Entre las barbaridades perpetradas por el correísmo, una cometió en contra de su propia gente: decapitó algunas generaciones de políticos. Con su aval, por supuesto. Jóvenes que nacieron a la política en esa década. O militantes que llegaron al correísmo provenientes de movimientos sociales, partidos de izquierda y de la academia. Unos rinden cuentas a la justicia; otros siguen en la Asamblea administrando fantasmas o se recluyeron conscientes de haber quedado fuera de lugar. Todos cargan con el sambenito de haber hecho parte del gobierno autoritario que dirigió uno de los periodos más corruptos de los que tenga memoria el país. Este tsunami cobijó a personas de todo rango de edad y perfil: Gabriela Rivadeneira y Viviana Bonilla (36 años), Pabel Muñoz (44 años), Walter Solís (56 años), Doris Soliz (61 años), Francisco Borja (70 años), Javier Ponce (71 años)…
El costo para ellos no es, por supuesto, equivalente. Nada pierde Gabriela Rivadeneira. De honorable bachiller fue elevada, por decisión del jefe, a la Presidencia de la Asamblea y, ahora, por decisión propia, enfundó el traje de mártir y se refugió en la embajada de México. No se puede comparar, por ejemplo, con Javier Ponce, un eminente intelectual y poeta respetado en el país que, tras su paso por ese gobierno, camina por la sombra. Algunos, como Muñoz y René Ramírez fungieron de tecnócratas, aprendieron a tragar culebras y, en el caso de Ramírez y su esposa, aplicaron la viveza criolla para sacar tajada. Otros que no robaron, como Miguel Carvajal, no pueden creer lo que han descubierto con el tiempo. Haber estado en el gobierno con verdaderos piratas los ubica, a él y a otros que están en su caso, en una disyuntiva mortificante: o fueron demasiado crédulos; o fueron ingenuos… En todo caso también ellos siguieron los protocolos establecidos por Correa para evitar que las críticas y las denuncias sobre casos de corrupción, les hiciera dudar: o no hicieron preguntas. O miraron para otro lado.
El resultado está ahí. El costo para Gabriela Rivadeneira será pasar de cheerleader a supuesta perseguida. Personajes como ella están destinados a tener a quien adorar y la política no los necesita. Tecnócratas como Muñoz actúan como si no se notara la discordancia entre las tesis que evocan y los pasivos que arrastran y defienden. Como si no se notara el abismo entre su pose principista y la desaparición de líneas rojas en su actividad política. Son versátilmente cínicos y profundamente amorales. Ahora están dedicados -legendario sofisma- a tomar cuentas a sus críticos y a dar lecciones.
Y luego están las figuras, la mayor parte intelectuales y profesores académicos, -Ponce, Francisco Borja, Fernando Bustamante, Fander Falconí, Raúl Vallejo…- que caminan por la sombra o regresaron a las aulas y mantienen un perfil bajo. El correísmo los usó y les retiró de su horizonte intelectual la decencia. No la practicaron ni siquiera entre ellos. Basta recordar la persecución que emprendieron contra Fernando Bustamante por haber sido el único asambleísta en su bloque que se abstuvo, en 2015, de votar el paquete de enmiendas que contemplaban, entre otras medidas, la reelección presidencial indefinida y la comunicación como servicio público. Correa eludió el problema, tratando a Bustamante de vanidoso y él, arrinconado y solo, renunció a la presidencia de la Comisión de Soberanía y Relaciones Internacionales y se fue de Alianza País. Se entiende que ni el propio Bustamante, peor en los otros casos, recuperaron en la sociedad y ante sus pares la prestancia social o intelectual de la que gozaban antes de involucrarse con el correísmo.
Y luego están las figuras, la mayor parte intelectuales y profesores académicos, -Ponce, Francisco Borja, Fernando Bustamante, Fander Falconí, Raúl Vallejo…- que caminan por la sombra o regresaron a las aulas y mantienen un perfil bajo. El correísmo los usó y les retiró de su horizonte intelectual la decencia. No la practicaron ni siquiera entre ellos. Basta recordar la persecución que emprendieron contra Fernando Bustamante por haber sido el único asambleísta en su bloque que se abstuvo, en 2015, de votar el paquete de enmiendas que contemplaban, entre otras medidas, la reelección presidencial indefinida y la comunicación como servicio público. Correa eludió el problema, tratando a Bustamante de vanidoso y él, arrinconado y solo, renunció a la presidencia de la Comisión de Soberanía y Relaciones Internacionales y se fue de Alianza País. Se entiende que ni el propio Bustamante, peor en los otros casos, recuperaron en la sociedad y ante sus pares la prestancia social o intelectual de la que gozaban antes de involucrarse con el correísmo.
La desaforada actividad tuitera de Correa y el ruido que hacen algunos de sus seguidores y troles, hacen pensar que ese aparato, ex coidearios y ex funcionarios viven la viudez del poder con plena normalidad. No es el caso. El poder lo ejercieron violentando toda regla, pateando, insultando, persiguiendo, robando en casos. Como si jamás tuvieran que regresar a vivir como ciudadanos de a pie. Esas generaciones vivieron a la sombra del mesías y no concibieron una vida política por fuera de él. Son generaciones que, en los hechos, él decapitó. Muchos de sus protagonistas desaparecieron de la esfera pública. No se nota interés alguno en tomarlos en cuenta. O en debatir con ellos.
Foto: La Hora.
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