lunes, 20 de septiembre de 2021

 

POR: Jaime Idrovo Urigüen

Publicado en la Revista ElObservador (edición 124, agosto de 2021) 

 


14 años de correcto y sigue lo mismo
De promesas viven los pueblos y los inocentes. En efecto, todo lleva a pensar que el discurso de Guillermo Lasso, durante la campaña electoral, apuntaba a dar otro golpe bajo a la credulidad de los ecuatorianos que esperábamos, mediante la práctica de un Gobierno del encuentro, superar en algo los traumas dejados por los catorce años de correato. Aunque claro, puede ser que no entendimos bien el mensaje y que hayamos supuesto que se trataba del encuentro entre quienes aún pensamos que se pueden remediar las cosas, desechando en lo posible la corrupción y el autoritarismo, por ejemplo, cuando en realidad lo que se buscaba era el encuentro previamente acordado entre los correistas y este gobierno de claro perfil derechista y privatizador.

De igual forma, suponer que quienes habían saqueado al país durante años, dejarían la esfera del gobierno, fue otro equívoco orquestado por el poder mediático en medio del proceso electoral, pues si bien la mayoría se fue a sus casas con sus bien robadas fortunas, otros siguen gozando de las mismas en el extranjero, con solo unos pocos que pagan en la cárcel el hecho de haberse dejado coger. Una realidad que se observa en los ministerios y dependencias públicas que aún siguen bajo la inoperancia, incluyendo el maltrato de los directivos hacia los funcionarios de rango menor, y quienes trabajan honestamente, incluso si fueron correistas.

Como muestra de lo que señalamos, revisemos lo que sucede con el Ministerio de Cultura y los pormenores de una política nefasta que se impuso desde hace más de una década,   y sigue campante en todo el territorio ecuatoriano, Cuenca incluida, claro está.

En efecto, el mencionado Ministerio se inauguró en medio de los discursos electrizantes y la demagogia del charlatán y cuentero mayor. Emergió con un presupuesto exiguo, operando desde una enorme bodega cercana a la sede de AP en Quito. Se inició con una serie de decretos que incluían: la absorción de todas las entidades culturales existentes; la separación de los museos y áreas culturales del Banco Central de esa estructura bancaria que por décadas había asegurado recursos para el trabajo de los mismos, y que  fue el motor de la investigación y rescate de nuestro patrimonio, aunque en los últimos años se hallaba debilitado; igualmente, el cierre inexplicable de casi todos los museos controlados por ese ministerio y el nombramiento de un personal de dirección improvisado y mediocre, que servía para obedecer y hacer de paraguas a los eventos políticos en donde el mandatario y su corte debían brillar. Amén de la sobre carga de personal inútil proveniente de las filas del partido de gobierno, que hinchó y consumió los pocos recursos asignados a la cultura en el país.

En Cuenca, por excepción, el Parque Arqueológico Pumapungo sobrevivió con remiendos y alteraciones irreparables a sus componentes históricos, pero se cerró la sala de exposición Tomebamba, dando paso a eventuales exposiciones temporales, la mayoría intrascendentes. Todo ello mientras las reservas arqueológica y etnográfica ubicadas de manera anti técnica en el subsuelo del edificio se deterioraban debido a problemas estructurales, goteras, cañerías colapsadas, humedad, etc. Bajo la dirección de funcionarios adictos a los gobiernos Correa-Moreno, que son dos caras de una misma moneda, los despidos a funcionarios de carrera que esperaban apenas dos o tres meses para su jubilación, mas otras violaciones a los derechos humanos se hicieron corrientes y dejaron huellas por seguir.

De su parte, la Casa de la Cultura, el INPC, el CIDAP, la mismísima universidad ecuatoriana y otras instituciones culturales y académicas, corrieron idéntica suerte, pero cosa curiosa, después del 24 de mayo del presente año, todo sigue igual, pues los decretos y leyes emanadas por el gobierno más nefasto que ha tenido el país, continúan inalteradas y con cimientos tan profundos que su permanencia solo se explica por una suerte de Síndrome de Estocolmo, en donde la víctima -buena parte del pueblo ecuatoriano- se hizo  dependiente del victimario y lo defiende irracionalmente, sin permitir que sucumba su estructura de papel.
De mi parte, con siete décadas vividas, he aprendido la diferencia entre rosquillas y pan centeno. No voté por el Sr. Guillermo Lasso, pues consideré que el fraude era más que evidente. Con ese gol de ventaja, regalado y aplaudido por la revolución ciudadana (¿?), tampoco creí que las cosas iban a cambiar de golpe, pues nada es de generación espontanea y los milagros son de dudosa reputación. En cambio, con mucho de ingenuidad pensé que, quizá, se darían algunos cambios operativos, como lo que ocurre con la vacunación contra el covid-19. Resultado: la realidad aplasta los sueños y las esperanzas mas pequeñas que se van quedando huérfanas, pues en poquísimo tiempo nos despertamos ante la misma pesadilla que viene orquestada desde lo más alto del poder económico y político de la sociedad ecuatoriana.

En este escenario, los capitanes que dirigen los barcos en donde navega la cultura como pasajera de última categoría, antes ya confabulados y con tentáculos en otros organismos del estado, desnudaron sus intenciones y en apoyo al Ministerio de Cultura y la autoridad máxima del Municipio cuencano, que poco o nada han hecho por la ciudad, peor por su patrimonio cultural, se han mostrado de cuerpo entero y sin disfraces, pretendiendo seguir con sus acciones de irrespeto e improvisación, en un campo en donde una altísima sensibilidad tiene que amalgamarse con el conocimiento, la experiencia y el profesionalismo.

No me voy a referir a todos los casos, pues ello amerita muchos capítulos por desarrollar. Solo tocaré lo concerniente al Museo Pumapungo que ha sufrido por años el abandono y la mediocridad en la toma de decisiones y acciones culturales por parte de los directores de turno. Desde que se inició la dictadura correista, estos habían hecho gala de inoperancia y subordinación a los dictámenes del poder central. Y si bien en los últimos años, el Museo a cargo de la Lcda. Tamara Landivar  reabrió la sala Pumapungo, no faltó oportunidad para que ésta deje su uku pacha con rumbo al hanan pacha; es decir, de el salto desde las profundidades del subsuelo etnográfico hasta el olimpo andino, en la Dirección de Cultura del Municipio cuencano.

Por otro lado, en las postrimerías del régimen de Moreno, el ministro corresita Julio Bueno, quizá en un acto de enmienda, llamó al Lcdo. René Cardoso para que asuma la Dirección del Museo, cosa que así sucedió por el lapso de poco más de dos meses, dejando a libre disponibilidad el cargo, antes de la posición del nuevo mandatario. Días después fue llamado nuevamente por la actual ministra de cultura y de inmediato se puso en marcha todo un ambicioso plan para recuperar la institución cultural y su patrimonio. Recordemos además, que, Cuenca le debe a Cardoso la organización del Museo del Banco Central, ahora Museo Pumapungo, la dirección de varias Bienales, la formación de la Escuela de Museología en la UDA, el salvataje y la organización de la Casa-Museo Remigio Crespo Toral, entre otras acciones.

Se iniciaron entonces los diagnósticos de las actuales reservas arqueológica y etnográfica, al igual que los estudios para su proyección como reservas abiertas en la planta baja del edificio; igualmente se planificó la readecuación y buen tratamiento del Parque Etnobotánico y Arqueológico, mas otros aspectos que se hallaban en el limbo. Pero ¡Oh sorpresa! un simple quipux daba por terminado su contrato, sin que medie explicación alguna,  que, por ley, debe presentarse como motivación en un acto de cancelación semejante.

¿Que pasó? Al parecer, la presencia del Burgo Maestre cuencano y su directora de cultura habían operado al respecto, pues Landivar abandonó la reserva de etnografía bajo su responsabilidad directa cuando asumió la Dirección del Museo y después, la Dirección de Cultura municipal, mientras el Museo afrontaba diversos problemas como el deterioro de las reservas, del parque arqueológico y el hecho de albergar más de 6000 piezas arqueológicas encajonadas desde hace varios años, cuando el INPC nacional le entregó un cargamento de piezas incautadas en el exterior, sin un inventario adecuado y científico.

Marcos Sempértegui, brazo derecho de Tamara Landivar ha sido oficialmente nombrado Director del Museo Pumapungo en reemplazo de René Cardoso. Nuevamente, se impone el autoritarismo y la vulneración de los derechos humanos, pues hasta la fecha no se conocen los motivos de su cancelación. Claro procedimiento heredado del correato, siendo la experiencia y el profesionalismo, otra vez mas tirados al tacho del olvido. ¡Pobre Cuenca, ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad!

No esperamos mucho del Presidente Lasso, pero si de algo sirven estas reflexiones, quizá se evitaría en algo un mal que ya lleva años, y que, de continuar las cosas como van, el famoso encuentro, tal como lo visibilizamos al inicio de este reportaje, quedará dolorosamente inscrito como una lacerante realidad.

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