miércoles, 20 de agosto de 2025

 

LA INDIFERENCIA
Es de veras lamentable que una buena parte de la población ecuatoriana viva organizada y establecida para la indiferencia y el quemimportismo, es decir en un estado de comodidad sin lugar para sacudirse y protestar; y, además, ha sido despojada de un componente esencial de la dignidad humana como es la capacidad de reaccionar y de oponerse. Esa indiferencia latente en aquellos sujetos no es más que una ceguera del alma, una sordera del corazón y una degradación de la inteligencia, que les induce a replegarse dentro de ellos mismos y a suprimir al prójimo.
Esa indiferencia con que la gente mira todo lo que acontece, sin inmutarse en lo más mínimo, avanza incontenible dentro de una forma sofisticada de corrupción y escándalo para beneficio de un poder político abusivo y prepotente. Sabemos hasta la saciedad que el silencio de los pueblos ha permitido que sean aclamados los dictadores soberbios que nunca faltan en la historia.
Esa indiferencia que embarga a una gran cantidad de individuos en el país ha provocado la abdicación de su capacidad crítica y el sometimiento a lo que le dicen o a lo que le venden. Entonces, la ciudadanía, para ellos, resulta ser la ficción de un sueño del que no quieren despertar para ver la realidad y enfrentar la responsabilidad. No quieren despertar por miedo o por interés, por cálculo o por temor, porque les es más cómodo vivir entre el susurro y el silencio, aunque sea dolorosamente indigno. El problema es que cuando han renegado de la crítica y han admitido que las verdades políticas son intocables, el ciudadano desaparece y nace el súbdito, el sometido, el que aplaude; entonces, lo que hay es un rebaño: pastores que doman y perros que cuidan.
En respuesta a esta adocenada actitud sobre el silencio de la mayoría ante los atropellos del poder y la indiferencia ante el dolor ajeno, como una advertencia nos dice el poeta:
"Primero cogieron a los comunistas, y yo no dije nada porque no era comunista.
Luego se llevaron a los judíos, y yo no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los obreros, y yo no dije nada porque no era ni obrero ni sindicalista.
Luego se metieron con los católicos, y yo no dije nada porque yo era protestante.
Y cuando finalmente vinieron por mí, no quedaba nadie para protestar".
Fernando Balarezo Duque

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