martes, 11 de septiembre de 2018

POR: Miriam Lucio

Publicado en la Revista El Observador, junio de 2018, edición 105 

Efectos de la violencia sexual
Las investigaciones realizadas sobre violencia presentan consecuencias como: problemas psicológicos (miedo, fobias, depresión, ansiedad, sentimientos de culpa, baja autoestima, estigmatización, trastorno por estrés post traumático, ideación y conducta suicida, autolesiones); en la salud (hematomas, embarazos no deseados, alteraciones del sueño, enfermedades de transmisión sexual ,etc.) en el comportamiento (abuso de sustancias, trastornos de alimentación, en su sexualidad, etc.); problemas cognitivos (problemas de atención y concentración, bajo rendimiento académico, deterioro en el funcionamiento cognitivo)  (Garrido-Macías y colaboradores, 2017).

Las consecuencias de esta violencia se van a presentar tanto a corto, mediano o largo plazo, en la cual ciertos factores inciden en la gravedad de los síntomas. Entre los principales cabe destacar: 

-El tipo de relación que se tenga con el agresor, mientras más cercano, mayores serán los efectos en los sentimientos, pensamientos y sus relaciones sociales.

 -La edad en la que ocurre el abuso, mientras más corta su edad, el grado de daño será mayor en su desarrollo físico y sexual. 

-El tiempo de exposición al abuso, un tiempo prolongado conllevará a mayores consecuencias. 
-Tipo de abuso, en el que estuvo expuesto a mayor daño tanto físico como psicológico.
-Sexo de la víctima, riesgo de embarazo en la mujer y mayor estigmatización en los varones.
-Las reacciones del entorno frente a la violencia sexual, la estigmatización de la que fueron objeto, la respuesta de su familia, del contexto social, institucional frente a la revelación y la denuncia.

-La capacidad de resiliencia de la víctima, factores protectores como contar con apoyo de la familia y otras redes sociales (Save the Children, 2012).

Es importante tener presente que la violencia sexual genera un impacto no exclusivamente en la víctima, sino también en la familia y el entorno que le rodea; puede estar marcado por una serie de reacciones como tristeza, incredulidad, negación, frustración; sentimientos pensamientos y comportamientos que pueden girar en relación a solidarizarse con la víctima, estigmatizarla, o inclusive justificar o minimizar el comportamiento del agresor. Esta situación caracterizada muchas veces por una serie de percepciones y creencias sobre los roles de género, características y comportamientos que son consideramos apropiados para los hombres y las mujeres. Posiciones que sostienen una ideología sexista que justifica la desigualdad de poder, de dominio del hombre sobre la mujer, generando un sexismo hostil como benévolo, siendo este último el que está asociado a la responsabilidad de la violencia de género. 

Esta ideología sexista, como parte de sus creencias son las que llevan a tener “sexismo benévolo”, el cual de manera inconsciente lleva a las personas a culpar a la víctima y justificar al agresor. 

La violencia está marcada por las relaciones de poder, un contexto de desigualdad o asimetría, que mantienen a la víctima en una relación de sometimiento, coerción, sumisión y cosificación de su cuerpo, que le permite al agresor mantener el dominio y ejercer violencia sobre la víctima, la cual se ve imposibilitada de pedir ayuda o encontrar alguna alternativa para salir de ese círculo de violencia. El agresor lleva a cabo una serie de estrategias como la agresión, amenazas, chantajes que cristalizan su relación de poder y provocan en la víctima sentimientos de impotencia y culpa ante una realidad que no puede y no se le permite escapar.

 La violencia sexual se considera un problema social, de salud y de derechos humanos, que tiene consecuencia tanto en la persona que lo vive como en el contexto que le rodea, por lo tanto, el ámbito de la protección debe estar enmarcado en hacer cesar la violencia, acompañamiento, intervención y restitución de sus derechos, así como intervención a su familia, entorno social, educativo, sanitario, policial, legislativo y en las políticas públicas (Save the Children, 2012).

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