Yoani Sánchez
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México se está
quedando sin lágrimas
Cuando visité
México por primera vez me impresionaron su tremendo potencial y sus enormes
problemas. Quedé impactada por una cultura cuyo calendario se pierde en el
tiempo, sobre todo si la comparamos con la historia de una Cuba todavía
adolescente. Sin embargo, lo más chocante resultó la frecuente advertencia y el
consejo que me brindaron amigos y conocidos sobre la inseguridad y los peligros
que podían aguardar en cada calle.
El testimonio más desgarrador de
aquella visita lo escuché de boca de Judith Torrea, periodista española
radicada en Ciudad Juárez y que reunía historias de madres cuyas hijas
adolescentes nunca volvieron de sus trabajos o de sus centros de
estudios.
Me dolió comprobar cómo la muerte
violenta se había vuelto algo cotidiano en diferentes zonas de ese hermoso
país. La Catrina ya no sonreía, sino que sus cuencas vacías parecían una triste
premonición de lo que le faltaba por vivir a México. La desaparición de
los 43 estudiantes de Ayotzinapa ha superado en horror lo que ya estaba
padeciendo una sociedad donde la corrupción, la ineficacia jurídica y el brazo
armado del narcotráfico campean por su respeto desde hace mucho tiempo. Como si
a una población ya desgarrada por las pérdidas se le pudieran agregar nuevas
heridas.
Cada uno de esos jóvenes
desaparecidos tenía alrededor de la edad de mi hijo Teo, algunas fotos hasta me
recuerdan su cara trigueña y sus ojos achinados. Él podría ser cualquiera de
esos que un día salieron de la escuela y decidieron protestar contra el
statu quo. Todo apunta a que el poder político local, mezclado con los
carteles de la droga, terminó de manera violenta con la vida de quienes aún
tenían lo mejor de su existencia por delante. Las últimas semanas, los
familiares han pasado de las lágrimas a la esperanza y nuevamente al dolor.
Hasta que no se confirme el triste final, ninguno quiere darlo por hecho, pero
los indicios apuntan al peor de los escenarios.
México se está quedando sin lágrimas.
A América Latina le corresponde acompañar a esa nación entrañable en la
búsqueda de respuestas a la desaparición de los estudiantes, pero también a la solución
de los graves problemas sociales e institucionales que la han provocado. A los
ciudadanos, por nuestra parte, nos toca la solidaridad, el compartir el dolor y
la ira. Que nadie vuelva a mirar a su hijo a los ojos sin recordar a los que
faltan. (O)
A América Latina le corresponde
acompañar a esa nación entrañable en la búsqueda de respuestas a la
desaparición de los estudiantes, pero también a la solución de los graves
problemas sociales e institucionales que la han provocado.
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