domingo, 27 de noviembre de 2016

Nuevas coordenadas humanas



Publicado el 2016/11/26 por AGN
[Alberto Ordóñez Ortiz]
La adversidad nos vuelve más perspicaces en nuestra búsqueda por saber el papel que nos corresponde en el vasto y misterioso mundo en el que nos desenvolvemos. De sus intrincadas interrelaciones que nos conducen a puertas sin aparente salida. Nos obliga a tumbarlas y bucear más allá de todo lo que se nos oponga. En suma, a que no busquemos precisamente entre ese conjunto de ideas que son el reflejo de percepciones que surgen de una filosofía que pertenecen al modo precario de concepciones anticuadas por decimonónicas. Tenemos que dejar de ser “nuestros propios bisabuelos”. Debemos atizar nuestra hambre de [[dios]], o como quiere que se lo llame: átomos vibrantes, materia, panteísmo, Jehová. Colocarnos un renglón por encima del hombre común. Romper nuestro viejo cascarón para atisbar el universo desde un nuevo plano. Un plano subversivamente más alto, repleto de renovadas incógnitas y aventuras. Lograr inundarnos de un alma nueva que nos permita mirar la totalidad con nuevos ojos. Redescubrirla y redescubrirnos, porque caray no podemos quedarnos sentados frente a la ventana que sólo nos deja ver el viejo camino, cuando los nuevos caminos están esperándonos en todas partes.
Hemos cambiado nuestra humanidad, y, con ella, la capacidad de sentir y de pensar por la tecnología que, en perversa retribución nos ha enviado a la comodidad de la perezosa que nos ha vuelto complacientes seres digitales. Portadores -desde luego- de la candorosa sonrisa que puede producir ese proceso cuando la soberbia es la que nos inflama. Hemos cambiado nuestra [[alma]] por piedras de colores. No con esto quiero decir -ni mucho menos- que la tecnología sea en extremo una útil y todopoderosa herramienta. Lo que quiero decir -insisto- es que en la medida en que nos entreguemos a exclusividad en sus brazos, perderemos la capacidad de razonamiento: la más alta conquista humana tras miles de miles años de evolución en que el verbo creador de la naturaleza nos ha conducido al pensamiento abstracto y más allá.
Entonces, lo que corresponde es que la tecnología se integre al pensamiento y a la sensibilidad como un accesorio -y nada más-, siempre dependiente de aquellas y no a la inversa como ocurre ahora que la fascinación tecnológica produce una suerte de hipnosis colectiva en que todos aplastan botones, en que no es extraño escuchar: mi tablet es mejor que la tuya, por lo tanto soy más inteligente. En que se dice, -sin pensar-, que los niños de ahora son más capaces porque pronto aprenden a manejar toda clase de artilugios digitales, cuando la capacidad no está tan sólo en manejarlos, sino fundamentalmente en crearlos. El niño no hace otra cosa que imitar, como es propio de su edad, sin poner en duda, de ninguna manera, su inteligencia.
En contrapartida la humanidad avanza en mitad de armas nucleares que la podrían borrar del mapa. Me veo caminando sobre las ruinas y a alguien que construye con las ruinas la nueva humanidad que con renovada energía reclama la vida. Una humanidad que pueda pensar con el corazón y no con las tablets. (O)

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