miércoles, 15 de mayo de 2013

La lucha del centavo contra el millón


Por: Enrique Gallegos

Excavaciones arqueológicas que con el respaldo de las nuevas técnicas son cada vez más efectivas, nos dejan constancia que muchos años antes de la Era Cristiana las paredes de Babilonia recogían la queja y la protesta de los oprimidos. Una muralla y un carbón siguen siendo hasta hoy el único modo de información y reclamo que los avasallados por el poder pueden utilizar para hacer patente su derecho a la vida.

La tecnología, desde Gutemberg hasta hoy, siempre “in crescendo”, ha facilitado el derecho a comunicarnos entre los humanos; Espejo pudo hacer su periódico, que no duró mucho porque el Poder así lo determinó; más tarde, al nacer formalmente el estado ecuatoriano, Flores, nuestro primer presidente, fundador de “El Quiteño Libre”, también nuestro primer periódico de la era republicana, fue el primero que clausuró el diario que él mismo había fundado. Muchos de nuestros políticos recurrieron a la creación de un periódico para poder expresar sus ideas y pensamientos: García Moreno y Juan Montalvo se encuentran entre ellos. Fueron las eternas necesidades del Poder las que frustraron el ansia incontenible de la ciudadanía por informarse. El manejo de la información pasó a ser así, aquí como en el mundo entero, el elemento más eficaz para acomodar la verdad de los hechos a los intereses de los que nos gobiernan y su posesión o acceso a los medios a través de cualquier pacto constituye la base que la Autoridad usa a su antojo, con alguna muy rara excepción, para dominar los pueblos. Aquí podríamos concluir que Información no es necesariamente Verdad y que en muchos de los casos Información es sinónimo de Lucha y Combate de los pueblos para plantear su Verdad que nunca coincide con la que los domina. Por estos días el Poder Mundial vive sometido a una antinomia que lo angustia y lo hace cada vez más peligroso: la técnica, más que los principios de papel plasmados en leyes y constituciones, nos permite saber que existe una Verdad distinta a la que nos expresan nuestros opresores y éstos buscan la manera de suprimir esa fuente de información y conocimientos. De reducirla en su difusión, porque el miedo de perder su Poder es el castigo más doloroso y cruel que sufre permanentemente el que lo disfruta. Por ello los modelos nazi-fascistas se transparentan cada vez más en su accionar en el planeta y no ha faltado un cultivador del humor negro que afirma que quien realmente ganó la guerra fue Hitler. Sus métodos se nos hacen más patentes todos los días. Hace un par de años fui invitado por el aguerrido periodista cuencano Jaime Cedillo Feijóo a colaborar con la gran obra de su vida: EL OBSERVADOR, la que acepté sin vacilar. El Diario que supuestamente representaba la Revolución que he esperado toda mi vida y que me había concedido un espacio para respaldar su propuesta, con todo el ardor que caracteriza a mi temperamento, no soportó una crítica. Afortunadamente sucedió pronto: dada la vía por la que ha optado la Revolución Ciudadana, el rompimiento posterior hubiera sido más duro. Los quince años que en este 2013 cumple El Observador ponen de manifiesto la honestidad intelectual que informa la carrera periodística de su Director. No ha hincado su rodilla ante los prepotentes ni ante amenaza alguna. Es más, el desarrollo de la Historia Política Contemporánea le ha puesto frente a frente con sus detractores y hoy sabemos quién mantiene sus principios y quién los ha trastocado para satisfacer apetitos. Desafiar a los tiranos demanda de una férrea voluntad y de un abnegado sacrificio, porque esta tarea no puede ser comprendida a cabalidad, a veces ni siquiera por aquellos que están cerca de uno, pero al final el premio llegará: el que muere empuñando la espada de la Verdad entrará en la Historia y vivirá para siempre. ¡Adelante El Observador, mientras más oscura está la noche más cerca está el amanecer! Enrique Gallegos Arends



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