ESTADO DE PROPAGANDA
Por Roberto Aguilar
Por Roberto Aguilar
Hay que reconocer que el dios Google sabe muchas cosas.
A veces hasta parece adivinar lo que uno está pensando. Por ejemplo, cuando
empezamos a teclear en el buscador los caracteres “Dhruv h”, las palabras helicopter crash se escriben solas. ¡Maravillas del
ciberespacio! La pista conduce a una serie de artículos de periódicos de la
India que dan cuenta de un largo historial de accidentes (al menos once desde
2002, incluidos cuatro en el Ecuador), cuestionamientos técnicos y suspensiones
de vuelo que empañan el prestigio de esos helicópteros promocionados en el
mercado mundial de las armas como “de bajo costo y alto rendimiento”. En uno de esos artículos se
relata cómo, en 2006, la flota entera de Dhruvs de la IAF (Fuerza Aérea India,
una institución con “un pobre historial de seguridad”), suspendió sus
operaciones luego de que una versión civil del aparato se desplomó por fallas
en el rotor de la cola. Por cierta cuestión de cronogramas (algún proyecto de
la IAF que estaba retrasado), volvieron al aire e incluso fueron llevados a “ambientes
inadecuados” (unsuitable environments). El
resultado: dos helicópteros más se estrellaron en las montañosas fronteras con
Pakistán y China. Montañosas, sí. Desde entonces, nuevos accidentes se
produjeron por el mismo problema con el rotor de la cola, así que la IAF volvió a suspender temporalmente los vuelos de su flota en julio de 2014.
No parecen
muy contentos los indios con sus Dhruv. Incluso han recibido reclamos de sus
clientes en el extranjero, como refiere el Sunday Guardian, uno de los
periódicos ya citados. La Fuerza Aérea Ecuatoriana, por ejemplo, “se ha quejado
por problemas recurrentes, incluyendo un costo de mantenimiento más alto que el
esperado”. En el Ecuador no sabíamos nada al respecto. Debe ser mentira. Aquí
nadie nos ocultaría información, eso es impensable, y cualquier pendenciero
falaz que se atreva a sugerir lo contrario es inmediatamente puesto en la
picota, donde se lo insulta y se le responde de manera contundente en todos los
niveles. Lo que pasa es que esos periódicos indios son, a primera vista,
corruptos y mercantilistas. Bien sabemos los ecuatorianos que la prensa
auténticamente responsable nunca habla mal de los Dhruv: los promociona.
Cualquier cosa que no sea en esa línea sólo puede producir indignación.
El
presidente de la República, por ejemplo, ya se indignó. Dos veces. El sábado en
su kermés y el martes en una rueda de prensa que ofreció en Coca. El ministro
del Interior, José Serrano, se indignó también. El viernes llamó a radio
Democracia, donde el asambleísta Ramiro Aguilar planteaba con moderación y
tranquilidad una serie de preguntas sobre los Dhruv, y se ciscó en sus muertos.
No hay espacio ni para preguntar. El único que puede hacer preguntas, aunque
sean retóricas, es el presidente de la República. Ante la duda de que la Fuerza
Aérea compró esos helicópteros a sabiendas de que tenían desperfectos, el
Presidente clamó con grandes aspavientos: “¡¿Pero quién va a saber eso?!”. Este
blog se permite humildemente sugerir una respuesta: a lo mejor el general Jorge
Gabela, quizás él lo sabía, por eso no quería comprarlos. Pero el general
Gabela está muerto, ya no puede ser de mucha ayuda en este caso. Fue asesinado,
según un informe que tardó 17 meses en salir a la luz, por un grupo de ladrones
que no se robaron nada.
Hay un
cadáver sobre la alfombra. En las novelas de Agatha Christie es el punto en el
cual Hércules Poirot pide a los presentes: “que nadie salga de esta casa”. Por
lo general, los presentes responden indignados: ¿Está sugiriendo que yo…?
¡¿Cómo se atreve?! Y Poirot: no señor, no estoy sugiriendo nada, todo el mundo
sabe de su honorabilidad; pero por favor, no salga de esta casa. Y luego
empieza a interrogar uno por uno a todos.
Una grabación que
la viuda de Gabela entregó a la Asamblea y que Ramiro Aguilar dio a conocer
esta semana revela que el general asesinado estaba siendo seguido y vigilado,
ilegalmente, por orden de otro oficial perteneciente al alto mando de la Fuerza
Aérea, el general Alonso Espinosa. ¿Tiene que ver este espionaje con la
oposición de Gabela a la compra de los Dhruv? ¿Cuál fue el papel de Espinosa en
esa negociación? ¿Quién más intervino en ella? ¿Qué dicen sus declaraciones de
bienes? Nadie quiere poner en duda su honorabilidad, general, es perfectamente
comprensible que se indigne. Pero por favor, no salga de esta casa.
Esta semana también, el argentino Roberto Meza, perito forense
contratado para investigar el crimen de Gabela, reveló a El Comercio que
los asesores de la en ese entonces ministra de Defensa, María Fernanda
Espinosa, y del ministro del Interior, José Serrano, le pidieron directamente
que en su investigación no toque el tema de los Dhruv. ¿Cuál es el motivo de
tan inusual solicitud? A nadie se le ocurriría vincular a tan ilustres
personajes con un delito, ellos están en su derecho de indignarse todo lo que
quieran. Pero por favor, no salgan de esta casa.
Finalmente,
el jueves, la asambleísta correísta Soledad Buendía pidió en el seno de la
legislatura que una comisión, que no sea la de Fiscalización, investigue la
compra de los helicópteros. Sagrada indignación hizo vibrar perceptiblemente el
pechito del Niño Patria, Gabriel Rivera, presidente de la Comisión de
Fiscalización, que hace ya rato archivó el caso sin haber encontrado nada digno
de mención. ¿Puede explicar Gabriel Rivera en qué consisten sus
investigaciones? Sus propios compañeros de bancada parecen no confiar en él,
aunque Soledad Buendía lo niegue con indignación. ¿Le jalaron las orejas? ¿Qué
le dijeron? Nadie niega sus buenas intenciones pero por favor, que no salgan de
esta casa.
A todo esto,
Javier Ponce, que ocupaba el cargo de ministro de Defensa cuando los
helicópteros fueron comprados, guarda el poético silencio que lo caracteriza.
Nada que reprocharle mientras no salga de esta casa.
Mientras
tanto, en la India, los ingenieros de la IAF se ocupan a fondo en buscar una
solución a los problemas técnicos de sus Dhruv, pues no quieren verse obligados
a suspender sus vuelos nuevamente. Un asunto de primera importancia para
alguien que tiene una flota con 140 de esos helicópteros. Quizá cuando
encuentren una solución la anuncien alborozados al planeta, con la esperanza de
limpiar la pésima fama que sus helicópteros se han echado encima.
Probablemente, ese día los correístas dirán que fueron engañados y se
indignarán aun más, se indignarán hasta el vómito. Si algo hemos aprendido los
ecuatorianos en estos últimos ocho años es que los correístas tienen una
capacidad infinita de indignarse. Y está muy bien, siempre y cuando no salgan
de esta casa.
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