martes, 14 de mayo de 2013

Revista inclaudicable



Por: Alberto Ordóñez Ortiz

Cuando laboraba en el IESS y escuchaba decir a  las Secretarías, sea porque no pagaban el ansiado reajuste o simplemente por un “álzame estas pajas”,   la conocida expresión “al mal tiempo buena cara”, solía reformar el refrán por este otro <más cogedor>: “al mal tiempo buen rabo” El ominoso silencio confirmaba de manera explícita la enormidad de mis razones.  El humorismo es lo que nos diferencia de los animales, porque los que carecen de él, no saben lo que se pierden y casualmente porque son unos perfectos animales.
En las reuniones familiares, no faltaba quien recurriera a la conocida expresión: “que pena que María esté pasando por esa situación” A lo que, yo en tono sumiso replicaba, que pena, pero con e. En mi imaginario el humor era y es parte vital de mi itinerario personal. Allí les va esta otra, de mi autoría, hoy felizmente generalizada por sus saludables efectos prácticos:  “en el chuchaqui soy capaz de hacer el amor con mi propia mujer” 

El humorismo es un elemento inherente a la condición humana, exceptuando, claro está a  los que carecen de él -que los hay, y, muchos- Usualmente son Hieráticos, frígidos como la Margaret Tatcher o como un día sin sol, uno fruncido, entre que anuncia y no una torrencial lluvia. Sin embargo, inclusive en días así, el humorismo cuencano etiquetó con zhumir del bueno la siguiente frase: “Se está componiendo el día” Es cuando los “chispos” se frotan las manos y <saliban> hasta más no poder.
Dentro de su proceso evolutivo, el humorismo se ha diversificado ad infinitum. Es así como tenemos un humorismo despiadado, sarcástico, negro, al que le siguen los perros salchichas de un vasto etcétera. En ese enclave, hay los que cuentan “cachos”, quienes para mi gusto personal son los menos interesantes, porque de alguna manera se constituyen en una suerte de cacatúas que repiten lo dicho por otros. En estos casos las fotocopiadoras funcionan a todo vapor. No hay ningún aporte personal. En cambio, el <improntu> cuencano. Aquel luminoso resplandor que surge en el mismo instante -o inmediatamente- de producido el acto que genera la respuesta humorística, exige de imaginación y celeridad intelectual. Cuando a “Paco Estrella”, ese genio del humor, el doctor Gabriel Cevallos, por entonces rector de la Universidad de Cuenca le envió un oficio en el que le llamaba la atención; Paco, de inmediato le respondió: “Ese oficio no me gusta matantiru tirulam”. El profesor le dio al Rector del Alma Mater una clase humorística que, como era de esperar, dio fin al incidente.   
El doctor Gerardo Cordero y León, hombre inteligente y luminoso por su conocido sentido del humor, provocó más de una risotada cuando como integrante del Tribunal que <examinaba> a un alumno que pretendía graduarse como abogado, le preguntó ¿Qué es para Usted el derecho” y como el alumno no daba pie con bola, dijo dirigiéndose a los miembros del Tribunal, “este señor no sabe ni lo que es el izquierdo…”
Dos entrañables amigos -de pocas pulgas, cuando estuvieron arrinconados en sus grados de bachilleres contra las cuerdas de su sesuda y admitida vagancia, tambien and infinita, se les preguntó en su orden, “que era el buey apis” -en clara alusión a la mitología egipcia- respondió con la intencional solemnidad propia de los sabios griegos: ël buey apis es un ave…” Cuando a mi otro amigo se le interrogó sobre cual era la frase con la que se distinguía a Lope de Vega por su vasta obra, sin dilación respondió: “la bestia humana”. La bestia humana será Usted respondió el profesor, porque en lo que a Lope de Vega concierne, se le conocía como “el monstruo de la naturaleza”  Lo que el profesor no sabía es que monstruo y bestia son sinónimos.
Si de humor hablamos no podemos dejar de mencionar a ese excelso humorista que fue Eduardo Cevallos García. Tampoco debemos hacer abstracción de Edmundo Maldonado, cuyo fino humorismo podía ir rápidamente del blanco al negro y viceversa.
El periplo editorial del semanario “la Escoba” dejó un legado humorístico invaluable y hasta el día de hoy, insuperable. Sus principales redactores -cada uno más fino y encendido que el otro- Hugo Ordóñez Espinosa, Francisco Estrella Carrión, Estuardo Cisneros Semería, Ramón Orellana Ayora, Gabriel Cevallos García, Marco Antonio Sánchez, Julio Montesinos Malo, barrieron con la cerrada visión mística de una sociedad que se <asustaba>¡ de todo lo que excediera de esos límites. Su presencia logró que los cuencanos se abrieran a las nuevas visiones de un mundo en continuo trance de transformación. Su editorial “El RETRATO DE LA VÍCTIMA’, su columna vertebral, puso en evidencia que sin humor la vida no era llevadera ni posible. Recuerdo -entre otros varios- dos chascarillos inimitables:  El uno: Cuando en alusión a su postura conservadora, se dijo de uno de su más recalcitrantes representantes,  que “para bañarse en el entonces conocido “ hondo del palo” no se sacaba ni el abrigo. El otro: Cuando se dijo de un conocido y respetable abogado, “de cuyo nombre no quiero acordarme” quien no usaba el almidón -propio de la época- para mantener enhiesto el cuello de la camisa, sino que  utilizaba “cuellos de hierro enlozado”.
Los grafitis nos han invadido con su caústico humor, basta recordar aquel que decía: “Las putas al poder, sus hijos ya fallaron”, o este último que acabo de festejarlo hasta el mismo estropicio: “NO AL ABORTO, SI A LA PEDOFILIA” firma supuestamente un tal Hernán Rodas. La nivea pared en que fue escrito  se llenó de colores como los del aro íris y es ahora mismo un centro ceremonial del humorismo y de la carcajada fácil y contagiosa.
“EL OBSERVADOR”, revista inclaudicable en cuanto a su postura política recia y contestataria, que no se amilana ante nada, ni ante nadie, se ha mantenido a ultranza -contra viento y marea- en esa invariable y respetable línea de conducta.  La recia personalidad y la versátil capacidad intelectual de Jaime Cedillo, su Editor en Jefe, como de sus articulistas, ha permitido que la Revista mantenga ese indispensable balance en que lo serio, lo veraz y lo humorístico conformen una gloriosa y gozosa unidad que la convierte en lo que con tanta gracia dice el pueblo: “en pan caliente” Sus ediciones se agotan precisamente por el juicioso balance que es el sustento de su sólido edificio intelectual.
Sus caricaturas reflejan la realidad local, nacional e internacional, pero vista bajo el prisma de su propio sello y originalidad. Hay un derroche de fuegos artificiales que inevitablemente nos conducen a la risa fresca y reconfortante. Al reencuentro -por decirlo de alguna manera del “lado flaco”¨de los personajes y de los acontecimientos.
Y a propósito de personajes que trascendieron a la historia, tenemos a Napoleón cuando dijo: “Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo” Esta de Marck Twaín: “El banquero es un señor que nos presta el paraguas cuando hace sol, y nos lo quita cuando empieza a llover” O esta otra de Oscar Wilde: ‘Las preguntas no son las indiscretas, lo son las respuestas…” De todo lo que dejo dicho, sé que Dios me perdonará, porque ese es su oficio. Inclusive de esta dicha por Bonil: “Resulta fácil dibujar al coronel Gutiérrez porque lleva su caricatura puesta”
Y por último, una reveladora acotación del espíritu caústico a la vez que demoledor, por veraz, del incomparable genio de Albert Einsten: “Nada hay más infinito que la estupidez humana” He dicho.



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