El reciente cambio de autoridades seccionales dio la pauta para la pauta y los “pauteros”. Una denuncia del recién posesionado jefe de Comunicación del Municipio de Cuenca reveló el intento de extorsión que desembocó en la nada agradable conclusión de que en el gremio existen “periodistas vacunadores”: como para estar a la altura de construcciones semánticas coyunturales de inseguridad y crimen organizado.

El tema no es nuevo. Los hechos, según Jorge Revilla, denunciante y encargado de decidir técnica y jurídicamente cómo repartir el presupuesto de comunicación de la nueva administración municipal, se inician con un emisario. El mensaje: asesoría a cambio de dinero, y, si como Corporación Municipal no se dejan asesorar, “volcarán a la opinión pública en contra de la administración”.

Alma de papel

La denuncia saltó a Twitter y luego a la Fiscalía: “Vacunadores del periodismo. Al puro estilo de los lobos. 1 fotógrafo a nombre de 4 periodistas acude a dependencia municipal con un mensaje: si no les dejan asesorar o no les dan ‘alguna cosita’ volcarán a la opinión pública y pondrán en contra a la prensa. Inadmisible”, escribió Revilla.

Sí, el tema no es nuevo: ya en la administración del exalcalde Pedro Palacios circularon en redes acusaciones de pagos irregulares a “periodistas leales” con el régimen –y con el statu quo, como colegimos en el presente caso- que cobraban elevadas sumas de dinero por rubros publicitarios en un reducido grupo de propietarios de cuentas a las que generosamente llamaban “medios de comunicación”, o comisarías para comisarios y comisiones.

¿Periodismo para el cambio o para la injusticia?

El actual alcalde, Christian Zamora, respaldó a su funcionario y pidió a Fiscalía la investigación. Y, por extensión, en el ambiente periodístico local se vive una especie de alineamiento deontológico sin precedentes, al estilo de “yo no fui”. En pocos días se rasgaron vestiduras, blanquearon sepulcros, imploraron borrones y cuentas nuevas…

La ética personal, la profesional e institucional siempre estarán atravesadas y condicionadas por la mirada crítica, y sobre todo autocrítica, de quienes se dedican al oficio del periodismo. Y aunque los aludidos ya se apuraron a pedir investigaciones urgentes –es decir, autoinvestigaciones- ninguna sanción se avizora en el horizonte, pues el delito no se consumó.

Las viejas prácticas del mal periodismo siguen tan vigentes como antes, solo que el “nuevo modelo de negocio” del “periodismo emergente” lo lleva al extremo: los extorsionadores hablan o negocian a cuenta propia porque han acumulado seguidores en redes sociales con cuentas diversificadas; son casi “influencers”, y esa es hoy su estrategia de negociación que, para algunas fuentes, les resulta convenientes.

Así va quedando el “mejor oficio del mundo”, sin pretender una generalización de la corrupción en este campo. La incredulidad que promueve el hecho de que cualquier “vacunador” abra una cuenta en una red social y se autoproclame “periodista libre e independiente”, oscurece el panorama. Y los nubarrones más negros se tienden por la campaña electoral. ¡De terror! (O)