JUAN CUVI
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Un año antes de las elecciones de 2017, en una de esas fugaces visitas al Ecuador que hacía durante sus prolongadas y opulentas vacaciones en Ginebra, Lenín Moreno se pronunció en contra de la reelección indefinida. Ni bien terminó su declaración, los jerarcas correístas le saltaron al cuello y le obligaron a retractarse.
Era obvio que desde entones se evidenciaban algunas discrepancias de fondo entre las dos principales figuras de Alianza PAIS. No obstante, Moreno fue ungido desde las más altas esferas del poder como el sucesor presidencial.
A primera vista, la única cuña que le dejaron clavando fue su binomio. En efecto, Jorge Glas quedó como garantía del correísmo obtuso para neutralizar cualquier intento de Moreno por apartarse del libreto impuesto. Glas era su grillete electrónico, su chaperón.
Sin embargo, a la luz de las últimas revelaciones sobre la intimidad familiar del primer mandatario, nos damos cuenta de que los mecanismos de chantaje no terminaban con la presencia del ex vicepresidente en el gobierno. Habituado a las intrigas y traiciones, Correa tenía que asegurarse otras formas de presión.
Espiar para chantajear ha sido una de las prácticas más frecuentes de la lumpen política. Es su expresión más refinada.
EL MAYOR PROBLEMA, HAY QUE RECONOCERLO, ES QUE LA INOPERANCIA Y LA DEBILIDAD DEL GOBIERNO CONTRIBUYEN A ESTE PLAN DE DEMOLICIÓN INSTITUCIONAL..
Durante diez años el correato operó con una lógica basado en las argollas y las lealtades incondicionales. Únicamente así podían asegurarse la impunidad dentro del sistema de corrupción que montaron, y uno de los principales mecanismos de control fueron las amenazas de revelar información comprometedora a los potenciales disidentes. Al que se salía de la foto no solo le caía una andanada de insultos, sino una serie de insinuaciones. Para eso sirvió el sistema de espionaje de la SENAIN: de su oscura mirada no se libraron ni los amigos del régimen.
Hoy, por fortuna, ya nos queda un poquito más claro cómo se procesó la candidatura de Moreno a la Presidencia de la República. No fue solamente porque representaba la única posibilidad de éxito del movimiento verde-flex; fue porque desde las argollas correístas creían tener los insumos suficientes para controlarlo y chantajearlo. Probablemente desde entonces tenían la información que hoy sacan a la luz. Una vez extirpada la cuña de Glas, tuvieron que pasar al plan B: la pornopolítica.
Lo que todavía no sabe el país –pero tiene que suponerlo– es que seguramente existe información aún más delicada en manos de estos soplones correístas. Y la irán haciendo pública en función de su estrategia de sembrar el caos. El mayor problema, hay que reconocerlo, es que la inoperancia y la debilidad del gobierno contribuyen a este plan de demolición institucional.
Una conclusión certera sí podemos sacar de esta telenovela nauseabunda: con la revelación de las fotos de la intimidad de Moreno, Rafael Correa, sus trolls y sus colaboradores más cercanos demostraron su incontenible vocación escatológica. Definitivamente, tienen fascinación por revolcarse en excrementos. Y no tienen límites.
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