lunes, 20 de septiembre de 2021

 

POR: Armando Sacta Guamán

Publicado en la Revista El Observador (edición 124, agosto de 2021) 

 


Página literaria
Reflexionando en el ciclo vital del ser humano, ni siquiera vive unos doscientos años; muere y se pierde en la eternidad del olvido, excepto si en la vida ha sido importante para recordarlo.
 El recuerdo es contrario del olvido, y es bueno porque convierte el pasado en presente. Así, de los grandes intelectuales del Ecuador, recordemos al Dr. Darío Guevara Mayorga. 
Nació en Pelileo, provincia de Tungurahua, el 8 de Abril de 1905. Fue educador, escritor y periodista de vastísima cultura. Autor de más de 40 libros de suma importancia para conocer la realidad ecuatoriana. Escribió sobre Biografías y semblanzas, Historia, Geografía, Folklore, Lingüística, Literatura, Crítica literaria, Ensayo, Narrativa y Ciencias humanas. En sus obras destaca los valores ancestrales, éticos y culturales del Ecuador. Obtuvo el Doctorado Honoris Causa en Filosofía. Falleció a los 71 años de edad, el 9 de Junio de 1976, en Quito, provincia de Pichincha.
A los 45 años de su fallecimiento, conviene recordar que el 12 de Julio de 1968, hace 53 años, publicó el libro “LENGUAJE VERNÁCULO DE LA POESÍA POPULAR ECUATORIANA”; producto de su investigación exhaustiva, en una bibliografía de 133 obras.  Libro que presentó al ingresar a la Academia Ecuatoriana de la Lengua. 
Lo valioso de este libro es el rescate de muchísimas palabras    del vocabulario de los pueblos ecuatorianos, con su significado ancestral. Por eso justifica su libro diciendo que ofrece “una buena porción del lenguaje vernáculo ecuatoriano, con todo su indigenismo y toda su cholería, en función activa, en el escenario de su expresión auténtica.” Además indica que en su obra constan “estrofas de poetas populares conocidos, que renunciaron a la peluca colonial, la melena romántica o el cuello tieso, para hablar como su pueblo”. 
En otro acápite expresa: “En los cantares del pueblo ecuatoriano y en todo nuestro Folklore Literario, hay un abundante caudal de vocablos, modismos y giros sintácticos que no corresponden al español oficial, pero que son valiosos legados de la tradición hablada. Tales términos y tales modismos folklóricos se mantienen en expresión permanente y lucen en la poesía del pueblo como incrustaciones vernáculas en el joyel del idioma castellano”. 
 Por el espacio reducido de esta página, no se incluye el análisis del significado de aquellas palabras vernáculas; pero sugerimos leer dicho libro, para conocer el vocabulario de nuestros pueblos ancestrales. Sin embargo nuestros lectores encontrarán algunas palabras ancestrales en las estrofas que siguen:

El bolsicón de merino
levantas al caminar,
a que el ucunchi bordado
todos puedan admirar.
 
De todos los animales,
yo quisiera ser el lobo;
para llevarme a la polla
y dejar al gallo solo.
 
Las ñatas me gustan mucho,
con ellas sólo me meto;
las mujeres machetonas
me dan miedo y las respeto.
 
Estoy queriendo a una china,
que no es china de nación;
es china porque rechina
por ella mi corazón.
 
Unas señitas me hiciste,
en medio de dos cabuyos;
esas señales decían:
“mis besitos serán tuyos”.
 
Eres chiquita y bonita,
como un grano de maíz;
eres la flor de las flores,
de este precioso país.
Cuando deshojes cholita
con tus manos el pucón,
piensa que así te he guardado
dentro de mi corazón.
 
Qué vendes tú serranita.
Señor yo vendo pancito.
Si te me das de vendaje,
yo te lo compro todito.
 
El hombre que muere joven,
sin querer a una morena;
derecho se va al infierno,
sin saber lo que es candela.
 
Si nos casamos guambrita,
viviremos en el campo;
durmiendo bajo una choza,
comiendo locro de zambo.
 
Señora yo soy un pobre,
pero un hombre cariñoso;
como espinazo de puerco,
pelado pero sabroso.
 
Suene la orquesta animada,
no cese en ningún momento;
que quiero bailar un ¡Alza!
con mi adorado tormento.
 Eres mal agradecida,
que de mi te andas quejando;
porque te he dado la tusa,
después de comer el grano.
 
Dizque dices que me dejas,
déjame que poco importa;
el día que no hace sol,
el viento seca la ropa.
 
El perder una mujer
no es perder ninguna joya,
es lo mismo que perder
de la jáquima la argolla.
 
Ayer me pusieron preso,
sin tener ningún delito;
sólo por una papaya,
que pico mi pajarito.
 
Si tú decides señora,
yo seré tu huasicama;
yo te llevaré el café 
y te serviré en la cama.
 
Atrasito de mi casa
tengo una mata de ají,
para que pique al que pasa
y no vuelva por aquí.
Rincón propio vale mucho,
mejor si se tiene casa,
qué contento que se pasa
con su mashca y su cariucho.
 
Pero cómo es que confundes
el presente y el futuro.
Una cosa es la semilla
y otra es el fruto maduro.
 
Injusto es el comisario,
al perro sabe imitar;
que sólo al de poncho muerde
y al de levita jamás.
 
Los cojos sin mucho esfuerzo 
también pueden caminar;
además con chulla pierna
son diestros para bailar.
 
Hay placeres en la vida
que duran solo un momento;
como luces que en el campo,
pronto las apaga el viento.
 
Yo soy de aquí y de todas partes,
yo marcho de tumbo en tumbo;
he renunciado a mi patria,
porque mi patria es el mundo.

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