de macho en el corrido. Y concluye: “Créanme ese pobre hombre se tambaleaba, apestaba a alcohol y tenía toda una droguería encima porque es drogo, ya”.
Al incorporar el deplorable e impresentable testimonio de Correa, el video logra registrar brillantemente para la historia lo que ha significado para el país el abuso del poder durante los diez años de correísmo. Eso que Pabel Muñoz eufemísticamente llama recuperación de la autoridad pública.
Correa queda retratado en la obra de Guevara como una triste caricatura del dictadorzuelo tropical que es incapaz de entender que en un sistema verdaderamente democrático los gobernantes no reprimen la opinión que sobre ellos expresan sus mandantes, aunque sea en forma de insulto o de mala seña. El dictadorzuelo tropical no entiende que, en democracia, el ciudadano de a pie -en este caso Guevara-, es su verdadero jefe y puede faltar el respeto a su autoridad. Es un principio básico de cualquier democracia y una conducta que cualquier estadista asume con grandeza. Por eso mismo, el desacato ha sido eliminado como tipo penal de casi todas las democracias maduras y sólidas.
Pero hay otra cosa que le otorga una fuerza singular a la producción de Jaime Guevara: el ritmo que escogió. Se trata de un corrido mexicano que resulta perfecto para lo que quiso su autor: ubicar a Correa como personaje de una película de machos pistoleros y matones. Y lo logra. “Como Sheriff o matón”, dice en una estrofa la canción.
Es imposible no pensar que el video es la dulce venganza de Guevara. Y no es para menos. Correa utilizó cobardemente todo su inmenso poder para tratar de liquidarlo. Desde la plataforma pública financiada con dineros públicos que es la sabatina, Correa lo pintó ante el país como un drogadicto y borracho que no podía si quiera mantenerse en pie. Él, que tenía todo el poder posible, que ese día iba en una caravana llena de guardaespaldas armados y patrulleros con policías, desafió a un ser humano frágil que apenas iba armado del pan y la leche que había comprado para su desayuno.
Cuando supo que Guevara recibía medicación y que no bebía ni se drogaba, Correa hizo una “aclaración” en la que mostró aún más la inmensa pobreza de su condición humana. El sábado siguiente leyó un texto, en el que bajo el supuesto de que estaba haciendo una rectificación, intentó rebajar aún más la humanidad Guevara.
La supuesta rectificación de Correa decía así: “Que el señor Jaime Guevara es malcriado y mentiroso; que puede tener militancias de izquierda equivocadas; miopes, virulentas y torpes; que además es anarco, virulento y agresivo; que más aún tiene una enfermedad irreversible, cisticercosis, que provoca en él virulencia extrema y ataques epilépticos desde hace décadas, especialmente cuando tiene accesos de rabia e indignación contra quien no piense como él; que estos ataques lo llevan a tener la mirada perdida, incapacidad de vocalizar palabras, dificultad para expresarse y para mantener el equilibrio, todo lo cual lo hace parecer como borracho y bajo efectos de la droga, más aún cuando apesta a alcohol seguramente por medicinas que toma; pero de acuerdo a personas que lo conocen y a sus propias declaraciones, no es borracho ni drogadicto”.
¿Era posible más miseria humana?
Por todo esto, el video de Guevara se antoja como una obra de auto desagravio, como el recurso legítimo y poderoso de quien no tiene otra arma que su guitarra y su voz y que siempre cuestionó al poder (a todos) únicamente con la fuerza de su música y su irreverencia. El “Yucazo del adiós” seguramente va a doler más que el aquel que tanto le dolió a Correa en septiembre del 2013 porque este va a durar toda una vida.

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