miércoles, 29 de octubre de 2014

La izquierda pragmática y su retórica kitsch del Buen Vivir

Escrito por Natalia Sierra

El pragmatismo es una ideología del poder que se oculta como tal para efectos de control ideológico, ya que cuando actúa, supuestamente sin ideologías, lo hace rigiéndose a la ideología dominante, es decir a la lógica de la economía capitalista objetivada y cosificada en la realidad social mercantilizada.


El Gobierno de la Revolución ciudadana, a través de su máximo líder, se ha autodefinido en reiteradas ocasiones como la izquierda de nuevo tipo, esto es, la izquierda pragmática, en una suerte de marcar  diferencias con lo que denominan la “izquierda infantil” o “boba”, y sobre todo de justificar el núcleo  real de su proyecto económico.
Intentemos entender esto de la izquierda pragmática, nominación política curiosa que puede resultar hasta seductora. Empecemos diciendo que aquello de pragmática es usado como un adjetivo que cualifica a la izquierda, otorgándole una característica particular que la diferencia de la izquierda en general. El pragmatismo político establece que el único criterio válido para juzgar el valor de verdad de cualquier pensamiento, en este caso el de izquierda, o cualquier decisión, en este caso política gubernamental, son los efectos prácticos que puedan tener. En palabras sencillas todo vale siempre y cuando funcione, es decir sea funcional o útil a determinado interés o marco referencial. Esta filosofía, si así se la puede llamar, encuentra sus orígenes en el empirismo y el positivismo más acérrimos y, por lo mismo, más toscos aunque no menos eficaces en la reproducción de un orden existente. El dogma y al mismo tiempo la trampa del pragmatismo político consiste en hacer creer que prescinde de ideologías, es decir de marcos ético-valorativos y de visiones teleológicas, en otras palabras que es una actuación que ajustada a las circunstancias es conveniente para lograr ciertos fines. Lo cierto es que el pragmatismo es una ideología del poder que se oculta como tal para efectos de control ideológico, ya que cuando actúa, supuestamente sin ideologías, lo hace rigiéndose  a la ideología dominante, es decir a la lógica de la economía capitalista objetivada y cosificada en la realidad social mercantilizada. El pragmatismo político que es subsidiario del pragmatismo económico actúa afirmando lo dado, pues su realismo se encuentra atrapado en el marco de la sociedad vigente, de ahí que su visión no solo que es corta y mezquina, sino que  nada tiene que ver con la utopía inherente a la ideología de izquierda.

La utopía, que obviamente no es la pragmática, es el pensamiento que piensa más allá y en contra de las coordenadas del orden existente –orden capitalista-, debido a ello, es un pensamiento emancipador y libertario. El pragmatismo no piensa, hace, justamente por esto reproduce lo establecido, lo dado, razón ésta que explica porque es un pensamiento esencialmente conservador. De lo que resulta que decir izquierda pragmática es, según creo, un contra sentido que sin embargo busca justificar un claro proyecto económico capitalista, encubierto en un manipulado discurso de izquierda. De hecho, tanto los gobiernos progresistas cuanto los gobierno neoliberales reivindican su pragmatismo económico (extractivismo, apertura comercial, inversión extranjera, endeudamiento externo, libre comercio, inversión desbocada e irresponsable para generar circulación de capital, incentivo al consumo mercantil y al endeudamiento público y privado, agroindustria y agro negocios que liquidan la economía campesina, explotación laboral, etc.) y su pragmatismo político que hace posible el primero (concentración y centralización del poder, manipulación de la justicia, criminalización de la sociedad y de la protesta social, autoritarismo político, restricción de la democracia, restricción y violación de los derechos humanos y de la naturaleza, abuso de poder, violación de la Constitución, etc.)

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